En octubre del 2022, el INEI publicó la II Encuesta Mundial sobre la Comunidad Peruana en el Exterior. De acuerdo con esta investigación, entre los años 1990 y el 2020, 3 millones 309 mil peruanos emigraron y no han retornado, lo que representa el 10,1% del total de la población nacional, siendo 51,9% mujeres y el 48,1% hombres.
Por rango etario, el 14,5% de los peruanos residentes en el exterior tienen entre 18 y 29 años, mientras que el 67,1% se ubica entre 30 a 59 años, es decir el 81.6% de los peruanos que viven fuera de nuestras fronteras está en la plenitud de su edad laboral. Un dato no menor es que el 50,9%, vale decir más de un millón y medio de peruanos, cuenta con estudios superiores universitarios incluido posgrado.
Por otra parte, el documento Perú: Estadísticas de la Emigración Internacional de Peruanos e Inmigración de Extranjeros, 1990– 2021, da cuenta que en el citado lapso, 106 mil connacionales abandonaban el país por año en promedio. No obstante el estudio identifica picos migratorios. Por ejemplo, en el periodo 2009-2014, el promedio anual aumentó a 171 mil emigrantes, hasta ese momento el más alto registrado. En contraparte, entre el 2015 y el 2020, hay una fuerte caída de personas que deciden radicar en el extranjero, bajando a 119 mil migrantes anuales.
Empero, todo comienza a cambiar dramáticamente a partir del 2022, cuando 401 mil 740 peruanos se fueron y no han vuelto, cuadruplicando el promedio histórico y más que duplicando el pico más alto registrado. Hasta mediados del 2023 el número estaba ya 415 mil 393, cifras altísimas e inéditas que son el reflejo de la gravedad del proceso de destrucción institucional que vive el país.
Ante este hecho, muchos jóvenes ya ni siquiera consideran al Perú como una opción para estudiar. La combinación inseguridad ciudadana, colapso institucional, desastre político y devastación ambiental ahuyenta a lo mejor de nuestra juventud. Ante este escenario ¿Qué hacer? Está claro que, como señala el Banco Mundial, el “capital humano” es la inversión más importante de los países para la futura calidad de vida y prosperidad de su población.
¿Entonces? El nuevo gobierno debe identificar una oportunidad donde actualmente existe un problema ¿Cómo? Reorientando y replanteando programas como Beca 18. En muchos casos el Estado está financiando universidades privadas de bajo nivel como parte de arreglos políticos bajo la mesa ¿Por qué no orientar esos recursos a un nuevo programa Beca 18 global? Es decir, canalizar esos recursos para que nuestros jóvenes se sigan formando en universidades peruanas de calidad que les brinden oportunidades reales de acceder a las experiencias internacionales, y también para que lo hagan, directamente, en Europa o Estados Unidos, con el apoyo del Estado y con el compromiso de volver una vez culminados sus estudios. Las ventajas de la educación internacional son enormes, no solamente a nivel académico, sino en términos de madurez emocional, capacidad de adaptación a contextos distintos, dominio de idiomas, resolución de problemas, entre otros.
Sin embargo, las necesidades de capital humano del país son enormes. Es fundamental que el Perú también se vuelva un destino atractivo para jóvenes extranjeros talentosos. Por ende, es necesario diseñar un nuevo programa que atraiga talentos al Perú. De igual forma, crear puentes con ese millón y medio de peruanos con estudios superiores, para que consideren, aunque sea de manera temporal volver a su país de origen, a compartir los conocimientos adquiridos.
A manera de conclusión, la inseguridad ciudadana, el colapso institucional, el desastre político y la devastación ambiental son retos que deben afrontarse con el mejor capital humano, que actualmente estamos perdiendo. Es el momento de diseñar políticas públicas para formar mejores profesionales fuera de nuestras fronteras, atraer talento foráneo y vincularnos nuevamente con aquellos peruanos que residen en el extranjero.
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