El eskiador estadounidense consiguió las medallas de oro, plata y bronce, en Vancouver, las cuales suman ocho en total a lo largo de los Juegos Olímpicos de invierno.
El estadounidense Bode Miller se proclamó hoy, domingo, campeón olímpico de combinada alpina de los Juegos Vancouver 2010, tras ganar la prueba disputada en Whistler, logró de esta forma su tercera medalla en tres pruebas y reclamó para sí la corona del deporte rey en estos Juegos.
Miller, de 32 años, que en septiembre aún no sabía a ciencia cierta si seguiría compitiendo, optó por permanecer en activo al menos una temporada más y tomó la decisión correcta, haciéndole un favor impagable al esquí alpino y a la selección de Estados Unidos, que hubieran perdido antes de tiempo no sólo a un súper-campeón, sino a una de los figuras más carismáticas de la historia de este deporte.
El genio de New Hampshire cerró hoy su particular círculo dorado, al lograr en Whistler el único título que le faltaba. Doble ganador de la Copa del Mundo -competición en la que lleva 32 victorias- y cuádruple campeón mundial, Miller, ganador en cada una de las cinco disciplinas, contaba hasta la fecha cuatro medallas olímpicas -tres platas y un bronce-. Hoy añadió el oro. Ya lo ha ganado todo.
Su talento, categoría y carisma son tan gigantescos que el estadounidense ha brillado en el esquí alpino gestionando siempre a su manera toda su carrera deportiva. Ajeno a convencionalismos. Entonando el "My way". Diciendo siempre lo que piensa.
Hijo de padres que vivieron al estilo "hippy", en una casa sin electricidad, ni agua corriente, Miller vivió una infancia feliz, siempre próximo a la naturaleza, que le sirvió para forjar un carácter independiente que le ha generado no pocos problemas.
Lo mismo se alojaba en una furgoneta -el famoso "Bodemobil"-, en vez de en los hoteles del equipo USA, durante el circuito de la Copa del Mundo; opinaba que el consumo de EPO no era tan malo o admitía haber reconocido pista en un estado próximo a la embriaguez.
Enemigo declarado de un sistema que jamás pudo hacer frente a su calidad, Miller acompañó siempre todos sus actos y declaraciones con sensacionales actuaciones en las pistas. Presentando un palmarés impecable. Que hoy le proclama inmortal en la historia del esquí.
Tras ganar plata en el supergigante -cinco días después de capturar bronce-, Bode se marcó, en la sala de prensa de Whistler, un alegato a favor de la libertad y de su derecho a la propiedad de sus propios méritos, con el que ilustró lo sucedido hace cuatro años, cuando todos le señalaban como favorito a cinco medallas olímpicas en Turín"06, pero él decidió ser el rey de la noche de Sestriere, que abandonó sin trofeo alguno.
Explicó que una cosa es lo que digan los demás y otra, muy diferente, lo que él cree y lo que él decide. En Turín se quería divertir. A Vancouver, ha venido ganar. Así que nadie descarte que las cinco medallas que le colgaban al pecho, por anticipado, en Italia, se las coloque él solito en Canadá. A Miller no se le puede descartar nunca.
Hoy se impuso tras acabar séptimo en el descenso, en el que el noruego Aksel Lund Svindal -oro en el súper y plata en descenso- había sido el más rápido, por delante del sorprendente italiano Dominik Paris, que a sus 20 años puede presumir de haber sido decimotercero en unos Juegos.
Svindal, que se salió en el eslalon, dominaba con medio segundo sobre el suizo Carlo Janka, cuarto al final, por detrás de su compatriota Silvan Zurbriggen, que ascendió de la sexta a la tercera plaza final y acabó capturando bronce.
Ted Ligety, campeón olímpico hace cuatro años en Sestriere, marcó la primera referencia buena en el acto decisivo de la prueba mixta, firmó el mejor crono del eslalon (50 segundos y 76 centésimas) y ascendió desde el decimoquinto al quinto puesto final, confirmando el excelente momento del esquí estadounidense.
Lo contrario de lo que le sucede a Austria, que sólo festeja medallas en féminas. Benjamin Raich, duodécimo en el descenso, sólo fue noveno en el eslalon y salió de pistas con un sexto puesto que le sabrá a poco.
El que sí aprovechó su oportunidad fue Ivica Kostelic, noveno en el descenso y que esquió sin arriesgar, pero con solidez la pista que marcó su padre y técnico, Ante Kostelic, ex jugador de balonmano, "inventor" del esquí alpino en Croacia y progenitor asimismo de la retirada Janica, la más grande del olimpismo, con cuatro oros y dos platas, que animó a su hermano en zona de meta.
El crono global de "Ivo" -que se persignó, tumbado en meta, consciente de que la medalla no se le escapaba- lo mejoró en 33 centésimas Miller, pero no Zurbriggen, que, no obstante, se quedó a 40 centésimas del flamante campeón olímpico.
Quedaba Svindal, que esquiaba por el oro y buscaba, también, su tercera medalla en Vancouver. Algo que para los supersticiosos, es imposible de conseguir cuando se esquia con el dorsal 13. Pero la realidad es que Aksel cayó en la trampa de los Kostelic, se salió de pista y Bode pudo ganar su ansiado oro olímpico. Miller se inmortalizó en Whistler.
EFE
Miller, de 32 años, que en septiembre aún no sabía a ciencia cierta si seguiría compitiendo, optó por permanecer en activo al menos una temporada más y tomó la decisión correcta, haciéndole un favor impagable al esquí alpino y a la selección de Estados Unidos, que hubieran perdido antes de tiempo no sólo a un súper-campeón, sino a una de los figuras más carismáticas de la historia de este deporte.
El genio de New Hampshire cerró hoy su particular círculo dorado, al lograr en Whistler el único título que le faltaba. Doble ganador de la Copa del Mundo -competición en la que lleva 32 victorias- y cuádruple campeón mundial, Miller, ganador en cada una de las cinco disciplinas, contaba hasta la fecha cuatro medallas olímpicas -tres platas y un bronce-. Hoy añadió el oro. Ya lo ha ganado todo.
Su talento, categoría y carisma son tan gigantescos que el estadounidense ha brillado en el esquí alpino gestionando siempre a su manera toda su carrera deportiva. Ajeno a convencionalismos. Entonando el "My way". Diciendo siempre lo que piensa.
Hijo de padres que vivieron al estilo "hippy", en una casa sin electricidad, ni agua corriente, Miller vivió una infancia feliz, siempre próximo a la naturaleza, que le sirvió para forjar un carácter independiente que le ha generado no pocos problemas.
Lo mismo se alojaba en una furgoneta -el famoso "Bodemobil"-, en vez de en los hoteles del equipo USA, durante el circuito de la Copa del Mundo; opinaba que el consumo de EPO no era tan malo o admitía haber reconocido pista en un estado próximo a la embriaguez.
Enemigo declarado de un sistema que jamás pudo hacer frente a su calidad, Miller acompañó siempre todos sus actos y declaraciones con sensacionales actuaciones en las pistas. Presentando un palmarés impecable. Que hoy le proclama inmortal en la historia del esquí.
Tras ganar plata en el supergigante -cinco días después de capturar bronce-, Bode se marcó, en la sala de prensa de Whistler, un alegato a favor de la libertad y de su derecho a la propiedad de sus propios méritos, con el que ilustró lo sucedido hace cuatro años, cuando todos le señalaban como favorito a cinco medallas olímpicas en Turín"06, pero él decidió ser el rey de la noche de Sestriere, que abandonó sin trofeo alguno.
Explicó que una cosa es lo que digan los demás y otra, muy diferente, lo que él cree y lo que él decide. En Turín se quería divertir. A Vancouver, ha venido ganar. Así que nadie descarte que las cinco medallas que le colgaban al pecho, por anticipado, en Italia, se las coloque él solito en Canadá. A Miller no se le puede descartar nunca.
Hoy se impuso tras acabar séptimo en el descenso, en el que el noruego Aksel Lund Svindal -oro en el súper y plata en descenso- había sido el más rápido, por delante del sorprendente italiano Dominik Paris, que a sus 20 años puede presumir de haber sido decimotercero en unos Juegos.
Svindal, que se salió en el eslalon, dominaba con medio segundo sobre el suizo Carlo Janka, cuarto al final, por detrás de su compatriota Silvan Zurbriggen, que ascendió de la sexta a la tercera plaza final y acabó capturando bronce.
Ted Ligety, campeón olímpico hace cuatro años en Sestriere, marcó la primera referencia buena en el acto decisivo de la prueba mixta, firmó el mejor crono del eslalon (50 segundos y 76 centésimas) y ascendió desde el decimoquinto al quinto puesto final, confirmando el excelente momento del esquí estadounidense.
Lo contrario de lo que le sucede a Austria, que sólo festeja medallas en féminas. Benjamin Raich, duodécimo en el descenso, sólo fue noveno en el eslalon y salió de pistas con un sexto puesto que le sabrá a poco.
El que sí aprovechó su oportunidad fue Ivica Kostelic, noveno en el descenso y que esquió sin arriesgar, pero con solidez la pista que marcó su padre y técnico, Ante Kostelic, ex jugador de balonmano, "inventor" del esquí alpino en Croacia y progenitor asimismo de la retirada Janica, la más grande del olimpismo, con cuatro oros y dos platas, que animó a su hermano en zona de meta.
El crono global de "Ivo" -que se persignó, tumbado en meta, consciente de que la medalla no se le escapaba- lo mejoró en 33 centésimas Miller, pero no Zurbriggen, que, no obstante, se quedó a 40 centésimas del flamante campeón olímpico.
Quedaba Svindal, que esquiaba por el oro y buscaba, también, su tercera medalla en Vancouver. Algo que para los supersticiosos, es imposible de conseguir cuando se esquia con el dorsal 13. Pero la realidad es que Aksel cayó en la trampa de los Kostelic, se salió de pista y Bode pudo ganar su ansiado oro olímpico. Miller se inmortalizó en Whistler.
EFE
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