La poeta y novelista colombiana comparte su manejo del dolor y cómo la escritura se convirtió en un vehículo para mitigar una pérdida que cambió su vida por completo.
La vida de Piedad Bonnett cambió por completo cuando su hijo Daniel se suicidó. Su muerte no solo cambió a su familia, sino también su forma de escribir, su literatura. Piedad nunca volvió a ser la misma. Lo que no tiene nombre se convirtió en su carta de despedida a su único hijo y su forma de calmar el dolor que sentía (que aún siente).
"La literatura es un vehículo que permite tramitar ese dolor, pero no es suficiente. Es un ejercicio intelectual, a pesar de que habla de los afectos, pero siempre queda un remanente de la pena que no cede nunca", reflexiona.
Bonnett considera que el dolor- que sufrió tras la muerte de Daniel- "no es un obstáculo" para su día a día, pero sí es constante. "Es la presencia de una ausencia. Solo la gente que cae en un estado patológico del duelo no puede superarlo. Para mí, es un dolor que emerge cada tanto, con un recuerdo, con cualquier cosa", dice con los ojos humedecidos.
Aceptar es la palabra que más ha usado en los últimos ocho años. "Es la única manera de sobrellevarlo. Eso siempre estará ahí, como que lacera, que duele".
Pero no solo la prosa la acompañó durante el proceso, también lo hizo la poesía. Los habitados también es sobre la pérdida. Pese a que dos de sus obras fueron dedicados al vacío que dejó la muerte de su hijo, ella no quiere "que sea el centro de mi literatura por simple pudor".
"Tanta otra gente ha perdido sus hijos que sería una falta de respeto seguir hurgando esa herida. Soy una madre más y no voy a hacer de eso el acontecimiento literario de mi vida. Puede que sea el acontecimiento de mi vida, sí. Pero, no quiero hacer de eso algo para compartirlo constantemente con mis lectores", comenta.
Su nueva novela, Donde nadie me espere, tiene como eje principal el abandono y fue escrito desde 2008. Redactarlo le tomó cuatro años y nació- según cuenta- con una frase que su hijo le dijo en el Aeropuerto Jorge Chávez de Lima hace años.
"Hay una pequeña cosa que tiene que ver con Daniel que no quería que él leyera. La historia es sobre un muchacho más o menos de su edad que lo abandona todo y quiere darse una tregua y termina en la indigencia, sin darse cuenta va cayendo. Esto se originó en una frase que él nos dijo: 'Mamá, papá, váyanse. Yo vendo mi cámara aquí y me hago un indigente'", comparte.
La historia detrás de todas las personas que viven en la indigencia ha sido un tema de interés para Piedad. "Me interesa mucho lo que parece una libertad y lo que eso significa: levantarse y poder ir a la derecha o la izquierda y que sea lo mismo, sin un rumbo, sin una determinación, sin rutina, siempre me ha impresionado mucho", menciona.
Ella no lo ve como un tema aislado y cree que "todos hemos tenido la fantasía de abandonarlo todo". "Cuando la vida nos resulta difícil, la rutina nos aplasta, soñamos ir a la playa, vivir con lo mínimo. En ese sentido, la gente podrá sentirse identificada con el sueño de un personaje que quiere hacer una pausa y pueda reflexionar sobre qué tan atado está a una vida que la sociedad le impone", finaliza.
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