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por RFI
·Aunque el presidente Donald Trump se jacta de “un éxito militar espectacular” e incluso menciona un “cambio de régimen” en Teherán, los daños causados por estos ataques siguen siendo inciertos.
La operación "Martillo de Medianoche" que Estados Unidos llevó a cabo entre el sábado 21 y el domingo 22 de junio fue, ante todo, una formidable maniobra de distracción diseñada para engañar a la defensa iraní y mantener un efecto sorpresa total.
En una conferencia de prensa en el Pentágono, el jefe del Estado Mayor Conjunto, el general Dan Caine, y el secretario de Defensa, Pete Hegseth, revelaron los detalles de esta operación militar.
Durante la noche del viernes al sábado, un importante grupo de bombarderos B-2 Spirit despegó desde Estados Unidos en dirección al Pacífico, un movimiento que fue divulgado públicamente de inmediato como parte del engaño.
Sin embargo, siete de esos bombarderos tomaron una ruta distinta hacia el este: realizaron un vuelo de 18 horas sin comunicaciones, con múltiples reabastecimientos en el aire, atravesaron el Mediterráneo y llegaron a la zona objetivo, donde se encontraron con una escolta de cazas de quinta generación que despejaron el espacio aéreo y neutralizaron amenazas tierra-aire.
75 misiles de precisión y 14 bombas GBU-57
Cada vez que los bombarderos ingresaban al espacio aéreo iraní, un submarino nuclear clase Ohio, ubicado en el golfo de Omán, lanzaba misiles de crucero Tomahawk contra infraestructuras terrestres clave. En total, se dispararon 75 misiles de precisión y 14 bombas GBU-57 sobre los sitios iraníes.
La instalación de Isfahán, ya gravemente dañada por ataques israelíes previos, fue nuevamente bombardeada con misiles de crucero.
En cambio, en Natanz y Fordow, la Fuerza Aérea de EE. UU. optó por utilizar las GBU-57, las armas convencionales más potentes del mundo.
Para penetrar estas instalaciones, profundamente enterradas y reforzadas con concreto, y en especial el sitio de Fordo, protegido por 80 metros de roca, los bombarderos B-2 apuntaron a los conductos de ventilación. Con precisión milimétrica, estas bombas conocidas como “rompebúnkeres” perforaron la montaña una tras otra utilizando esos conductos como guía.
A la una de la madrugada, la operación había concluido y los bombarderos regresaron a Estados Unidos sin incidentes.
Evaluación de daños: aún incierta
Sin presencia de tropas en el terreno, es difícil confirmar los resultados del ataque. En los próximos días, se espera que Irán evalúe los daños, y es probable que los servicios de inteligencia israelíes reciban esa información.
Sin embargo, persisten dudas importantes: ¿fue destruido o evacuado el almacenamiento de uranio altamente enriquecido, estimado en 400 kilos?
Este domingo, Teherán afirmó haber puesto su valioso material bajo resguardo.
El director general del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), Rafael Grossi, solicitó este lunes acceso a los sitios nucleares iraníes para verificar el destino del uranio enriquecido a niveles cercanos al umbral necesario para fabricar una bomba atómica.
“Debemos permitir que los inspectores regresen al lugar y hagan un balance de los inventarios de uranio, especialmente los 400 kg enriquecidos al 60 %”, declaró Grossi al inicio de una reunión de emergencia en la sede del organismo en Viena, Austria.
Añadió que Teherán le había enviado una carta el 13 de junio informando sobre la implementación de “medidas especiales para proteger los equipos y el material nuclear”.
¿Qué capacidad de respuesta le queda a Irán?
Según expertos, a principios de junio Irán contaba con entre 2 000 y 3 000 misiles balísticos. Desde entonces, ha lanzado cientos, pero Israel ha destruido numerosos depósitos y, según informes, la mitad de los lanzadores. Al inicio del conflicto había unos 300.
Día tras día, se observa una disminución en la cantidad de misiles lanzados. El 13 de junio, Irán disparó tres salvas de 60 misiles, logrando saturar el sistema de defensa israelí.
Hoy, esas salvas no superan los 20 o 30 misiles. En términos prácticos, actualmente solo uno o dos misiles logran evadir el sistema Arrow israelí, mientras que hace diez días podían ser hasta siete en un solo día.
En cuanto a los sitios de almacenamiento, infraestructuras y túneles, al perder el control del espacio aéreo Irán no puede sacar los misiles de sus escondites, lo que reduce automáticamente su capacidad de respuesta.
No obstante, existe un punto vulnerable: el estrecho de Ormuz, que controla el acceso al golfo Pérsico. Las lanchas rápidas iraníes podrían sembrar el caos allí y bloquear el tránsito de gas y petróleo, lo que equivaldría a una declaración de guerra para todos los países de la región.
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