El delincuente y secuestrador alias 'el Cheto' negoció durante cinco horas y aceptó rendirse tras ver a su esposa. Aún se desconoce el paradero de los demás ladrones.
Tras casi 5 horas de angustia, terminó la toma de rehenes en la sucursal del Banco Nación de Pilar, donde un asaltante tenía secuestradas a unas 30 personas entre empleados y clientes. Lo hizo tras concederle la Policía la posibilidad de ver a su esposa.
Todo comenzó alrededor de las 12.30, cuando una banda intentó asaltar el Banco Nación de Rivadavia. Testigos indicaron que un par de ladrones escaparon y se tirotearon con la Policía, mientras que un integrante de la banda quedó dentro de la entidad, informa el diario argentino 'El Clarín'.
La agencia está rodeada por efectivos de la Policía y del Grupo Halcón, quienes mantenían intensas negociaciones con el asaltante. Paulatinamente el ladrón fue liberando gente, a cambio de comidas u otros pedidos. Los primeros que dejó salir eran embarazadas y jubilados.
Durante la toma, el secuestrador, que se identificó como "el Cheto", mantuvo dijo que los rehenes estaban "todos bien" y aclaró: "Yo no maltraté a nadie, disparé dos veces, no más". Además advirtió que tenía en su poder "una bomba" y pidió "cámaras de televisión, un auto y algo para comer". Ý pidió que se les envíe un mensaje a su mujer, Jésica, y a su hija, Leila, diciéndoles que las ama.
Mientras esto sucedía, familiares y conocidos de los rehenes se aglomeraban frente a la entidad para tratar de saber algo de ellos. Finalmente, alrededor de las 16.30 la Policía le trajo a su esposa y, tras unos minutos de intimidad, se entregó sin violencia.
Todo comenzó alrededor de las 12.30, cuando una banda intentó asaltar el Banco Nación de Rivadavia. Testigos indicaron que un par de ladrones escaparon y se tirotearon con la Policía, mientras que un integrante de la banda quedó dentro de la entidad, informa el diario argentino 'El Clarín'.
La agencia está rodeada por efectivos de la Policía y del Grupo Halcón, quienes mantenían intensas negociaciones con el asaltante. Paulatinamente el ladrón fue liberando gente, a cambio de comidas u otros pedidos. Los primeros que dejó salir eran embarazadas y jubilados.
Durante la toma, el secuestrador, que se identificó como "el Cheto", mantuvo dijo que los rehenes estaban "todos bien" y aclaró: "Yo no maltraté a nadie, disparé dos veces, no más". Además advirtió que tenía en su poder "una bomba" y pidió "cámaras de televisión, un auto y algo para comer". Ý pidió que se les envíe un mensaje a su mujer, Jésica, y a su hija, Leila, diciéndoles que las ama.
Mientras esto sucedía, familiares y conocidos de los rehenes se aglomeraban frente a la entidad para tratar de saber algo de ellos. Finalmente, alrededor de las 16.30 la Policía le trajo a su esposa y, tras unos minutos de intimidad, se entregó sin violencia.
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