A pocos días de regresar a las aulas de manera presencial, después de dos años de pandemia, me pregunto ¿cómo podemos avanzar hacia el futuro y transformar la educación superior de una vez por todas? En estos días se habla mucho de educación híbrida y de la transformación digital en el sistema educativo, lo cual me parece importante, pero más allá de pensar solamente en los recursos tecnológicos, considero clave implementar métodos de enseñanza más innovadores para lograr cambios y mejoras trascendentales.
La primera metodología disruptiva, y que se ajusta perfectamente a la educación híbrida, es el Aula Invertida, un modelo educativo donde los jóvenes estudian la teoría en casa pero la ponen en práctica en el aula, a través de proyectos de alto impacto. Con este método, según la revista international Journal of Developmental and Educational Psychology, el 78% de los estudiantes asimilan mejor los conocimientos y potencian el aprendizaje autónomo.
Otra alternativa es el Aprendizaje Cooperativo, basado en el trabajo en equipo para el logro de objetivos comunes. Este método, según el artículo Experiencias de trabajo cooperativo en la educación superior, de la Universidad Católica San Antonio de Murcia, no solo produce fricción creativa entre los estudiantes y mejora la adquisición colectiva de conocimientos hasta en un 82%, también ayuda a desarrollar competencias sociales como la empatía, el consenso y la asertividad.
Asimismo, tenemos el Design Thinking, una metodología muy utilizada en grandes organizaciones como Apple, Google, IBM o Nike, y que fomenta la generación de ideas innovadoras a partir de la comprensión de necesidades reales. Esto, aplicado en el aula, permite que los estudiantes trabajen en equipos e interactúen para proponer soluciones a problemas de cualquier índole. En Toulouse Lautrec, por ejemplo, tenemos un método denominado Toulouse Thinking, donde los estudiantes resuelven desafíos o retos que movilizan habilidades creativas, socio emocionales y digitales, para aprender y trasladar estas experiencias a situaciones reales.
Evidentemente, algo que tienen en común todas estas metodologías innovadoras es que ponen al estudiante en el centro, pasando de la enseñanza tradicional, al aprendizaje activo basado en proyectos o problemas, donde el estudiante investiga, diseña, prototipa y soluciona. Ese es el tipo de profesionales que necesitamos en el país. Es por eso que el retorno a las aulas debe retarnos a pensar en la mejor manera de, no solo recuperar los niveles de aprendizaje, sino de potenciarlos.
Los institutos, escuelas de educación superior y universidades, públicas y privadas, tienen que convertirse en espacios digitales vivos, innovadores, abiertos y multiparticipativos; es decir, entornos en los que se encuentren los estudiantes, la industria, la empresa y la sociedad. El momento de la transformación es ahora.
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