Luis Bedoya Reyes, quien en su tiempo recibió críticas por la obra, reservó la berma central para un tren subterráneo que uniría la ciudad de Lima con los balnearios del sur.
(Agencia Andina) Se dijo que era cara, pero medio siglo después, la Vía Expresa del Paseo de la República es una obra emblemática de la urbe. Ahora que la obra quedó chica, recordemos aquel 1 de julio, cuando los bólidos empezaron a rugir por sus pistas. Cayó sábado aquel día de 1967 cuando Lima amaneció monotemática. Ese día se pondría al servicio de los vecinos la primera etapa de la Vía Expresa del Paseo de la República, una enorme vía de doble sentido, cinco puentes y tres kilómetros y medio de asfalto.
Esa “trinchera abierta” (la palabra es un tecnicismo), con rampas de entrada y salida, ha sufrido modificaciones a lo largo de las décadas, mas sus cimientos no se han desplomado, como sí ha sucedido con obras más contemporáneas.
Utilidad. Medio siglo más tarde, continúa con su cometido de ser “vía colectora” de los vehículos de los distritos que atraviesa la obra. Su propósito fue unir el Centro de Lima con los balnearios del sur, hasta el kilómetro 22 de la Carretera Panamericana Sur.
Precisaba la publicidad de la Municipalidad de Lima, aparecida ese sábado ya histórico, a página entera en los diarios de la época, que la obra “constituirá una solución práctica al agudo problema del tránsito presente y futuro de Lima Metropolitana”.
“A tal señor, tal honor. El presidente de la República rinde homenaje al alcalde de Lima y con él a todos quienes han colaborado para hacer realidad esta magnífica obra”, dijo el mandatario Fernando Belaunde, invitado de honor en la ceremonia inaugural, que se realizó el mediodía aquel, en el cruce de la Vía Expresa con Javier Prado.
Adelantada a su tiempo. Hubo críticas por el alto costo de la obra (190 millones de soles), pero Belaunde zanjó el tema. “Esta es una obra para muchos años y vale mucho más que los millones que ha costado por lo que significa para el porvenir de la ciudad”. La obra, parte del Plan Básico Vial de Lima Metropolitana, daba una solución a un problema de la ciudad.
Y en la enciclopedia de Milla Batres figura el político y abogado Luis Bedoya Reyes, el ‘Tucán’, poniendo como su principal obra a la Vía Expresa. “Su obra más resaltante fue la construcción del paseo de la República (llamado comúnmente El Zanjón)”.
Solución con beneficios. Pero Bedoya solo tomó para sí la ejecución del proyecto. Recordó que el mérito de la “ideación” había que atribuirlo a los exalcaldes capitalinos Gallo Porras y García Ribeyro, “que con gran visión concibieron el proyecto, como una solución al problema del tránsito vehicular”.
La Vía Expresa no solo unía, sino que traía beneficios económicos: los predios próximos al Autocine Drive-In, que funcionó por 21 años donde ahora se encuentra la sede principal del BBVA en San Isidro, subieron en meses de 600 a 3,500 soles el metro cuadrado.
El primer viaje. En un carro descapotable, Belaunde, Bedoya y el inspector de obras Benjamín Doig hicieron el paseo inaugural seguidos de una comitiva oficial, “desde el Estadio Nacional hasta el estrado oficial. Al terminar el acto se hizo lo mismo en la pista paralela, desde el estrado hasta la intersección con la avenida Iquitos”, contó el diario La Crónica.
A minutos del recorrido inaugural, los carros empezaron a circular por el virginal asfalto del ‘Zanjón’, tal como lo bautizaran las mayorías; o ‘Zanjón de Atila’, como le decían los políticos. De San Isidro hasta la avenida 28 de Julio se podía viajar en cuestión de minutos.
Esperando el tren. Fue ahí, mirando esa obra que ya era ciencia ficción, cuando Bedoya auguró que antes del 2000, cuando Lima tuviera nueve millones de habitantes, entraría en funcionamiento el tren subterráneo que uniría la ciudad de Lima con los balnearios del sur, hasta Pucusana.
Para ello, explicó a esa ciudadanía, más incrédula que la actual, que se había reservado en el centro del Zanjón una berma de 15.40 metros de ancho, por donde iría el futuro sistema masivo de transporte.
Es decir, existía esa planificación, pero, al 2017, todavía esperamos que pase el tren. Solo contamos con un sistema de Metropolitano, que en horas punta colapsa.
En sus inicios, todavía con una Lima que no necesitaba meter a fondo el pie en el acelerador, la velocidad permitida en la vía era de 45 kilómetros por hora, beneficiando a los distritos del Cercado, La Victoria, Lima y San Isidro. Al año siguiente, 1968, las obras de este cordón umbilical de la ciudad llegarían hasta Miraflores. El resto es historia.
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