
Desde que iniciamos, hace un año, La Mirada Positiva, nos gusta saludar cada semana diciendo “paisana, paisano”, una palabra elegida con intención y con cariño. Porque si bien aún algunas personas usan paisano como sinónimo de campesino, del francés paysan, su uso más generalizado, en toda Latinoamérica, es que paisano es alguien de nuestra tierra, con quien compartimos raíces profundas, aunque no nos conozcamos.
En Lima, por ejemplo, los migrantes que llegaron desde regiones del país, usted o quizá sus padres o sus abuelos, formaron clubes provinciales y departamentales entre paisanos. No solo para celebrar fiestas, sino para sostenerse, buscar trabajo, compartir alojamiento, hablar quechua o aimara cuando el castellano se sentía ajeno, y ayudar a sus pueblos natales. Ahí, paisano significó red, familia extendida, apoyo mutuo.
Pero la palabra paisano tiene muchos niveles, del mismo pueblo: mis paisanos huancaínos; de la misma provincia: mis paisanos de Piura; del mismo país e incluso del mismo continente, pues su extensión crece mágicamente dependiendo de cuán solos nos sintamos. Cuando viví en Europa y en Canadá, paisano no era solo el peruano, sino también el boliviano, el mexicano, el chileno, el brasilero. Porque cuando se está lejos, uno se siente del mismo “país simbólico” con quien comparte idioma, sabores, gestos. Y a veces, basta un “oye, cuate” o un “che” para que nazca un lazo invisible.

Pero paisana, paisano, esta mirada positiva quiere invitarlos a mirar más cerca. A usar esa palabra no solo cuando estamos lejos, sino también aquí, en nuestro país, en nuestra ciudad o en nuestro barrio. Porque muchos vivimos como si fuéramos extraños y hacemos poco por nuestro entorno. Hemos perdido, suavemente, casi sin darnos cuenta, ese sentido de hermandad que nos debe unir.
Por eso en La Mirada Positiva, decir “paisana, paisano” es un acto de resistencia frente al individualismo. A recordar que, aunque vengamos de distintos orígenes sociales, o regiones o tengamos historias diversas, compartimos un país, una esperanza y un destino. Y que al reconocernos comencemos a querernos y trabajar juntos para avanzar.
Porque al final, ser paisano es saberse acompañado. Y en tiempos donde tanto nos divide, recordar lo que nos une es ya una forma de esperanza. ¿Qué podemos hacer los peruanos, qué puede hacer usted paisano, paisana, para sentirnos más unidos y trabajar más juntos?
Comparte esta noticia