RPP Noticias conversó con especialistas para reflexionar sobre la vigencia que mantienen Miguel de Cervantes, William Shakespeare y el Inca Garcilaso de la Vega, a propósito del Día Mundial del Libro.
Aunque se sabe que Miguel de Cervantes Saavedra y William Shakespeare no fallecieron el mismo 23 de abril de 1616 —el primero falleció un día antes y el segundo, según el calendario actual, probablemente un 3 de mayo—, lo cierto es que, así como el Inca Garcilaso de la Vega (otro hombre de letras fallecido en la misma fecha), todos ellos respiraron el mismo aire monárquico y religioso de su época.
A más de 300 años, la Unesco decidió seleccionar esa fecha simbólica para conmemorar, desde 1995, el Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor. Un hito que cruzó los destinos de tres hombres de letras y gracias a quienes, ya sea en las orillas del río Támesis o en las costas del mar Mediterráneo y el océano Pacífico, la lectura es motivo de celebración.
Cervantes, Shakespeare y el Inca son expresión de una lengua, una posición en el mundo, una concepción de la literatura y un periodo marcado por las tensiones de un mundo que había abierto sus fronteras. Por ello, el Día Mundial del Libro es toda una invitación a repasar sus vidas y la vigencia de sus obras.
Inca Garcilaso de la Vega, faro del mestizaje
El Inca Garcilaso de la Vega nació en Cusco un 12 de abril de 1539. Fue hijo del capitán español Sebastián Garcilaso de la Vega y Vargas y la noble cusqueña Chimpu Ocllo, y tuvo como lengua originaria el quechua, aunque por la educación que recibió pudo dominar el castellano.
Este detalle no resulta menor, pues el autor peruano fue, según reflexionó el crítico Marcel Velázquez a RPP Noticias, un “mestizo ‘a boca llena’”. Para el profesor de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, el Inca Garcilaso de la Vega “buscó la armonía y la traducción entre dos culturas” que, debido a la colonización, parecían distanciadas entre sí.
Gómez Suárez de Figueroa, como fue bautizado, viajó a los 21 años a España tras la muerte de su padre. Instalado en la patria paterna, sirvió como militar para la corona española en sus batallas contra los moros rebeldes, aunque no duró mucho en la milicia y decidió abandonarla para retomar una vocación que, seguramente, había alimentado desde más joven: ser escritor.
Así inició un extenso proceso para concebir “Los comentarios reales”, obra para la cual, como apuntó el escritor Luis Loayza en un ensayo, el Inca Garcilaso se preparó “toda su vida”. Publicada en dos partes, en 1609 y 1617 (la última de manera póstuma), estos textos fueron traducidos al francés, inglés e italiano, y hasta llegó a ser “referido por Voltaire y otros ilustrados”, detalló Velázquez.
“Él conjugó el ideal del Renacimiento, armas y letras. Por ello, creó un escudo propio que representa su concepción de escritor y su propuesta de mestizaje: símbolos heráldicos hispanos a un lado y, al otro, amarus entrelazados, dualidad andina. Su construcción idealizada de los incas es nuestra fantasía histórica más duradera”, indicó el investigador.
Por su lado, el crítico y escritor Jorge Valenzuela comentó a RPP que el Inca Garcilaso logra construir una memoria que, hasta la fecha, "organiza una visión del pasado y el presente". "Recopila los mitos y las narraciones incas que hasta hoy nos sirven para explicarnos el origen incaico, nuestro pasado y la cosmovisión incaica".
"Los comentarios reales" como libro total, que busca abarcar una representación del incanato y corregir los modelos historiográficos recogidos por los cronistas españoles. Y también como obra múltiple, que se alimenta de diversas fuentes para redondear el propósito del Inca Garcilaso que, según Valenzuela, es "incorporar la civilización inca al concierto universal de las grandes civilizaciones".
Cervantes, autor del “Quijote”
Cuarto de siete hijos, fruto de un matrimonio entre un médico cirujano y una señora que poseía bienes en Arganda, Miguel de Cervantes Saavedra nació en 1547 en Alcalá de Henares, ciudad al noroeste de Madrid (España). Sus primeros estudios de letras los hizo en Córdoba, adonde se mudó con su familia luego de que su padre sufriera sucesivas desgracias económicas.
Desde su temprana juventud, una desdicha itinerante marcó con fuego la vida del escritor: fue camarero en Italia, soldado de la Santa Liga en la batalla contra los turcos en Lepanto (donde su mano izquierda quedó inmovilizada por un mosquetazo), esclavo en Argelia, comisario real de abastos de la corona española y presidiario en Sevilla.
Pero, por encima de todo, Cervantes fue un voraz lector que tuvo la audacia de fundar y agotar el género novelesco con “El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha”, un libro que, según dijo el escritor Ricardo Sumalavia a RPP Noticias, surgió a raíz de la “admiración, saturación y decepción de los géneros vigentes y populares de su época”, es decir, los libros de caballería.
“Muchas de las cosas que discutimos ahora de la narrativa, de alguna u otra manera, vemos que ya estaban en el ‘Quijote’”, señaló el también crítico, para quien el ejemplo más claro de la vigencia del autor español en el siglo XXI es haber sembrado en algunos pasajes de su novela, entre muchas otras propuestas, la narrativa de autoficción que está tan en boga hoy en día.
En un periodo de absolutismo monárquico, opresivamente religioso, en el que las expediciones europeas se extendían a lo largo de América, Cervantes registraba la decadencia y el esplendor de su tradición en el caballero de la triste figura y su escudero Sancho Panza. Pero no con una mirada trágica, sino a través de una ironía que se convirtió desde entonces en ingrediente esencial de la novela.
“Cervantes conocía muy bien su tradición literaria y quería expresar sus preocupaciones de ese momento, que coincidieron con periodos de cambios en la sociedad. Por eso, como en otros periodos de quiebre, miramos las experiencias anteriores y nos encontramos siempre con el ‘Quijote’”, ensayó Sumalavia.
Shakespeare, inventor de lo humano
Al contrario de Cervantes, no hay en la vida de William Shakespeare los sobresaltos de un viajante o un prisionero. Nacido en Avon (Reino Unido), en 1564, poco se conoce sobre la biografía del dramaturgo y poeta inglés, aunque se sabe que fue el tercero de ocho hijos de un hogar católico, y que cultivó su vocación por las letras en la Grammar School de su ciudad natal.
También registran sus biógrafos que en 1582 contrajo matrimonio con Anne Hathaway, con quien tuvo tres hijos, y que entre, aproximadamente, 1590 y 1613 se estableció en Londres, donde se sumó como actor a la compañía de teatro Chaberlain's Men. Compositor de sonetos, Shakespeare empezó a dedicarse a la dramaturgia durante esos años londinenses.
Divididas en tragedias, comedias e historia, sus piezas de teatro le granjearon fama al “Bardo de Avon” en la Inglaterra isabelina. Hamlet, Falstaff, Macbeth, Edmundo, Julieta, Rosalinda… son numerosos los personajes shakespereanos que retratan las distintas caras de la naturaleza humana, así como los límites de la conciencia, e incluso en la actualidad siguen cautivando a un público que ve en ellos lo que el crítico Harold Bloom calificó como “el camino real hacia la individuación”.
“En Shakespeare, los personajes se desarrollan más que se despliegan, y se desarrollan porque se conciben de nuevo a sí mismos. A veces esto sucede porque se escuchan hablar, a sí mismos o mutuamente”, escribió el estudioso estadounidense en su libro dedicado a la obra del dramaturgo, titulado “Shakespeare, la invención de lo humano”.
Pero no solo sus representaciones de los cambios humanos hicieron de Shakespeare un autor universal, sino también su capacidad para renovar la lengua inglesa. Según apuntó Bloom en su volumen “Genios”, el poeta empleó “más de 21 000 palabras diferentes” en sus obras, con “casi 1800 nuevos cuños, muchos de los cuales se usan hoy”.
Clásicos indiscutibles
En su ensayo "¿Por qué leer a los clásicos?", el escritor italiano Italo Calvino ofrece 14 razones para acercarnos a libros que han traspasado la barrera del tiempo y son capaces de hablarnos desde su pasado sobre temas totalmente contemporáneos. "Es clásico lo que tiende a relegar la actualidad a categoría de ruido de fondo, pero al mismo tiempo no puede prescindir de ese ruido de fondo", sostiene el autor de "Las ciudades invisibles".
Así, tanto el "Quijote" de Cervantes como "Los comentarios reales" del Inca Garcilaso de la Vega y las tragedias y comedias de Shakespeare cumplen con cada uno de los motivos que Calvino enumeró para denominar a los clásicos: desde aquel que se "configura como equivalente del universo" hasta el libro "que te sirve te sirve para definirte a ti mismo en relación y quizás en contraste con él".
En el Día Mundial del Libro, este triunvirato de escritores todavía no termina de decir lo que tienen que decir.
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