La hija de la cantante criolla Lucila Campos solicita, además, que presidente de la República tome en cuenta el caso por las muchas alegrías que le trajo al país.
Luego de denunciar públicamente dos casos de estafa que sufrió su madre, Zoila García Campos aseguró en conversación con RPP Noticias que llevará este tema a los tribunales y hasta donde tenga que ir, con tal de recuperar los más de 20 mil soles que le deben a la Reina de las Polladas.
De acuerdo al testimonio de Zoila, Lucila Campos fue víctima de fraude en 1998, cuando el abogado Guillermo Huamaní Bustamante hizo un falso levantamiento de hipoteca a una vivienda que la cantante intentó comprar en Lince, valorizada en 31.500 dólares.
“Ese hombre es un embaucador. Un año después del hecho, pudimos recuperar el 50% de la suma. Lo restante era la hipoteca que el señor nunca hizo. Hasta el momento nos debe 9.500 dólares”, explicó.
Pero los problemas financieros no quedaron ahí. Zoila recuerda también que en 1999, una persona en quien confiaba, Arturo Enrique Calderón Reyes, robó la tarjeta del banco de su madre y retiró 12 mil soles de su cuenta.
Con decenas de papeles en manos (denuncias, comprobantes y vales que ha ido canjeando con Huamaní y Calderón con el paso del tiempo), la hija de Lucila Campos afirma encontrarse ahora dispuesta a llegar hasta la última instancia -de ser necesario-, para recuperar lo que le pertenece a su madre; que, subraya, puede garantizarle un mejor tratamiento contra la diabetes y una mejor calidad de vida.
“Mi mamá trabajó ese dinero. No lo pido porque yo lo necesite, sino porque es de mi madre. Como hija tengo que ver que esos señores devuelvan lo que deben. Voy a hacer hasta lo imposible. Voy a hablar con mi abogado”, advierte.
“No he querido hacer este tipo de cosas antes, pero se esconden y no dan la casa (…) Van a aprender que con la señora Lucila no se juega. Voy a resolver esto legalmente. De alguna u otra forma, lo voy a resolver”, añade.
Zoila no quiso terminar esta entrevista sin aclarar que está tomando esta medida con el permiso correspondiente de su madre, de quien teme que tanto problema repercuta en su salud.
“Ella no dice nada, pero lo piensa (…) hace que le suba el azúcar. Nosotros nos damos cuenta cuando ella está mal. Está con la depresión y no tiene ganas de hablar”, concluye.
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