Hace 486 años fue fundada Lima por los colonizadores, pero los territorios donde se asienta nuestra capital existieron siglos atrás cuando distintas sociedades desarrollaron culturas muy diferentes a la que predomina hoy. Si bien la mayoría se autoidentifica como mestizo, la quinta parte de la población de 12 años a más residente en Lima se autoidentifica como indígena o afro, quedando en evidencia que vivimos en una metrópoli multicultural y plurilingüe.
Cuando seguimos explorando en los datos de los Censos Nacionales 2017, encontramos además que el 22% de la población quechua, 9% de los aimaras, 23% de los afros y 14% de amazónicos del Perú se concentran en la gran capital, entonces en cierta forma podemos afirmar que “Lima es el Perú”. Lamentablemente es poco el reconocimiento y aprovechamiento de tan amplia diversidad cultural, más que en sus expresiones externas y vistosas bajo la forma de ferias gastronómicas y artesanales, algo de música y danza. Es así que varios de los pueblos originarios presentes en la capital han hecho lo propio para preservar y mantener sus prácticas culturales y hacer lo posible para que sus largas y viejas raíces resistan la distancia y el tiempo. Los más jóvenes, aunque hayan nacido en Lima, no dejan de ser portadores de esa amplia riqueza y me atrevo a decir que son muchos los que siguen el rastro de esas raíces para recuperar las herencias de sus ancestros.
Si bien hace muchas décadas Lima dejo de ser blanca y colonial aún se reproducen las representaciones sociales del ser capitalino, urbano y superior como señales de las profundas desigualdades y del racismo que explica porque nos choleamos tanto en la Lima multicolor. A este fenómeno Silvia Rivera Cusicanqui le denomina colonialismo interno, cuando establecidas y encarnadas las jerarquías los de abajo desean lo que tienen los de arriba en el poder ¿Cómo derribar estas barreras que nos separan y alejan? ¿Cómo liberarnos de esa herencia colonialista? Es en este punto donde la Educación Intercultural cumpliría una importante labor y para ello contamos con una Política Sectorial desde el 2016 que ha avanzado poco en las ciudades.
La escuela es el primer espacio donde esa diversidad se expresa y en donde también se estigmatiza y encubre, cuando los niños aprenden con lágrimas que el color de la piel, la lengua, los acentos, la apariencia y el apellido son factores de diferenciación que convertirán a unos en víctimas del bullying y a otros en victimarios. Con una educación intercultural para todos nuestras hijas e hijos se afirmarían en quiénes son y crecerían orgullosos de sus legados ancestrales originarios o extranjeros para poder convivir, respetar y valorar las diferencias. Imaginen ahora una Lima intercultural en donde todas y todos nos tratamos con respeto, sin lugares vetados, con múltiples lenguas y formas de hablar el castellano sin censuras, una Lima hermosa donde podamos celebrar las culturas que la habitaron y la habitan y no solo su fundación a sangre y fuego en manos de los colonizadores.
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