Por Sebastián Velásquez
Psicólogo clínico, escritor de psicología y neurociencia, y editor
Muchas personas, después de escuchar el último mensaje del presidente Martín Vizcarra, se han sentido atemorizadas por dos razones: la primera, la más obvia, es que dos semanas de cuarentena significan dos semanas sin trabajo; la segunda, que tiene más relación con la salud, es que no comprenden por qué las niñas y los niños deben salir de sus casas cuando aún existe la posibilidad de contagiarse. He leído, en redes sociales, comentarios de muchos usuarios enfadados con esta medida; claro que detrás del enojo, se esconde una fuerte angustia: «Me voy a contagiar». Y es comprensible; pareciera que, si las niñas y los niños salen de sus casas, van a regresar con el virus. De todas formas, el Gobierno se va a tomar esta semana para brindarnos las medidas de seguridad que debemos adoptar para que esto no suceda. Pero, además de ello, no entienden completamente por qué los pequeños de la casa deben salir y no quedarse en aislamiento como los adultos.
La semana pasada, mientras hacíamos la clase virtual de residuos sólidos mi sobrino y yo, empecé a notar que no estaba comprendiendo los textos que leía. Me resultó bastante extraño, porque eran bastante simples y él suele leer libros complejos de dinosaurios y comprenderlos sin hacer una pregunta. Por más que lo releía, no lograba enterarse de los cuatro pasos para reducir el consumo de plástico. Pensé que podía estar distraído, lo que no sería raro en un niño de 7 años. De todos modos, le pregunté por qué creía que le estaba costando tanto leer. Me respondió que estaba distraído. Cuando quise saber por qué, miró hacia abajo y, con voz entrecortada, dijo: «Es que…es que quiero salir a la calle y no puedo». Conversamos de forma empática de las razones por las que no podíamos salir aún y comprendió bastante bien. Él sabía por qué debía quedarse en casa. Eso estaba claro para él. Pero eso lo hacía sentir muy triste.
Les cuento esta pequeña historia porque este es el caso de muchas niñas y niños a nivel mundial. Ellos hacen lo que pueden para afrontar esta etapa, pero recordemos que aún no son adultos, aún no han desarrollado todas las capacidades y estrategias para lidiar con situaciones difíciles. Todavía sus habilidades para hacer frente a épocas duras son muy frágiles. A diferencia de nosotros, los adultos, que ya tenemos algunas estrategias para sentirnos mejor, si llevamos el malestar de las niñas y niños al límite, vamos a dejar huellas que van a ser muy difíciles de borrar. Las investigaciones son bastante claras al respecto: la cuarentena puede hacer que los niños sufran de desorden de estrés agudo —el principal síntoma es una ansiedad intensa que paraliza y afecta todos los aspectos de la vida—, trastornos de adaptación1 —el síntoma más importante es sufrir más estrés del esperado ante sucesos inesperados—, trastorno de estrés postraumático —los síntomas centrales son la ansiedad intensa y los recuerdos que vuelven como flashbacks, pesadillas o pensamientos—, problemas de concentración, irritabilidad, nerviosismo, sentimientos de soledad2, entre otros. Esto quiere decir que puede que desarrollen síntomas psiquiátricos que necesiten tratamiento posterior. Aunque no todos lo van a desarrollar, porque depende mucho de la genética y de las experiencias tempranas, hay un riesgo latente. Y no les explico esto para asustarlos y paralizarlos, sino para que comprendamos por qué es importante que los niños puedan salir en esta cuarentena.
Salir de sus casas, aunque sea 30 minutos al día, va a mejorar notablemente su bienestar. Se sabe que las niñas y los niños, al jugar únicamente con el propio cuerpo y con los medios que encuentren en el ambiente, se benefician mucho. En primer lugar, la actividad física al aire libre los hace sentir bien, porque el cerebro está diseñado para disfrutar de los ejercicios y de la naturaleza. En segundo lugar, estos juegos, que no requieren de muñecos o pantallas, les brindan la posibilidad de mejorar muchas capacidades: aprenden a tomar mejores decisiones, a resolver problemas, a ser creativos. El juego en la calle los pone en diferentes situaciones en las que deben medir hasta dónde llegan sus capacidades. El solo hecho de correr ya les indica qué tan rápido deben hacerlo, en qué momento deben parar y qué deben hacer para evitar caerse o golpearse. En tercer lugar, toda la inestabilidad que sienten por los cambios que están pasando se detiene por un momento: aunque no lo crean, que las niñas y niños salgan a la calle puede devolverles, de a pocos, la sensación de seguridad que habían perdido. No solo eso: ellos podrán empezar a comprender que las cosas van mejor y que todo su esfuerzo está valiendo la pena. Esta medida puede hacer la diferencia entre un niño que aprende de los tiempos difíciles y sale más fuerte, y un niño que no podrá superar del todo esta cuarentena.
Así que pensemos un poco en ellas y en ellos. ¿Qué sentirías tú si tuvieras su edad?
Referencias
(1) Liu, J. J., Bao, Y., Huang, S., Shi, J., & Lub, L. (2020). Mental health considerations for children quarantined because of COVID-19 [Comment]. The Lancet Child and Adolescent Health. doi:10.1016/S2352-4642(20)30096-1
(2) Orgilés, M., Morales, A., Delvecchio, E., Mazzeschi, C., & Espada, J. P. (2020). Immediate psychological effects of the COVID-19 quarantine in youth from Italy and Spain. Publicación anticipada en línea. doi:10.31234/osf.io/qaz9w
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