RPP Noticias conversó con críticos literarios sobre dos novelas emblemáticas de José María Arguedas y Mario Vargas Llosa —"El zorro de arriba y el zorro de abajo" y "Conversación en La Catedral"— que, a más de 50 años, son una invitación a pensar la complejidad realidad peruana.
La que se publicó primero, en 1969, empieza así: “Desde la puerta de ‘La Crónica’, Santiago mira la avenida Tacna sin amor: automóviles, edificios desiguales y descoloridos, esqueletos de avisos luminosos flotando en la neblina, el mediodía gris”; la otra, publicada en 1971, tiene un arranque no menos plúmbeo, escrito con un corazón fatigado desde Santiago de Chile: “En abril de 1966, hace ya algo más de dos años, intenté suicidarme”.
Se tratan de “Conversación en La Catedral” y “El zorro de arriba y el zorro de abajo”, dos portentos narrativos de la literatura peruana escritos por Mario Vargas Llosa y José María Arguedas, respectivamente, que a poco más de 50 años continúan expresando dos miradas sobre el Perú precisas para suscitar reflexiones a sus lectores en medio del Bicentenario de la Independencia. ¿De qué país nos habla cada una? ¿En qué medida continúan vigentes en la actualidad?
‘Los zorros’ de José María Arguedas
El libro de Arguedas, según comentó el crítico literario Marcel Velázquez a RPP Noticias, representa la ola migratoria y el proceso de modernización que ocurrió en Chimbote desde la década de 1950. “Es una novela distinta a otras del propio Arguedas, en las cuales él se concentra más en el espacio andino. Acá se trata, más bien, de sujetos migrantes que conservan su cultura, pero empiezan a interactuar de manera más dinámica con otras formas de ver el mundo”, dijo el profesor de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
En sus diversas visitas a la ciudad ancashina, el autor andahuaylino atestiguó el boom de la industria pesquera, encabezado por el empresario Luis Banchero Rossi, y también un tejido social en formación al que comparó con Lima, en una carta al antropólogo estadounidense John Murra, debido a su creciente número de barriadas, la mayoría de ellas compuestas por personas de “origen andino”. Su ficción buscó englobar esta compleja estructura social y cultural a la que denominó como "hervidero humano".
Pero en las páginas de “El zorro de arriba y el zorro de abajo”, aparte del “narrador etnógrafo que observa cómo un universo está destruyéndose por un proceso de modernización capitalista que envilece al hombre andino”, como señaló el crítico Jorge Valenzuela, también convive otro narrador, el de los diarios, que es el mismo José María Arguedas ofreciendo un recuento de sus últimos días mientras “observa ese mundo personal que está destruyéndose a su alrededor”.
“La gran originalidad y propuesta de la novela es el diario, cómo asistimos como lectores al drama que vive ese narrador, que habla de sí mismo y sus dificultades para vivir, escribir, y sus deseos de morir. Una mirada de la sierra a la costa, a la migración, y el drama del escritor que de alguna manera se siente parte de esa migración, aunque diferente, porque su experiencia no es de los personajes que van a trabajar a las bolicheras”, sintetizó la crítica Giovanna Pollarolo.
El Zavalita de Mario Vargas Llosa
En contraposición al mundo andino de José María Arguedas, Santiago Zavala, el protagonista de “Conversación en La Catedral” de Mario Vargas Llosa, personifica “al segmento criollo” del Perú, de acuerdo con Valenzuela, y “a través de él a esta incapacidad de este segmento de democratizarse”. “Es una novela que, fundamentalmente, representa los espacios políticos tanto de Lima como de Arequipa”, sostuvo Velázquez.
La historia transcurre durante la dictadura de ocho años del general Manuel A. Odría, entre 1948 y 1956, y ofrece una mirada sobre la corrupción política y su influencia en todas las dimensiones sociales. Retrata, en palabras de Pollarolo, “todo lo que genera una sociedad corrupta, donde todos corrompen y son corruptos”, y en el que el propio protagonista termina por adherirse a ese escenario de degradación moral.
“Santiago Zavala es incapaz de comprometerse con un proyecto de cambio radical, es un cobarde, alguien que no asume como debe ser el sueño de la revolución y, en esa parálisis, renuncia a cualquier posibilidad de transformación social para aceptar los mandatos que le imponen su propio origen de clase”, opinó Valenzuela. Un personaje nada concesivo, capaz de cuestionarse (¿en qué momento se jodió el Perú?), pero marcado por sus propias limitaciones sociales.
Para Valenzuela, el diagnóstico de Zavalita sobre sí mismo y su país no busca “liquidar históricamente” a la élite a la que pertenece, sino “hacerla consciente de sus falencias, casi en un propósito de enmienda”. “Santiago Zavala es implacable consigo mismo, pero cuando debe tomar decisiones, nunca sale del seno del segmento criollo al que pertenece”, indicó el especialista.
Los zorros dialogan con Zavalita
Además de compartir una época (fines de los años 60 y principios los 70), hay ciertas coincidencias que vale la pena recoger entre “El zorro de arriba y el zorro de abajo” y “Conversación en La Catedral”. La primera, apuntó Velázquez, es su ambición totalizadora por capturar “una representación de la realidad en todas sus dimensiones”, que es un deseo más patente en Mario Vargas Llosa. Pollarolo refrendó el punto: “Eso podrían tener en común, el afán de la novela total, quizá los emparenta eso”.
Sin embargo, los resultados de ambos autores difieren, pese a que los una un impulso creativo por experimentar con las estructuras narrativas. Mientras el Nobel peruano integra a su novela las técnicas narrativas aprendidas de la literatura estadounidense (William Faulkner sería decisivo para él en aquel ciclo que componen sus primeros tres libros), José María Arguedas construye un híbrido en el que habitan la ficción, los diarios, las cartas y la mitología andina.
Para Valenzuela, el autor de “Los ríos profundos” está poniendo en tela de juicio “los patrones de construcción narrativa del boom latinoamericano” al incorporar al “autor real como una instancia enunciativa en el universo de ficción y, desde ahí, cuestionar el concepto de ficción mismo”. Mientras, Vargas Llosa se sirve de su “complejidad estructural” para “reconstruir ese universo oscuro, caótico, corrupto en el que se tejen historias para ocultar la verdad”.
Así, según Velázquez, bajo los reflectores actuales las dos novelas cobran vigencia, pues la del escritor andahuaylino “nos interpela como comunidad política, más en estas circunstancias que se ha elegido un presidente que representa esos valores andinos, rurales”, y la del autor arequipeño aborda el mal peruano por excelencia, la corrupción, cuyas prácticas hoy trascienden la esfera central y “se han regionalizado”.
Leer las novelas de cara al Bicentenario
De cara al Bicentenario del Perú, ¿qué preguntas ofrecen “Conversación en La Catedral” y “El zorro de arriba y el zorro de abajo”? ¿Qué reacciones pueden producir en los lectores que se acercan a sus páginas? Para Jorge Valenzuela, el título de Mario Vargas Llosa nos interpela “desde el punto de vista del fracaso de las clases medias para articular un proyecto de nación integral”. Y en el caso de José María Arguedas, el libro “nos sitúa en el borde del abismo, una novela de transición que demuestra hasta hoy que el Perú es un país en permanente hervor”.
De acuerdo con Marcel Velázquez, ambos escritores “ofrecen comprensiones del país, de la sociedad”, y deben ser leídos a pesar de sus divergencias. “Arguedas es un escritor que evidencia las tensiones, las fracturas, pero también las posibilidades de la multiculturalidad peruana. Vargas Llosa está más interesado en la conducta, el efecto moral de los actos humanos, en la libertad de sus personajes que van construyendo una vida marcada por un secreto o un acto innoble que los hace paradójicamente más humanos”, manifestó.
La crítica Giovanna Pollarolo matizó que, aunque "las novelas no deben leerse como un espejo de la realidad", en escritores como Vargas Llosa y Arguedas las referencias a la realidad son evidentes. "Son novelas muy valiosas que nos conviene leerlas, es bueno leerlas, porque nos damos cuenta de que lo que pasa no es nuevo, no sale de la nada, nos están trayendo noticias de otros tiempos, nos abre a la reflexión", indicó.
Y, sin duda, su lectura nos sigue ofreciendo un enorme placer.
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“El fantasma de la ópera” (1910) es la más célebre de sus novelas, una historia de amor sutil y refinada que bordea el terror, sin caer en la truculencia o irrealidad. Todo un clásico que ha visto multitud de versiones en cine, teatro y musicales.
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