El asesinato de 13 peruanos en Pataz (La Libertad), víctimas de la ilegalidad, ha puesto en evidencia el escalamiento de la violencia y el crecimiento de un mounstruo incontrolable. Como si fuera un Tifón con cien cabezas de dragón, actúa con libertad, sin miedo ni freno. Ese Tifón es la minería ilegal, un monstruo de cien cabezas que viene devastando nuestra Amazonía desde hace muchos años, y ha extendido sus tentáculos en casi todas las regiones del país.
Todos hemos oído de los rastros de la minería ilegal en Huepetuhe, “La Pampa”, el corredor minero y los ríos de Madre de Dios. Hemos escuchado de las fosas comunes, desapariciones, asesinato de defensores, trata de mujeres y niñas. Pero casi siempre solo hemos sido espectadores, desde una distancia cómoda, como si el horror nunca nos alcanzara.
El Tifón de la minería ilegal destruye todo a su paso, y cada una de sus cabezas representa un daño mayor: corrupción, ilegalidad, crimen organizado, sicariato, trata de personas. Todos estos males se han dado fuerza entre sí, alimentando a una bestia que ahora devora a nuestro país y a los peruanos.
Pataz no debe repetirse. Hoy estamos en duelo nacional. Sin embargo, Madre de Dios lleva casi dos décadas de duelo, y el monstruo tiene tanta fuerza que ya no se esconde. Nos desafía, nos muestra su poder. Se burla de nuestra indiferencia.
Necesitamos derribar a este Tifón. Muchas voces se han alzado desde los diferentes poderes del Estado, colectivos, sociedad civil y organizaciones indígenas, pero lo necesitamos un liderazgo decidido y una estrategia integral. Este liderazgo debe tomar acciones concretas —y no más paliativos— para cortar una por una las cabezas del monstruo, desde la raíz.
La minería ilegal ya no es solo un problema nacional, está avanzando por toda América Latina. Así como compartimos biodiversidad, patrimonio natural y cultural, los países también compartimos amenazas. El crimen organizado es ahora transfronterizo.

Es urgente que los países de la región —Perú, Bolivia, Colombia, Brasil, Ecuador y Venezuela— actúen de forma articulada. Debemos proteger nuestras fronteras, evitar el paso de la ilegalidad y cerrar filas con un mensaje claro y contundente: habrá consecuencias reales para quienes destruyen, asesinan y empobrecen nuestros países, y nos quitan las oportunidades de un mejor vivir.
Nos falta empatía. Seguimos creyendo que el problema solo está en Pataz, que toda la culpa es del interminable proceso de formalización minera y de la extensión del Reinfo, pero estos apenas son síntomas. El monstruo está activo desde hace mucho y ha crecido con la complicidad de la corrupción, la ilegalidad y el crimen organizado. Si seguimos optando por ser simples espectadores, si no nos unimos para enfrentarlo, el monstruo seguirá creciendo y haciéndose más fuerte, y pronto será imposible vencerlo.
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