La recolección de basura para reciclar es la única fuente de ingresos desde que perdieran su trabajo después del golpe militar de febrero de 2021 y que Birmania se sumiera en el caos.
Ma Yu se lanza con una balsa improvisada a recorrer las aguas de un contaminado río de Rangún para recoger plásticos que flotan, una actividad que se convirtió en su medio de subsistencia después de que perdiera su empleo tras el golpe de Estado en Birmania.
Una decena de personas se unen a ella al amanecer, todos ellos protegidos del sol con sombreros y con una pasta que se untan en el rostro conocida como "thanaka".
La recolección de basura para reciclar es su única fuente de ingresos desde que perdieran su trabajo después del golpe militar de febrero de 2021 y que el país se sumiera en el caos.
"No había trabajo para mí en tierra firme, tengo que cubrir los gastos de salud de mis hijos y de mi marido", explicó a la AFP Ma Yu, de 36 años.
"Entonces alquiló unas placas de poliestireno y se fue al río con su vecina. El primer día logramos recolectar plástico y latas para venderlas. Estábamos muy contentas", recordó.
La economía de Birmania sufrió una fuerte contracción tras el derrocamiento del gobierno civil. En total un millón de personas perdieron su empleo desde que la junta militar tomó el poder, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Ma Ngal comenzó a recorrer las aguas del Pazundaung, ya que no lograba ganarse la vida como vendedora de verduras y de pescado en el mercado. Su marido está desempleado.
"No les dije que mis padres y a mi familia que hacíamos este trabajo", contó la mujer de 41 años. "Pero se enteraron y les tuve que contar que lo hacíamos por nuestra familia".
En un buen día pueden reunir hasta 30.000 kyat, es decir 10 dólares, pero en la mayoría de las jornadas logran unos 3 dólares.
"Antes de que empezáramos a trabajar aquí, había mucho plástico, latas y botellas", relató Kyu Kyu Khine, de 39 años, que antes se dedicaba a recolectar basura en las calles de Rangún.
Cadáveres
"La gente no tiene ninguna disciplina sobre cómo botar la basura. Esto mata a los peces", dijo indignada.
El equipo de recolectores mira el calendario de las mareas, que influye sobre el movimiento de los desechos en las aguas. Pero la corriente puede ser peligrosa para estas precarias embarcaciones, reconoce Ma Yu.
"A veces pienso que si me pasa cualquier cosa y estoy sola, no podría hacer nada", admitió.
En la superficie aparecen habitualmente cadáveres, un recordatorio del caos que reina en esta ciudad, que es la capital económica del país, donde la criminalidad aumentó desde el golpe de Estado, según sus habitantes.
"No tengo suficiente valor para mirar", confesó Ma Yu. "No es un trabajo fácil, pero lo más importante es que mis hijos no se mueran de hambre", afirmó.
Ma Ngal afirma que hay momentos de distensión.
"La gente hace bromas cuando nos ven trabajar. Dicen: 'Aquí viene el equipo municipal, saben bien cómo limpiar el río'".
AFP
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