El escritor habló con RPP Noticias sobre su novela La distancia que nos separa, el esfuerzo que hizo para escribirla y la relación con su padre.
Renato Cisneros espera los resultados de la II Bienal de Novela Mario Vargas Llosa. Su libro La distancia que nos separa está entre los cinco finalistas, luego de convertirse en uno de los mayores éxitos literarios de los últimos años en el Perú. En 2015 el escritor se mudó a España, pero la promoción de su libro le ha permitido regresar de visita antes de lo esperado y comenzar una gira por Latinoamérica. En esta reciente parada en la ciudad, el escritor y periodista conversó con RPP Noticias sobre su novela, la relación con su padre y su inesperado vínculo con el líder aprista Alan García.
¿Es el Perú tan desastroso como lo veías cuando vivías acá o la distancia aligera las cosas?
El Perú tiene los mismos dramas de otros países latinoamericanos y algunos europeos. No me parece que sea un país desastroso, para usar la palabra que tú has propuesto. A la distancia el Perú se ve mejor de lo que se veía aquí, sinceramente.
A Mario Vargas Llosa aún ahora lo acusan de antipatriota, le dicen que no debería opinar si vive en el extranjero. Parece que para algunos peruanos, el contacto con el exterior arruina la peruanidad.
La opinión de Mario Vargas Llosa es crítica y es saludable que exista. Polariza, pero la polarización es buena. No creo que todos tengamos que estar de acuerdo en todo. Una sociedad se construye en base a sus diferencias, en base a cómo uno asimila que hayan personas, figuras públicas, luminarias, intelectuales que piensen distinto. Creo que eso enriquece a un país en lugar de deteriorarlo.
En este proceso, en el cual has empezado a descubrir más a tu padre, ¿hay ideales que se han ido quebrando en el camino?
Se han ido humanizando. La novela tiene como personaje principal al 'Gaucho' Cisnero, este militar que tuvo cargos políticos muy importantes y fue el hombre que yo conocí. Pasamos 18 años juntos en la misma casa y yo lo tenía idealizado. Me esforcé mucho en contar la historia sin hacer apología o sonar panfletario. Para los peruanos, en algún momento, él representó una suerte de villano, el hombre duro de la dictadura militar de la década de 1970, el ministro bocazas del gobierno democrático de Belaunde. Una vez, una lectora me dijo: "Yo recuerdo perfectamente a tu padre y cuando él salía en la televisión teníamos miedo, miedo de lo que iba a decir o hacer". Por supuesto eso me ha ayuda a contrarrestar esta debilidad que yo tenía por él como hijo, por conocerlo en un único plano. Y eso ocurre con personas que tienen muchas facetas. Cuando van asomando sus otras caras, se convierten en personajes realmente entrañables.
¿Hace menos íntima la relación con tu padre ahora que tanta gente la conozca, que te hable y pregunten por ella?
A ver, no es mi padre de quién me hablan. El del libro es una construcción nutrida del personaje biológico que fue mi padre, pero también del personaje que yo inventé un poco. No siento que esté viviendo a costa de su recuerdo o que la acogida del libro haya menoscabado mi relación con él. Creo que es una entidad mezcla de muchas cosas. Mi padre fue el que tuve y murió el día que murió, lo enterramos y ya está. El personaje del libro es una construcción que tiene su nombre, pero está alimentada de recuerdos tergiversados, de testimonios de sus hermanos, hijos, amigos, de posibilidades imaginarias de cómo él hubiera actuado en determinadas situaciones. Uno nunca puede contar la historia tal como sucedió. Cualquier narración que se haga de ella, por más pegada que esté a lo real, siempre será un simulacro, una fotocopia.
¿La distancia que te separa de tu padre se acortó con el libro?
Hay distancias que nunca se acortan. La nuestra era una distancia generacional. Él tenía 50 cuando yo nací. Había también una distancia ideológica: él militó, transitó, defendió una política de derecha, en un momento en que la discusión de los Derechos Humanos no tenía tanta cabida. Yo hice un periodismo casi en la orilla inversa a la suya. No diría que soy de izquierda, pero soy una persona más preocupada por los Derechos Humanos, por los derechos de las minorías. Esa es otra distancia que no se ha borrado, que siempre estará ahí. Pero hay una distancia, en la forma en que él veía las cosas mundanas, que sí se ha acortado, porque revisar su pasado me ayudó a no tenerlo ya no como un héroe, sino como alguien más parecido a mí, igual de errático, igual de dubitativo, no tan seguro. Esa distancia se ha neutralizado.
En La distancia que nos separa revelas que tu padre planeaba asesinar a Alan García.
Sí, fue en 1987, cuando una buena parte de la sociedad peruana estaba harta de García. Él había entrado rápidamente en descrédito y en los círculo militares y empresariales estaban conspirando contra él. Eso no es ningún descubrimiento. Sí lo fue que mi padre estaba metido en esa conspiración. Algo había oído alguna vez, pero nunca le di crédito a la versión que mi padre se reunía en diversos local, estando él en el retiro, con militares en actividad y empresarios. Nunca supe de qué iban esas reuniones. Luego me enteré que él estaba muy entusiasmado con la idea de sacar a García. Mi padre tenía un lado que podríamos definir como golpista. Por una lado me escarapela la idea, por otro entiendo la situación, pero cuando me enteré de todo esto apareció la barrera del pudor.
Debió ser difícil lidiar con algunas cosas.
Cuando un escritor trabaja con un material tan personal, hay un límite que hay entre lo que puede hacerte daño y aquello que puede ser bueno para el libro. Tal vez esta historia no era buena para mí como hijo, pero sí para la novela. Así me pasó con otras pistas. Fui encontrando material inflamable, que quizá no me gustaba biográficamente, pero literariamente resultaba un material espléndido. Creo que quienes tienen una vocación artística sufren de esa neurosis. Puedes hacer que un material doloroso adquiera estética y belleza. Hay un escritor argentino llamado Pablo Ramos, citando a Sartre, que dice: "Lo que un escritor hace finalmente es dinamitar su existencia, y con los escombros construir los ladrillos de su escritura".
Ahora que has conocido a tu padre desde distintos ángulos, ¿qué te hubiera gustado decirle?
Eso es pura especulación. Es como cuando me preguntan si a mi padre le hubiera gustado que publicara este libro. No hay forma de saberlo. Alguna vez intenté hacer este ejercicio de suposiciones y es cruel conmigo pensar qué hubiera querido él.
Pero quiero saber qué le dirías ahora, que lo conoces mejor.
Él sería ahora un hombre de 90 años y yo tengo 40. No puedo ni imaginar cómo sería una conversación nuestra ahora. Es saludable que ciertas relaciones queden en el momento en que fotogénicamente estuvieron mejor. Y el mejor momento con él fue cuando estábamos caminando en el Jockey Club, él dándome tips sobre cómo respirar, contándome alguna que otra historia del ejército, con un buzo térmico. Y yo harto de estar caminando con él, pero agradecido al mismo tiempo y deseoso de llegar a tomar desayuno juntos. Ese fue nuestro momento Kodak.
EL ESCRITOR VS. SU OBRA
Cuál fue el momento clave en el cuál te convertiste en escritor, ese momento que definió todo.
Creo que descubrí que quería ser escritor por default, sinceramente. No tenía otro tipo de habilidades que me fuera fácil desarrollar. No tenía ninguna aptitud para las ciencias, no tenía sensibilidad para la música. Y veí que mis compañeros de clase sí sabían qué querían ser. Creo que sentirte al margen es una condición de quienes escribimos. A la larga, la gente que escribe es gente que se siente al margen de los grandes círculos y escriben desde un sentirse incómodo, desplazado, inconforme con la sociedad. Creo que la suma de esas incomodidades forman el ladrillo básico de mi escritura.
Un escritor es como un actor. La gente te ve según tu obra. Cuando escribías el blog Busco novia, te veían como el tipo sensible y enamoradizo. Ahora con esta novela ven mayor hondura en ti. ¿No sientes que la percepción de la gente va cambiando según la obra que vas publicando?
Lo mejor que le puede pasar a un escritor es que su última obra sea un avance respeto a lo que escribió antes. La tragedia viene cuando el primer libro es una novela total que defina su escritura y que todo lo que viene después es un remedo, un paso atrás. Los libros que escribí antes eran reflejo de quién era yo mientras los escribía. Los escribí robándole horas a mi chamba y a los fines de semana. En cambio, La distancia que nos separa me obligó a renunciar a un trabajo, a tener un horario, a desplazar al periodismo como mi segunda actividad. Una obra es el resultado de una serie de esfuerzos en determinado momento. El autor es alguien que va cambiando, que va mutando, sea o no un personaje público. Los libros no son necesariamente el autor. A veces, el libro es mejor que su autor.
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