Fanáticos de el ánime, los cómics, los videojuegos, el k-pop, las sagas de películas y todo tipo de corrientes de la cultura popular tienen en Lima un lugar a la medida de sus gustos más rebuscados: el Centro Comercial Arenales, un espacio único en el Perú y en el continente. Esta es la historia de cómo alcanzó este estatus de culto en el país e, incluso, en el extranjero.
Lima tiene entre sus calles a uno de los centros comerciales más singulares del continente. En todos sus pisos, el Centro Comercial Arenales alberga tiendas u otros negocios dedicados a todas las vertientes de la cultura popular rara o ‘friki’: animes, cómics, pop coreano y japonés, videojuegos, juegos de duelos de cartas, sagas de películas, series de televisión y casi toda afición basada en el consumo de cultura popular. Allí se vende todo lo que un aficionado pueda buscar: discos, DVD, réplicas, historietas, figuras de colección, ‘funkos’, ropa y un largo etcétera.
Pero el Centro Comercial Arenales no es solo un punto de compra y venta. En sus tiendas y en sus pasillos, sobre todo los fines de semana, es común ver a grupos de jóvenes (y no tan jóvenes) conversar y vivir con la pasión de un adolescente estos gustos, muchos de los cuales se entremezclan. Si te gusta la ciencia ficción, por ejemplo, seguramente también te gusten los superhéroes de Marvel o las series de Netflix. Si te gusta jugar Dota, es probable que además te atraigan los animes.
Arenales funciona desde los años setenta, pero no siempre tuvo este espíritu. Esta es la historia de cómo un centro comercial casi abandonado se convirtió en el corazón de la cultura ‘friki’ en Lima y en un referente en América Latina.
El inicio
Los primeros centros comerciales, que se diferencian de los hipermercados por la cantidad de tiendas en su interior y por tener un elemento adicional de interacción entre sus clientes, aparecieron en Lima los años sesenta. El historiador Juan Luis Orrego señala en su blog en la web de la Universidad Católica que los primeros fueron los de Risso y San Isidro en 1960. Luego aparecieron los de Higuereta (1976), Plaza San Miguel (1976), Arenales (1979) y Camino Real (1980), con diseños inspirados por sus pares estadounidenses.
Arenales, agrega el historiador, se inauguró con el primer piso y el sótano – este último hoy huésped de cabinas casi siempre repletas de fanáticos de videojuegos en línea, tiendas de juegos de cartas y un supermercado- y luego se fue construyendo el resto de niveles. "En total, el centro comercial Arenales tiene 21,100 metros cuadrados de área techada", señala. Actualmente, el lugar tiene cinco niveles (un sótano y cuatro pisos) y un subnivel, en las que hay aproximadamente 200 tiendas, además de un estacionamiento.
Como pasó con toda esa generación de centro comerciales, el negocio decayó hacia fines de los ochenta y principios de los noventas en una Lima golpeada por la crisis económica y el terrorismo. El destino de Arenales parecía ser el mismo que el de Camino Real, el más popular de su época pero que hoy parece un edificio fantasma, hasta que a fines de los noventas la fiebre del anime estalló en Perú y acabó, como en un efecto dominó, inyectándole la vida que sus contemporáneos perdieron hace varios años.
Un cambio propiciado por el anime
“No recuerdo la primera vez que fui. Era un centro comercial muy conocido en los ochentas, pero luego se fue para abajo, estaba prácticamente abandonado”, cuenta Óscar Soto, periodista de tecnología de RPP Noticias, conductor de radio y asiduo de Arenales desde hace unos 15 años. El cambio vino la creación de Sugoi: una revista especializada en anime hecha por fanáticos y con “bastante cantidad editorial”. “Las personas a cargo de la revista, los hermanos Antezana, tenían experiencia en revistas y la volcaron en esta”, comenta.
La aparición de Sugoi en abril de 1997 coincidió con la popularidad en la televisión peruana de animes como Dragon Ball, Saint Seiya (los Caballeros del Zodiaco), Capitán Tsubasa (Los Supercampeones), entre otras, que iban dirigidas hacia un público infantil juvenil. A partir de estas, Sugoi -en una época en la que el internet no era masivo- acercó a sus seguidores a nuevos animes que salían en Japón y aún no llegaban al Perú, lo que hizo crecer el ‘fandom’ (comunidad de fanáticos) local del anime y el manga.
Sugoi llegó a tener un programa de televisión: Sugoi TV en el canal UHF
Sugoi tuvo éxito y abrió un club de lectores que tenía reuniones mensuales y compartía estos animes traídos de Japón. También tuvieron un programa de televisión y organizaron fiestas en la que sus seguidores realizaban concursos de ‘cosplay’ (disfraces de personajes) y bailaban las canciones de sus series favoritas. “Un tiempo después abren una tienda en el centro comercial”, cuenta Soto.
“Los que iniciaron esta onda fueron los del club Sugoi, que abrieron la primera tienda 'friki', por así decirlo, aquí en Arenales”, cuenta Fiorella Cabrejos, quien administra la tienda Dulce Locura en el quinto nivel del centro comercial. Allí vende productos vinculados al anime, los comics, el pop coreano, entre otras temáticas. “El centro comercial estaba abandonadísimo, ya estaban apareciendo el Jockey Plaza, Planza San Miguel. Los precios de alquiler eran súper cómodos. De ahí vinieron más tiendas y más tiendas”. “Recuerdo que era en el último piso, donde ahora funciona ahora una oficina me parece. Con eso comienza la erupción de la escena del anime”, recuerda Óscar sobre aquella tienda.
Fiesta anime organizada por Sugoi en 1998
La aparición de la tienda en 1998, la primera de su tipo en el lugar, cambió al centro comercial e inspiró iniciativas similares. “Aparecieron muchas otras revistas y otros clubes. El hecho de haber puesto la tienda cambió las cosas en Arenales. Vendían polos, los animes en VHS, que los editaban ellos mismos. También comenzaron a llegar accesorios y juguetes”, agrega Soto. Los precios de estas importaciones, sin embargo, eran altos, por lo que eventualmente aparecieron tiendas similares con precios más accesibles.
La tienda de Sugoi cerro en el 2008, pero las iniciativas similares continuaron. “Como es normal en este tipo de espacios, aparecen imitadores y más gente que ve ahí un negocio, incluso los propios fanáticos emprenden. Allí en el piso 3, donde está la tienda Ichiban, aparecen varias”, explica Óscar. Las importaciones desde China y otros países del este de Asia, imitaciones de calidad variada, contribuyeron a que se reduzcan los precios de compra/venta y que las tiendas sigan multiplicándose.
Adaptáción constante
De forma paralela, aparecen en los primeros pisos del Centro Comercial espacios destinados al alquiler de consolas de PlayStation o Nintendo. “Lo que pasa es que los ‘fandoms’ del anime y los videojuegos están muy relacionados. Hasta ahora muchas siguen (…) La gente de las tiendas iba a cabinas y de cabinas iba a las tiendas”, dice Óscar. Cuando este negocio dejó de ser rentable, se convirtió en el de alquiler de cabinas de internet dedicadas a juegos ‘online’, como Counter Strike y la primera versión de Dota, entre otros. Hoy el sótano y el primer piso tienen varios negocios de este tipo, algunas de las cuales te ofrecen jugar gratis en la primera hora de apertura.
Algo similar ocurrió con las tiendas dedicadas al anime. Cuando el interés por las animaciones japonesas se redujo -si bien no desapareció-, las tiendas supieron adaptarse y ampliaron su oferta hacia otros nichos de fanáticos. Así aparecieron tiendas de coleccionistas, de juguetes y de ‘merchandising’ exclusivas para fanáticos de las bandas de pop coreano y japonés, los cómics de Marvel y DC, y sagas como Star Wars, Harry Potter o el Señor de los Anillos.
“En el 2010, el que yo entré [al Centro Comercial], arrancó una segunda etapa fuerte con todo lo quera era el k-pop” o pop coreano, fenómeno caracterizado tanto por las coreografiadas y prolijas bandas formadas por jóvenes como por el afiebrado fanatismo que despierta. La tienda de Fiorella comenzó dedicándose exclusivamente a artículos del cosplay, k/pop y anime, pero cuando este fenómeno se redujo (sus seguidores llegaron a ser desterrados por la seguridad del lugar por ciertos excesos en su fanatismo) tuvo que adaptarse y variar la oferta a la próxima gran onda ‘friki’: los cómics y las películas derivadas.
La mayoría de las tiendas hoy son como Dulce Pasión: no se dedican a un solo rubro de la cultura popular, sino que ofrecen de todo, siempre dentro del abanico de la cultura popular ‘friki’ y priorizando la moda ‘friki’ del momento. “Estamos abocados a lo que hay por temporada. Si mi tienda está enfocada solo en comics y lo de los comics luego muere, también muere mi negocio. De hecho, las tiendas que solo se abocaron a un rubro son las acabaron yéndose”, explica Terrones.
Un negocio peculiar
Los productos también se adaptaron a la demanda. Hoy, por ejemplo, ya no se venden muchos juguetes o figuras de acción. Lo que más se ve en los estantes son los muñecos pop de la marca Funko, pequeñas figuras de vinilo conocidas popularmente solo como 'funkos', de una infinidad de personajes ‘frikis’: desde los más populares a los más rebuscados. También hay restaurantes de comida coreana -usualmente visitados por los admiradores de la cultura de este país- y una sala de juegos arcade, junto a unas cuantas oficinas, tiendas de temática ‘normal’ y un supermercado de dos pisos.
Dándose una vuelta por los pisos del centro comercial, es común ver al vendedor o al dueño de la tienda conversando como un fanático más con los potenciales clientes o a personas sorprendidas por encontrar un producto vinculado a su afición ‘friki’ más oculta. En este negocio, conocer e informarse sobre el producto es básico. Un vendedor que no sabe que superhéroes son de Marvel y cuales son de DC, o quiénes son Gokú y Vegeta, no tiene mucho futuro.
Fiorella cuenta que ha tenido problemas en encontrar vendedores para su tienda por esto y que incluso algunos clientes prefieren que sea ella quien les venda, porque saben que conoce el producto. Esta particularidad también tiene su beneficio cuando estos selectivos adolescentes eventualmente crecen, comienzan a trabajar y ganar dinero, y se convierten en clientes fieles y dispuestos a gastar. La persona cambia, pero el fandom se mantiene.
Todo esto, sumado a la masificación de la cultura ‘friki’ de los últimos con películas taquilleras, series de televisión y el auge de los servicios de streaming, han logrado que el centro comercial siga atrayendo a comunidades de fanáticos de todo tipo y de todas las edades. Aproximadamente desde el 2014, en particular, el negocio ha sido bueno para los comerciantes de Arenales. Cada año, las mejoras épocas son las previas al estreno de una gran película o serie y, en particular, las fiestas navideñas, cuando un funko, por ejemplo, es un regalo bastante requerido por los amigos secretos o los familiares.
El futuro
Uno de los aspectos que destacan tanto Óscar como Fiorella sobre Arenales es su peculiaridad en relación con otras ciudades de la región. Hasta donde saben, no hay otros casos de un centro comercial íntegramente dedicado a esta temática. “Fue uno de los primeros espacios donde la cultura ‘geek’ se explayó a sus anchas, no hay otro espacio parecido en el Perú (…) Incluso ha traspasado fronteras. Cada vez que traes a alguien del extranjero que esté metido en un ‘fandom’ se queda sorprendido”, dice Óscar.
“Aquí viene gente de todos los países y cuando quieren algo ‘friki’, como k/pop, anime o comics, y les cuentan del centro Comercial Arenales, no lo pueden creer”, cuenta Fiorella. “Hace unos años hubo unos juegos internacionales y vinieron delegaciones de otros países que se hospedaron cerca. Eran jóvenes. Un grupo de japoneses vino a la tienda y, como yo hablaba el idioma, los ayudé. Se quedaron sorprendidos”. Pero también hay limitaciones para este crecimiento.
En los últimos años, iniciativas de algunas tiendas y de grupo de fanáticos han hecho que se vuelvan a organizar fiestas y conciertos de ‘fandoms’, así como concursos de ‘cosplay’ y campeonatos de videojuegos. Pero siguen sin ser propuestas masivas, pese a la popularidad del producto. Precisamente, Óscar Soto cree que la iniciativa y la fidelidad de los ‘fandoms’ es lo que han mantenido vivo el espíritu de comunidad alrededor del centro comercial, al que le ve un mayor potencial de crecimiento.
Otro problema es que el centro comercial funciona como una asociación de dueños independientes y dada la antigüedad del edificio, estos son mayores y no comparten o entienden del todo el espíritu juvenil del negocio y los clientes. La infraestructura del lugar, además, no es la más amable. Sin embargo, tanto Óscar como Fiorella coinciden en que un lugar como Arenales tiene bastante potencial.
“En los últimos 20 años, la identidad de ser ‘geek’, de ser fanático del anime, de las series, de los cómics, es mucho más aceptada socialmente, Eso tiene una repercusión económica positiva. Si alguien se pone las pilas y le pone empeño para darle cosas a estos ‘fandoms’ -que gastan mucho dinero y son muchos, aunque no parezcan- para que se reúnan allí, de hecho le va a ir muy bien. Mientras haya más incentivo para que la gente vaya, mientras mejor infraestructura tenga, les va a ir mejor”, considera Óscar. “Esta semana acaba de abrir una nueva tienda en el cuarto piso. Este es el lugar ideal si quieres invertir en este tipo de mercadería”, dice Fiorella. “Se sabe que es un local antiguo, pero nuestro jale es ser el ‘punto friki’, el punto para gente que quiere comprar algo diferente”.
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