La Iglesia no estuvo exenta de la violencia subversiva que cobró fuerza en las dos últimas décadas del siglo XX.
Las décadas de los años 80 y 90 en el Perú significaron una etapa muy difícil para el pueblo peruano, que se vio inmerso en un fuego cruzado como consecuencia de la guerra interna provocada por Sendero Luminoso y el MRTA, contra el gobierno, y que tuvo como saldo más de 69 mil muertos, entre desaparecidos.
Dentro de ese conflicto armado, la Iglesia no estuvo exenta de esta violencia, pues muchos de sus representantes ofrendaron su vida en aras de la pacificación. Solo en Ayacucho, en las zonas de Huanta y La Mar, hubo 424 víctimas, que en su gran mayoría pertenecían a la comunidad evangélica de los presbiterianos y pentecostales, como lo señala el Informe final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación.
En ese escenario de muerte, violencia y amenazas, el 60% de los religiosos, entre hombres y mujeres, era extranjeros, y pertenecían a diferentes órdenes y congregaciones religiosas, que en su mayoría operaba en la sierra, además de poblados y comunidades de la costa y la selva.
Dentro de ese contexto de violencia armada, quizás los casos más representativos que han quedado en el recuerdo y corazones de la comunidad en general, sea el asesinato de tres sacerdotes, dos polacos y un italiano, en la sierra de Áncash, en agosto de 1991. Un acto reconocido por El Vaticano como de “odio a la fe”.
Los sacerdotes Zbigniew Adan Strzalkowski (32) y Miguel Tomaszek (34), ambos de nacionalidad polaca, pertenecían a la Congregación de Franciscanos Conventuales de la provincia de San Antonio de Cracovia (Polonia), y llegaron al Perú con el propósito de fundar el primer convento de su orden en el distrito de Pariacoto (Ancash), por encargo de la Diócesis de Chimbote.
En poco tiempo estos sacerdotes se ganaron el corazón de los pobladores gracias a su labor apostólica, la formación de comunidades cristianas, de escuela de catequistas y por su identificación con la pobreza y necesidades de los campesinos. Lamentablemente, no pudieron continuar con sus obras. El 9 de agosto de 1991, una columna de Sendero Luminoso los sacó de la casa parroquial de Pariacoto para conducirlos al cementerio del lugar. Allí los asesinaron.
El sacerdote Alessandro Guisseppi Dordi Negroni, natural de Bergamo (Italia), llegó a la ciudad de Chimbote el 10 de enero de 1980, por una invitación del monseñor Luis Bambarén, entonces obispo de Chimbote, para asumir la parroquia Señor Crucificado de Santa.
Desde un inicio se ganó la simpatía de la población, y se hizo muy cercano a las necesidades de la gente del lugar, les ayudó con la construcción de escuelas y capillas, dictó cursos de alfabetización y revalorización de la mujer. Una labor que no era bien vista por el Partido Comunista-Sendero Luminoso, y por eso la tarde del 24 de agosto de 1991, lo interceptaron en el camino y de tres balazos acabaron con su vida.
Estas muertes no han quedado en el olvido. Casi 24 años después de lo ocurrido en la sierra de Áncash, el Papa Francisco ha ordenado la beatificación de estos mártires de la Iglesia, que dieron su vida por llevar la palabra de Dios en estas zonas convulsionadas por la violencia política. El proceso de beatificación se producirá en diciembre de este año.
¿Los religiosos y religiosas de las diversas congregaciones asentadas en diversas regiones del territorio nacional, tenían idea de lo que estaban viviendo? ¿Eran conscientes de las consecuencias que conllevaría continuar con su labor de conversión a la fe? ¿Tenían miedo? ¿Por qué sabiendo que sus vidas estaban amenazadas, decidieron quedarse en el Perú?
Todas estas interrogantes las responden el padre Darío Mazurek, portavoz de la congregación franciscana Hermanos Menores Conventuales, conocedor de la vida y obras de los sacerdotes polacos Michele Tomaszek y Zbigneo Strzalkowski; la hermana Mirina Ibarra, testigo que acompañó al padre Alessandro Dordi en su labor pastoral en la provincia del Santa; y el padre Gastón Garatea, integrante de la elaboración del Informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, en un especial de Semana Santa de RPP Noticias, con la conducción de Mariella Balbi.
Producción y contenidos: Amelia Villanueva
Edición de audio: Aldo Cadenas
Locución: Hugo Viladegut
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