La sentencia del pensador liberal Raymond Aron (París, 1905-1983), con respecto a que “La humanidad, en esta tierra, no puede reconciliarse consigo misma mientras el lujo de unos pocos resulte ofensivo ante la pobreza de muchos” (El opio de los intelectuales, 1955), resulta particularmente reflexiva en nuestros días –mutatis mutandis– al observarse las dinámicas económicas, sociales y políticas a nivel global, y en particular el reciente caso de nuestro vecino país del sur.
Más aún, nuevamente recobra vital importancia evaluar las tesis del profesor de filosofía política en la Universidad de Harvard, John Rawls (1921-2002), estructuradas en su obra Teoría de la justicia (1971). Uno de los principios de Rawls que es aplicable al marco conceptual planteado por Raymond Aron nos indica que es justificable un deterioro en la distribución de los ingresos (digamos, a través del coeficiente de Gini) si y solo si esta distribución desigual mejorara el bienestar de los menos favorecidos o peor situados.
No cabe duda de que el paradigma de la libertad de comercio internacional y las inversiones globales –entre otros– ha permitido mejorar sostenidamente el bienestar de las sociedades. En las figuras 1 y 2 observamos un incremento de la renta per capita de todas las regiones, aunque de una manera absolutamente divergente, ubicándose Latinoamérica ligeramente por debajo del promedio mundial. Las brechas de productividad laboral interregional saltan a la vista.
Por otro lado, observamos que la participación del comercio internacional en el impulso del PBI a nivel global es notoriamente influyente (figura 3). Seguramente que factores institucionales como el establecimiento de la Organización Mundial de Comercio (OMC) en 1995 y la configuración de los denominados Tratados de Libre Comercio y los Tratados Bilaterales de Inversiones han colaborado decididamente con esta tendencia.
Sin embargo, observamos que la distribución del ingreso a nivel regional ha tendido hacia un ligero deterioro o relativo estancamiento, siendo notorio que Latinoamérica registra los niveles más extremos de un indicador Gini desfavorable (figura 4).
Ha sido Thomas Piketty, actualmente profesor asociado de la Escuela de Economía de París, quien, a través de su obra El capital en el siglo XXI (2013), puso nuevamente los focos de atención sobre la importancia de la distribución del ingreso para el sostenimiento de las sociedades que se rigen bajo el régimen de democracias liberales constitucionales.
El realismo político está acentuándose en las relaciones internacionales, especialmente en el campo del comercio y las inversiones globales. Sin embargo, no se ha profundizado lo suficiente en la línea de investigación concerniente al fundamento de la “inequidad” (o “pérdida de posiciones relativas”) que algunas sociedades vienen percibiendo y que empujarían a sus gobiernos a tomar medidas proteccionistas y populistas, que justamente contravienen el paradigma liberal que viene nutriendo el desarrollo económico en el siglo XXI.
Algunos pensamos que estamos ad portas del nacimiento de un nuevo equilibrio en las relaciones internaciones y de sus instituciones, tales como la OMC, por ejemplo. La externalización de las fortalezas y debilidades de las sociedades hegemónicas a nivel global y regional nos llevará a lo que denominaríamos un new normal. ¿Cuáles serán las oportunidades y amenazas que estas dinámicas globales implicarían para Latinoamérica?
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