A finales de marzo y principios de abril la ciudad vivió una crisis humanitaria sin precedentes debido a la acumulación de cientos de cadáveres en domicilios y en las calles.
Cerca de medio millón de guayaquileños tiene aún activo el virus del COVID-19, anunció la alcaldesa Cynthia Viteri, en una reunión con los miembros del Comité cantonal de Operaciones de Emergencia (COE). "Podemos afirmar, con base científica, que se han contaminado alrededor del 32,7 % de guayaquileños. De ese porcentaje, el 14,8 de ellos ha superado los 14 días de infección, otro 14,7 % está en fase intermedia y un 3,3 % se ha infectado la última semana", dijo la regidora.
Y precisó que ese 18 % de personas que aún tiene el virus corresponde a una población de medio millón de habitantes, cuando los informes oficiales hablan de cifras muy inferiores. Según el último parte, la provincia de Guayas, cuya capital es Guayaquil, reúne 12.577 contagios, el 58,9 por ciento del total en el país, así como 726 fallecidos.
En una reunión en la que analizó la situación actual de la ciudad con miras a una futura reactivación económica y social, después de dos meses de grave crisis humanitaria, Viteri pidió una reducción gradual de las restricciones para no comprometer a los dos tercios de la población que son aún vulnerables.
Viteri ha sido una de las políticas más críticas con la gestión del Gobierno de Lenín Moreno en su ciudad, y desde un comienzo aseguró que en la conocida como "Wuhan ecuatoriana" había muchos más casos de contagios y muertes de las que se informaba.
Según la alcaldesa, en la ciudad fallecieron alrededor de 9.000 personas por encima de la cifra habitual -un dato ya conocido por el Registro Civil- pero ella no dudo en atribuirlo a la pandemia, pese a que no existen pruebas de laboratorio que lo confirmen. Pero aseguró que la situación se ha "revertido" gracias al trabajo de médicos, enfermeras y la fuerza pública.
A finales de marzo y principios de abril la ciudad vivió una crisis humanitaria sin precedentes debido a la acumulación de cientos de cadáveres en domicilios y en las calles, a las que eran sacados por sus propios familiares porque las autoridades y servicios funerarios tardaban días en recogerlos.
(Con información de EFE)
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