Con el inicio del nuevo año andino-amazónico se cierra un ciclo en la vida de los pueblos originarios, una vida vinculada a la tierra, las montañas, los bosques y el agua bajo la luz y el calor del tayta inti (padre sol), personaje central que durante el solsticio de invierno brilla menos horas del día. En los Andes se declara el inicio de la temporada de seca para hacer posible el hatun tarpuy (siembra grande) entre setiembre y octubre, y las cosechas de noviembre. Las y los runas renovaran sus compromisos con la vida y con la tierra, fuente de alimentos para ellos, sus animales y plantas.
Con la pandemia las celebraciones no han sido las mismas, pero no ha impedido que los runas calienten el corazón para acoger al amanecer ese nuevo sol que durante seis meses brillará intensamente haciendo posible su existencia. El domingo pasado se congregaron virtualmente más de cien autoridades, maestros y especialistas del sector educación bajo el nombre “Impulsores de la Educación Intercultural Bilingüe - EIB de la Región Apurímac” para celebrar el año nuevo andino. Los representantes de las 7 provincias de Apurímac realizaron rituales desde sus hogares y comunidades con kintus de coca (3 hojas de coca unidas que representan los tres mundos en la cosmovisión andina) y ofrendas diversas: chicha, flores, conchas, vino, cigarrillos y otros. Varios brindaron a doble quero (vaso ceremonial) dándole de beber primero a la pachamama como corresponde con la anuencia de sus montañas sagradas; otros elevaron cantos e hicieron sonar el pututu en señal de reverencia y cariño al astro sol.
Al grito de ¡Jayli! ¡kausachun! (¡Viva!) estos maestros cariñosos se revitalizaron en el rito colectivo para seguir cultivando su cultura quechua, llevarla a las aulas, pedagogizarla y potenciarla para una vida buena, para el sumaq kawsay o buen vivir. Y así unidos en una causa común se unieron a través de una pantalla de “zoom” en un Inti Raymi distinto. El carácter celebratorio de esta fiesta no reside únicamente en su ancestralidad, sino en la renovación de los pactos de los seres humanos con los seres no humanos para hacer posible el sumaq kawsay, un proyecto de vida que ha sido una y otra vez amenazado, violentado, despreciado y subestimado desde la llamada modernidad.
La pandemia ha puesto en evidencia el fracaso del sistema capitalista y el modelo neoliberal, fracaso que los pueblos originarios conocen bien porque han pagado por siglos el costo de esa modernidad: discriminación, violencia, invasión, destrucción de territorios, imposición de monocultivos. Las y los maestros EIB de Apurímac están en lucha permanente para que la educación no sea más un instrumento que vulnera sus mundos sino el camino hacia su autoafirmación, conocimientos, valores y sentimientos que les permita transitar por la vida con dignidad y orgullo, manejando tecnologías de información y comunicación, conociendo bien lo que acontece en este planeta que no hemos sabido cuidar y dispuestos a defender el legado de los ancestros ¡Kausachun tayta inti!¡Feliz año nuevo andino!
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