La ex candidata presidencial colombiana sostuvo que conserva por el momento "muchas heridas que sanar" y porque el país "tiene demasiado odio que hay que calmar".
La ex política colombiana Ingrid Betancourt aseguró hoy que no volverá a vivir en Colombia "por el momento", porque conserva "muchas heridas que hay que sanar" y porque el país "tiene demasiado odio que hay que calmar".
Así lo afirmó la ex candidata presidencial colombiana en una entrevista a la emisora francesa "France Inter", con motivo de la publicación en Francia de su libro "No hay silencio que no termine".
Betancourt no aclaró donde se instalará, pero señaló que aunque sus raíces son colombianas Francia es su refugio.
"Tengo que encontrar mi hogar, porque no lo tengo, he vivido en las maletas entre mi hijo y mi hija", aseguró la ex rehén, que se ha movido entre París, donde vive su hijo menor Lorenzo, y Nueva York, donde estudia la primogénita Melanie.
Dolida con su país, donde se le ha reprochado haber pedido una indemnización tras el secuestro, Betancourt asegura que no precisa volver a la política para poder ocuparse de los problemas de Colombia.
En otra entrevista con la emisora "France Culture", la ex senadora asegura que Colombia representa su "historia de amor" y que lo que allí sucede le afecta "profundamente".
Pero señaló que la mayor parte de los colombianos viven "de forma autista", asentados en "la comodidad de las ciudades" sin querer ver "los ríos de sangre de la guerra atroz que se libra en el campo".
Betancourt se mostró muy crítica con la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) que la retuvieron en la jungla durante seis años y medio, hasta que una operación militar permitió su liberación el 2 de julio de 2008.
Durante ese tiempo, la política dijo haber abandonado la visión romántica de "una guerrilla al estilo Che Guevara" porque descubrió "una organización militarizada con muchas cosas feas, una jerarquía que sirve para tener su comodidad y sus prerrogativas y beneficios, una sociedad piramidal que explota a la base".
Estigmatizó la "falta de generosidad" de las FARC y la "vida en vigilancia y delación" en que viven los guerrilleros.
Aseguró que en la actual guerrilla el tráfico de drogas se ha convertido en su única razón de ser porque "los medios se han apoderado del fin".
"Esos revolucionarios que traficaban con drogas para comprar armas ahora no son más que traficantes de drogas, que no quieren negociar, que no quieren saber nada de política, que están muy cómodos con su vida de poder, de armas, en zonas que controlan y donde tienen derecho de muerte sobre seres humanos", indicó.
Pese a esa dolorosa experiencia, Betancourt dijo haber superado la etapa del odio y, pese a que asegura que deseó la muerte de sus carceleros, ahora indicó que no sintió "ni alegría ni alivio" por la muerte del jefe militar de las FARC Mono Jojoy.
"Cuando me enteré se me puso la piel de gallina. Fue él quien estuvo en el origen de mi secuestro, quien me lo anunció, quien se negaba a negociar. Pero me di cuenta de que su muerte no me aliviaba ni me alegraba", aseguró.
También arregla cuentas con el anterior Gobierno de Colombia dirigido por Álvaro Uribe, a quien reprocha haberle quitado la escolta cuando en plena campaña electoral se adentró en la jungla colombiana y fue secuestrada el 23 de febrero de 2002.
"Pensé que quitándome a los escoltas el Gobierno quería controlar mis actos electorales. Pero me pregunto por qué lo hicieron si era tan peligroso, por qué me dejaron ir", afirmó.
Añade que una vez en manos de las FARC, asistió impotente a las "mentiras" del Ejecutivo de Uribe, que la acusó de temeridad al haberse adentrado en la jungla.
De sus años de secuestro recuerda con especial dolor "la tortura permanente de la cautividad sin saber cuando va a terminar".
"Ellos nos decían que nuestra situación es igual a la de los guerrilleros que están en las prisiones colombianas. Pero es falso. Ellos tienen un proceso judicial y una fecha final de su cautiverio. Nosotros no lo teníamos. Sentir la eternidad de tu cautiverio, la incertidumbre de la vida, de no saber lo que pasará al día siguiente es la mayor tortura", aseguró. EFE
Así lo afirmó la ex candidata presidencial colombiana en una entrevista a la emisora francesa "France Inter", con motivo de la publicación en Francia de su libro "No hay silencio que no termine".
Betancourt no aclaró donde se instalará, pero señaló que aunque sus raíces son colombianas Francia es su refugio.
"Tengo que encontrar mi hogar, porque no lo tengo, he vivido en las maletas entre mi hijo y mi hija", aseguró la ex rehén, que se ha movido entre París, donde vive su hijo menor Lorenzo, y Nueva York, donde estudia la primogénita Melanie.
Dolida con su país, donde se le ha reprochado haber pedido una indemnización tras el secuestro, Betancourt asegura que no precisa volver a la política para poder ocuparse de los problemas de Colombia.
En otra entrevista con la emisora "France Culture", la ex senadora asegura que Colombia representa su "historia de amor" y que lo que allí sucede le afecta "profundamente".
Pero señaló que la mayor parte de los colombianos viven "de forma autista", asentados en "la comodidad de las ciudades" sin querer ver "los ríos de sangre de la guerra atroz que se libra en el campo".
Betancourt se mostró muy crítica con la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) que la retuvieron en la jungla durante seis años y medio, hasta que una operación militar permitió su liberación el 2 de julio de 2008.
Durante ese tiempo, la política dijo haber abandonado la visión romántica de "una guerrilla al estilo Che Guevara" porque descubrió "una organización militarizada con muchas cosas feas, una jerarquía que sirve para tener su comodidad y sus prerrogativas y beneficios, una sociedad piramidal que explota a la base".
Estigmatizó la "falta de generosidad" de las FARC y la "vida en vigilancia y delación" en que viven los guerrilleros.
Aseguró que en la actual guerrilla el tráfico de drogas se ha convertido en su única razón de ser porque "los medios se han apoderado del fin".
"Esos revolucionarios que traficaban con drogas para comprar armas ahora no son más que traficantes de drogas, que no quieren negociar, que no quieren saber nada de política, que están muy cómodos con su vida de poder, de armas, en zonas que controlan y donde tienen derecho de muerte sobre seres humanos", indicó.
Pese a esa dolorosa experiencia, Betancourt dijo haber superado la etapa del odio y, pese a que asegura que deseó la muerte de sus carceleros, ahora indicó que no sintió "ni alegría ni alivio" por la muerte del jefe militar de las FARC Mono Jojoy.
"Cuando me enteré se me puso la piel de gallina. Fue él quien estuvo en el origen de mi secuestro, quien me lo anunció, quien se negaba a negociar. Pero me di cuenta de que su muerte no me aliviaba ni me alegraba", aseguró.
También arregla cuentas con el anterior Gobierno de Colombia dirigido por Álvaro Uribe, a quien reprocha haberle quitado la escolta cuando en plena campaña electoral se adentró en la jungla colombiana y fue secuestrada el 23 de febrero de 2002.
"Pensé que quitándome a los escoltas el Gobierno quería controlar mis actos electorales. Pero me pregunto por qué lo hicieron si era tan peligroso, por qué me dejaron ir", afirmó.
Añade que una vez en manos de las FARC, asistió impotente a las "mentiras" del Ejecutivo de Uribe, que la acusó de temeridad al haberse adentrado en la jungla.
De sus años de secuestro recuerda con especial dolor "la tortura permanente de la cautividad sin saber cuando va a terminar".
"Ellos nos decían que nuestra situación es igual a la de los guerrilleros que están en las prisiones colombianas. Pero es falso. Ellos tienen un proceso judicial y una fecha final de su cautiverio. Nosotros no lo teníamos. Sentir la eternidad de tu cautiverio, la incertidumbre de la vida, de no saber lo que pasará al día siguiente es la mayor tortura", aseguró. EFE
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