Jesús comienza su vida pública anunciando el Evangelio a los más alejados y a quienes viven en sombra de muerte. Según el Padre Clemente, también hoy hay muchas zonas que viven en sombras de muerte. Por ello, se pregunta: ¿dónde están los cristianos y creyentes?
Evangelio según San Mateo 4,12-17
Cuando oyó que Juan había sido entregado, se retiró a Galilea. Dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaúm junto al
lago, en el territorio de Zabulón y Neftalí; para que se cumpliera el oráculo del profeta Isaías: ¡Tierra de Zabulón, tierra
de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles! El pueblo que habitaba en tinieblas ha visto
una gran luz; a los que habitaban en tierra de sombras de muerte una luz les ha amanecido. Comenzó Jesús a predicar
y decir: “Convertíos, porque el Reino de los Cielos ha llegado.”
Reflexiones del Padre Clemente Sobrado
A Jesús no le va lo fácil, le encantan los retos. No le gustan los caminos trillados. Prefiere abrir caminos donde no hay caminos. A nosotros nos va mejor andar por donde otros ya han abierto caminos. A él le va mejor comenzar por donde nadie ha hecho nada. Al menos estas son las conclusiones que saco yo de este Evangelio.
Jesús da comienzo a su predicación no allí donde más o menos la gente está preparada o al menos tiene una predisposición. ¿Saben por donde comienza? Comienza por anunciar el Evangelio allá lejos al norte del Lago, por “la Galilea de los gentiles”. A un “pueblo que habitaba en tinieblas”. A aquellos que “habitaban en tierra y sombras de muerte”. Ahí comenzó a hacer brillar la luz de la Buena Nueva. No comenzó por Jerusalén, donde estaba la gente religiosa. Ni tampoco en el Templo.
Es que a Jesús le gusta lo nuevo. Le gusta estar allí donde más se le necesita. La luz no alumbra donde hay luz. Esto pudiera ser un dato accidental en este comienzo de la vida pública de Jesús, y sin embargo, personalmente me parece un dato profundamente significativo para el cristiano, para las parroquias, para las Diócesis, para la Iglesia. Debiéramos examinar dónde hay más necesidades. Dónde hay menos medios y ayudas. Dónde hay más ausencia de la Iglesia.
Esto me hace pensar: La Iglesia ¿no estará demasiado amontonada en Roma? ¿No estará demasiado amontonada en las zonas residenciales de Lima? ¿No estará demasiado amontonada en la costa? ¿Cuántos de los que viven en Roma han pisado un país de misión? ¿Cuántos de los que estamos en Lima hemos pisado nuestra Sierra o nuestra Selva? No de turismo, sino de evangelizadores de la Buena Noticia del Evangelio.
Y los que estamos en Lima ¿verdad que nos sentimos mejor en medio de gente de Iglesia, que no lanzarnos a esos nuevos campos inexplorados? ¿Quiénes tienen la valentía de lanzarse a proclamar el Evangelio en las Universidades, en el Congreso, en el mundo de los artistas, en nuestras discotecas del sur? ¿Cuántos se sienten hoy con el coraje de acercarse a los alejados, a los que dicen no creen en nada, y anunciarles el Evangelio? También hoy hay muchas zonas que viven en sombras de muerte. Pero nosotros seguimos calentándonos donde ya brilla el sol.
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