En el penal de mujeres de Ancón, me topé con la mirada fría de una mujer. Era invierno del 2018 y ella estaba vestida con mucha ropa. Solo se le veían los ojos. Le sonreí. Como era extranjera, le hablé en inglés como pude. Ella había decidido morir. Lo que quería era salir del penal para regresar a su país y suicidarse.
Fue uno de los testimonios que la hermana Annabell más recuerda de las internas del penal de Ancón II a las que visitaban semanalmente las Siervas del Plan de Dios. “Nunca me había encontrado con una persona que tuviera tan fuerte el vacío existencial”, decía la religiosa. Pero con su trabajo y fe, la interna iría cambiando.
Desde el 2015, las Siervas les llevaban trabajos personales de autoestima y valoración. Ellas combinaban la fe con el valor humano, porque muchas de las internas han perdido la dignidad. “Hay que rescatar lo que son más allá de lo que han hecho. La mayoría es consciente de su pecado. Hay arrepentimiento”, dice.
En navidad, los niños con discapacidad del colegio La Alegría en el Señor, a cargo de las Siervas, prepararon un concierto en el penal. Para la hermana Annabell, “fue el encuentro de dos mundos necesitados. Las internas les prepararon carteles, bolsas de caramelos y peluches. Todo el amor de esas mujeres salió”.
“No pierdas tiempo conmigo”, le decía aquella interna a la hmna. Annabell. Sin embargo, aquel día la vio feliz, cogiendo en brazos al niño Jesús, cantando villancicos y bailando como niña. “La fe nos da alas, pero para quien no cree, volver a tener ilusión, poder mirar más allá de los muros, es importante”, dijo.
En octubre del aquel año, más de 250 internas fueron trasladadas a tres penales de mujeres en Chorrillos: Santa Mónica, el de máxima seguridad y Virgen de Fátima, pues en el penal de Ancón había más espacio para llevar a los internos que se encontraban hacinados en los penales Castro Castro y Lurigancho.
Veinte internas se preparaban para recibir el bautismo, la primera comunión y confirmación. Iban a recibir los sacramentos en octubre y noviembre, y un mes antes las cambiaron de penal. Solo cinco harían sus sacramentos gracias a que las Siervas las encontraron, luego de su traslado, en el penal Virgen de Fátima.

“Tuvimos suerte de entrar en sus pabellones. Íbamos con la guitarra cantando mientras estaban en sus talleres de trabajo. Ellas no podían dejar de trabajar. Hacíamos una oración y luego cantábamos. Se conmovían. Era como una visita de Dios que las buscaba en medio de lo que estaban haciendo”, recuerda la religiosa.
“La internas tenían que hacer opciones, porque el penal era causa de perdición o salvación de acuerdo a cómo vivían. Había gente inocente que ingresaba por transportar droga por necesidad de dinero. Pero también había secuestradoras y asesinas. Había lesbianismo y algunas entraban a ese mundo en el penal”, señaló.
“Cerca de la fiesta de la Inmaculada Concepción les hablábamos sobre la pureza. En octubre, mes del Señor de los Milagros, hicimos una jornada grande sobre el perdón y la reconciliación”, explica. Cada semana preparaban una actividad: un trabajo personal, una oración compartida, un diálogo comunitario y una película.
“Muchas están pasando por un proceso de reconciliación, porque reconocen que han hecho algo malo. Hasta las personas inocentes dicen: estoy pagando por otras cosas. Hay gente que en prisión hace un camino de conversión y de aceptación. Hay un querer entender qué es estar en prisión”, explica la religiosa ecuatoriana.
Con la pandemia, se dio la posibilidad de enviar a las internas material audiovisual, así como canciones motivacionales en formato digital. Las Siervas empezaron dando un taller de evangelización dirigido a la formación y otro taller de oración para fortalecer la piedad de las internas de Chorrillos.
Una persona que trabajaba en el penal de Ancón, ahora de hombres, vio el taller que recibían las internas del penal Virgen de Fátima y pidió uno similar para los varones. Con ayuda de un sacerdote, las Siervas reunieron videos y material escrito para ofrecer talleres bíblicos a los internos de Ancón.
Actualmente son dos grupos de 30 internos que han recibido biblias y se reúnen para ver los videos y hacer los trabajos preparados por las religiosas. Uno de los líderes, que es evangélico, es feliz con su ayuda. Este taller de oración ha sido replicado, gracias a los agentes pastorales, en otros penales como el de Chimbote.
Pese a la pandemia, el trabajo constante y ahora virtual de las Siervas viene dando sus frutos. “Son los internos los que nos marcan. Piden los videos y fichas del mes”, acota la religiosa. Por la capellanía del penal de Ancón las Siervas saben que los internos pidieron celebren misa y ellas han recibido cartas por Navidad.
Estos espacios de reflexión, conocimiento personal y oración que ofrecen las religiosas buscan ayudar a los internos a ocupar su mente y cuerpo en otra cosa que no sea el pensar en su ausencia de libertad. Es un ejemplo de perseverancia y amor al prójimo el que realizan estas laicas consagradas con gran convicción y fe.

Comparte esta noticia