Cerca del día de Halloween a algunos nos preocupa que tradiciones extranjeras opaquen a festejos como el Día de la Canción Criolla. Quizás una mirada positiva nos ayudará a ver que el Halloween está muy conectado con nuestras tradiciones.
¿El Halloween tiene algo de peruano? No, pero tiene el mismo espíritu del día de los difuntos y de todos los santos, que celebran aún con gran fuerza muchas familias peruanas. De hecho, el significado es el mismo de nuestra celebración, pues Halloween viene del antiguo idioma celta “Hollows eve”, víspera de los santos, que es la noche en que los fallecidos vuelven a visitar los lugares donde vivieron.
La diferencia está más bien en la manera de recibirlos, pues si en el Perú, en Chiclayo, en Sicaya o en Juliaca las familias van a “velar” las tumbas de sus parientes que regresan a su pueblo, en los países más europeizados se disfrazan para que los fallecidos no los reconozcan y se los quieran llevar.
De hecho, su intensidad es fuertísima en México, país con una cultura prehispánica muy parecida a la peruana, donde todo se tiñe del color naranja del cempasúchil, la flor de los muertos, se regalan calaveritas de dulce con el nombre de los amigos, a usted vecina le dan una que dice Jenifer y a usted Horacio, una con su nombre escrito. Y en las casas se ponen altares donde se colocan los manjares que le gustaban al muertito. Igualito que aquí en algunos cementerios. ¿Qué ir a pedir dulces es extraño? Vaya a Chulucanas y verá a mamás regalando dulces, llamados “angelitos”, a los churres de la edad que tendría su difuntito.
¿No debiera molestarnos entonces la occidentalización de esta fecha? Probablemente perdamos el tiempo, pues el Perú es un país cada día más ligado al mundo. Hoy hasta en las peñas que celebran a la canción criolla, se ve a disfrazados de Chucky, de muerto viviente o de calaveras, bailando el vals ‘El pirata’, no quiero que me entierren no quiero estar inmóvil, de Oscar Avilés.
Y si queremos más evidencia, demos un paseo el 1 o 2 de noviembre por el cementerio de Villa María del Triunfo, en Lima. Dicen que es el cementerio abierto más grande del mundo para ver cómo miles visitan a sus muertos, en un gran ambiente de celebración. O vayamos a la Plaza de Armas del Cusco, sí, la capital del Tahuantinsuyo, donde en la noche de muertos, o de Halloween, veremos a cientos de niños y a sus padres, disfrazados de Supermán, de Mario Bros y; por supuesto, también de Incas y de collas. En fin, paisano, paisana, en vez de asustarnos quizás sea buen momento para recordar todas esas formas de celebrar nuestra fiesta de muertos. ¿Cuáles recuerda usted?
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