La vejez o ancianidad es la etapa de la vida en que se va perdiendo la vitalidad, las fuerzas físicas, tienen menos intereses y menos participación en las actividades productivas. Sin embargo, esto no necesariamente viene aparejado con la disminución de las capacidades intelectivas o la personalidad.
Así lo señala el sacerdote Emilio Garreaud, que tiene 35 años como sacerdote. El padre Garreaud es doctor en Educación, Ciencias Sociales, Teología y Derecho Civil. Además, ha sido director de Radio María en Costa Rica, en Miami y en Estados Unidos y actualmente es rector de la Universidad Juan Pablo II en Costa Rica.
“La vejez puede ser asumida según la actitud que se tenga frente a ella. Puede ser una carga para aquel que va perdiendo la paciencia gastada por la edad o puede ser una maravillosa ocasión para seguir dando frutos y estar lozano y frondoso, como lo señala el Salmo 92”, comenta el prelado.
Las sagradas escrituras son claras al señalar el respeto que merecen los ancianos. Según el Ex. 20,12 y el Dt. 5,16, Dios promete larga vida sobre la tierra al que honra a su padre y madre. Cuida de tu padre en su vejez y en su vida no le causes tristeza. Hay que ser indulgente con los padres, aunque chocheen, dice Eclo. 3, 12-13.
El valor de los abuelos hoy
El rol de los abuelos en nuestros días tiene una nueva dimensión. Por un lado, son más longevos (el promedio de vida de los hombres en Perú es de 73 años y de las mujeres, 75). Por otro lado, en muchos casos, aunque no todos, ambos padres trabajan y es común que recurran a los abuelos para cuidar de sus hijos.
“Los ingresos regulares de los abuelos ayudan a la estabilidad económica de la familia y en muchos casos, sin su ayuda, no se podría sostener el actual estándar social”, comenta el padre Garreaud.
“Esta nueva responsabilidad les permite a los abuelos encontrar un nuevo sentido para sus vidas. Pero a la vez, hay que evitar que se conviertan en administradores de la guardería. La solidaridad entre generaciones es importante, pero en algunos casos se puede traspasar los límites adecuados”, señala el prelado.
“Los abuelos no son los directamente responsables de la educación de los nietos. Sin embargo, suelen ser los que transmiten los valores fundamentales para su vida. Aunque su papel es esencial hay que ser conscientes que los educadores primarios de sus hijos son los padres”, explica el sacerdote.
En este sentido, “la función de los abuelos es subsidiaria. No tienen la responsabilidad de educar a los nietos, pero sí de ayudar a sus hijos en esta misión. Por ejemplo, cuando uno de los padres no está presente por muerte o abandono, los abuelos podrán ejercer la figura paterna o materna”, recuerda Garreaud.
“Ustedes son portadores de la fe”
“En mi vida sacerdotal he sido testigo un sinnúmero de veces que los niños valoran que sus abuelos los lleven a misa, estén cerca de ellos en su primera comunión y confirmación, explica el padre Garreaud. De otro lado, el prelado animó a los abuelos a compartir con prudencia sus convicciones religiosas.
“Aunque los hijos tengan opciones indiferentes o contrarias a la fe, los abuelos deben ser conscientes que los padres son los primeros educadores de los hijos. Sin embargo, no se les puede obligar a compartir las creencias de los hijos, pues la transmisión pública de la fe es un derecho humano”, expresó.
Que podamos valorar y vivir con sabiduría junto a nuestros padres y abuelos como lo señala el Salmo 90: “Enséñanos a calcular nuestros días para que adquiramos un corazón sabio”. Y no dejemos de valorar a los ancianos de nuestras familias, pues son portadores de valores esenciales, de gran sabiduría y experiencia de vida.
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