Vivimos una vida agitada. No pensamos en las cosas importantes, sino en el funcionamiento de las cosas. Esto genera en nosotros una actitud poco reflexiva y una visión de la realidad de cosas que me puedan servir a mí, de acuerdo a un paradigma funcional, eficaz, pero poco profundo.
Se ha perdido el valor de lo sagrado. Como no tenemos el tiempo para comprender la realidad divina de la eucaristía, he querido dedicar esta columna a profundizar en su significado. El padre Chrisitan Yamanija, sacerdote con Maestría en Teología Espiritual por la Facultad Teresianum de Roma, describe el valor sagrado de esta realidad divina.
“La iglesia ama y valora tanto al Señor que vive en la eucaristía, que tiene que ver su cuidado en la celebración de la misa, no con las formas externas, sino con su sentido profundo. Si el Señor no estuviese en el centro y no fuese su presencia eucarística lo más valioso, la iglesia perdería la consistencia, el sentido, la hondura y el horizonte hacia el cual vive”, recordó el prelado.
Por lo tanto, dijo que la iglesia protege a la eucaristía a través de un ordenamiento jurídico expresado en el Código de Derecho Canónico (CDC). Según señala el canon 1367 del CDC, mencionado en las últimas semanas por los obispos del Perú, quien arroja por tierra las especies consagradas, o las lleva o retiene con una finalidad sacrílega, incurre en excomunión latae sententiae reservada a la Sede Apostólica.
El padre Yamanija explicó que “la iglesia ama y cuida tanto a la eucaristía que aplica el mayor de los castigos como la excomunion latae sententiae cuando se tiran las hostias, se llevan o se las retienen con una finalidad sacrílega como recibirla en la lengua y sacarla para algún rito de superstición”.
“La excomunion latae sententiae significa que no hay proceso judicial, sino que el castigo se da en el momento mismo en que se realiza el acto sacrílego” y explicó que la excomunión es quedar fuera de la iglesia no solamente en la tierra, sino fuera del cielo y del purgatorio.
“La iglesia no solo es peregrina en la tierra; también está la iglesia triunfante, en el cielo, y la iglesia purgante, en el purgatorio. Morir excomulgado es estar fuera de la comunión eterna que es el infierno”, precisó el prelado.
Cometida esta falta grave, uno se pregunta ¿quién puede perdonarla? Según el mismo canon 1367, la excomunión latae sententiae está reservada a la Sede Apostolica, es decir, “no la puede perdonar ningún sacerdote, párroco, obispo ni cardenal. El único que lo puede perdonarla es el Santo Padre”, reiteró Yamanija.
“Solo el Santo Padre, a través de la Santa Sede, en un proceso en la penitenciaría apostólica, es quien firma o autoriza el perdón en este caso. Esto te habla de cómo la iglesia cuida la eucaristía y se pronuncia cuando una persona recomienda sacar o llevar la eucaristía para hacer un ritual”, expresó el clérigo.
“Un sacrilegio es ir en contra de lo sagrado. La eucaristía es lo que nosotros más amamos. La eucaristía es el Señor. A partir de eso se entiene la profundidad, la importancia y la gravedad de atentar contra ella”, precisó y explicó en qué momento de la misa el pan y el vino se conviertan en el cuerpo y sangre del Señor.
“Ese momento se llama epíclesis, cuando el sacerdote desciende las manos sobre las ofrendas. Ahí intercede toda la iglesia, los santos, los ángeles, las almas del purgatorio e invocamos al Espíritu Santo para que con la fuerza divina transforme las ofrendas”, dijo. Con este testimonio, que podamos comprender un poco más el misterio divino que encierra la eucaristía.
Como señala el padre Yamanija, “muchas veces buscamos a Dios, para que se nos revele de manera muy clara, contundente y poderosa, y nos ilumine y quite de nuestra vida todo lo que signifique dolor, sufrimiento, enfermedad o pobreza. Pero, Dios no necesariamente se manifiesta así. Dios se manifiesta de manera muy sencilla y pequeña, en un pequeño pedazo de pan, donde Él está realmente presente”.
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