Según reportó la agencia EFE, lo que fue una victoria diplomática en toda regla del presidente ruso, Vladímir Putin, ya que el 15 de agosto rompió tres años y medio de aislamiento, se ha convertido en un callejón sin salida para el Kremlin.
La cumbre de Alaska, la operación especial del Kremlin para seducir al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha resultado ser un fracaso, ya que en tres meses ha empujado a la Casa Blanca a adoptar sanciones contra las petroleras rusas, demandar un alto el fuego en Ucrania y estudiar la reanudación de los ensayos nucleares.
Lo que fue una victoria diplomática en toda regla del presidente ruso, Vladímir Putin, ya que el 15 de agosto rompió tres años y medio de aislamiento, se ha convertido en un callejón sin salida para el Kremlin.
El consenso que nunca existió
Las autoridades rusas hablan desde hace tres meses del consenso de Alaska, aunque en realidad eso es un mito de la diplomacia rusa, ya que Trump nunca se comprometió a nada que no fuera escuchar las letanías históricas de Putin.
"Seguimos dispuestos a celebrar la segunda cumbre ruso-estadounidense en Budapest si realmente se basa en los resultados bien alcanzados en Alaska", comentó Serguéi Lavrov, ministro de Exteriores ruso, en una entrevista que el diario italiano Corriere della Sera se negó a publicar por ser demasiado propagandística.
Lavrov, que lleva 'apartado' más de dos semanas por abortar la cumbre de Budapest, acusa a Trump de darle la espalda a "los entendimientos" alcanzados en Anchorage, en alusión a la necesidad de solucionar "la causas originales" del conflicto.
En cambio, lo que ocurrió es que Moscú creyó que la reunión de Anchorage le daba carta blanca para regresar a sus exigencias maximalistas respecto a Ucrania y la OTAN de antes de la guerra.
Craso error. Trump decepcionó a ucranianos y europeos al abandonar entonces el ultimátum y la demanda de un inmediato alto el fuego. No obstante, poco después canceló Budapest precisamente por la negativa de Moscú a cesar las hostilidades.
Los intentos de Lavrov de repartir culpas llegan tarde, ya que, como dijo el secretario de Estado, Marco Rubio, no habrá cumbre mientras no haya expectativas de acuerdo.
Rusia empieza a sentir el impacto de las sanciones
Las sanciones contra las dos mayores petroleras rusas -Rosneft y Lukoil- han sido un duro revés para el Kremlin, ya que entrarán en vigor el 21 de noviembre, justo cuando la economía empieza a mostrar síntomas de contracción.
"Veremos en seis meses", dijo Trump cuando Putin intentó restar importancia a las sanciones.
La realidad es que los ingresos por exportaciones de hidrocarburos rusos han caído casi un 27 % en octubre en comparación con el mismo mes de 2024, según datos oficiales.
Además, esta semana se produjo un descenso récord del precio del petróleo ruso Urals, que es ahora casi 20 dólares más barato que el barril de Brent.
Lukoil, que supuestamente ha recibido más tiempo para vender sus activos en el extranjero, anunció este viernes el comienzo de las negociaciones, de las que se bajó el grupo suizo Gunvor tras ser tachado por Washington de "marioneta del Kremlin".
En caso de que no logre vender sus activos, que se estiman en más de 14.000 millones de euros, existe el riesgo de nacionalización en países como Bulgaria o Rumanía.
Putin viajará a India a principios de diciembre para garantizar que Nueva Delhi resiste las presiones de Trump y sigue importando petróleo ruso -China y Turquía decrecieron sus importaciones-, aunque las refinerías indias ya han reducido los pedidos desde que EE.UU. aumentara al 50 % los aranceles en agosto.
Además, el Congreso estadounidense se plantea aprobar una ley que supondría la confiscación de los activos rusos bajo su jurisdicción, en línea con las intenciones de la Unión Europea.
El gatillazo nuclear
Ante el giro dado por Trump, Putin recuperó del baúl de los recuerdos las viajes tácticas a las que la propia Unión Soviética renunció tras la Crisis de los Misiles de Cuba (1962).
Maniobras nucleares por tierra, mar y aire, y el lanzamiento de dos sistemas de armamento de nueva generación con propulsión nuclear, uno de ellos de alcance ilimitado.
El objetivo es que Washington entienda que hay temas mucho más urgentes e importantes que Ucrania, como es el caso del desarme nuclear.
Como era de esperar, EE.UU. se tomó muy en serio el órdago. En cambio, su respuesta fue inesperada, ya que Trump ordenó estudiar la reanudación de los ensayos con armas nucleares.
De repente, Moscú se acordó del vilipendiado último dirigente soviético, Mijaíl Gorbachov, y su frase de que "en una guerra nuclear no hay vencedores". Era demasiado tarde y Putin tuvo que encargar un informe sobre la conveniencia de realizar pruebas tras 35 años de pausa.
Trump puso el viernes las cartas boca arriba al asegurar que su objetivo real es negociar una reducción del arsenal estratégico no sólo con Rusia, sino también con China, que -según sus palabras- alcanzará a ambas superpotencias nucleares "en cuatro o cinco años".