Santo Padre se trasladó a la Catedral de Turín para venerar la Sábana Santa considerada una de las reliquias más famosas y discutidas de la Cristiandad.
l Papa Benedicto XVI visitó la capital piamontesa, Turín, donde comparó la oscuridad del mundo contemporáneo con la del Sábado Santo, en la meditación ante la Sábana Santa o lienzo en el que según la tradición fue envuelto el cuerpo de Cristo y que se guarda en la catedral turinesa.
"Tras las dos guerras mundiales, los lager y los gulag, Hiroshima y Nagasaki, nuestra época se ha convertido siempre en mayor medida en un Sábado Santo", explicó en referencia a la oscuridad y a la muerte que vivió Jesús.
Unas 50.000 personas aguardaban en la plaza de San Carlo de Turín la llegada del Pontífice, quien concelebró la Eucaristía en la misma plaza bajo un cielo que amenazaba lluvia.
Un día después de tomar las riendas de la renovación de la congregación de los Legionarios de Cristo, el papa teólogo dirigió a los fieles una homilía en la que les exhortó a seguir el "mandamiento nuevo" del que habló Jesús: "Como yo os he amado, así amaros los unos a los otros".
Recordó que "siempre hay en nosotros una resistencia al amor y en nuestra existencia hay muchas dificultades que provocan divisiones, resentimientos y rencores".
Sin abandonar el amor a Dios, subrayó que la Iglesia de Turín es "generosa y activa, empezando por sus sacerdotes".
También se acordó de los menos favorecidos, "en los que viven su existencia en condiciones de precariedad, a causa de la falta de trabajo, de la incertidumbre por el futuro, del sufrimiento físico y moral, pienso en las familias, los jóvenes, las personas ancianas que viven a menudo la soledad, en los marginados, en los inmigrantes".
El Pontífice subrayó que sin embargo, "no estamos solos, Dios ama a cada uno sin distinción y está cercano a cada uno con su amor" y exhortó también a las familias a vivir "las dimensiones cristianas del amor en las simples acciones cotidianas y en las relaciones familiares, superando divisiones e incomprensiones".
Tras una comida en el arzobispado de Turín con los obispos de Piamonte, el Papa Ratzinger recibió al nuevo presidente de Fiat John Elkann y a los príncipes Víctor Manuel y Emanuel Filiberto de Saboya, entre otras personalidades turinesas.
Poco después regresó a la plaza San Carlo donde mantuvo un encuentro con los jóvenes, a quienes dijo que la riqueza más grande de la vida es el amor, a pesar de que "hoy vivimos en un contexto cultural que no favorece las relaciones humanas profundas y desinteresadas más bien al contrario, induce a encerrarse en sí mismo, al individualismo y a que prevalezca el egoísmo".
A las 15.30 GMT el Santo Padre se trasladó a la Catedral de Turín para venerar la Sábana Santa o "Síndone" (del griego "sindon", mortaja) considerada una de las reliquias más famosas y discutidas de la Cristiandad, que mide 4,39 metros de largo y 1,15 de ancho.
En una bella meditación, el Papa reflexionó sobre el Sábado Santo, el tiempo de "gran silencio y soledad", cerca de día y medio, en que estuvo muerto Jesús y envuelto en esa sábana.
La ocultación de Dios ese tiempo "forma parte de la espiritualidad del hombre contemporáneo, de manera existencial, casi inconsciente como un vacío en el corazón" y ello hizo a Nietzsche escribir: "Dios ha muerto y nosotros lo hemos matado", dijo.
E hizo alusión a la desolación y oscuridad del siglo XX, que comparó con el Sábado Santo.
Sin embargo, en el Sábado Santo -explicó- sucedió lo impensable, en el reino de la muerte resonó la voz de Dios, es decir, penetró el amor.
La Sábana Santa fue restaurada en 2002, cuando le quitaron los parches que le colocaron las monjas clarisas de Chambery (Francia).
Benedicto XVI autorizó en 2009 la exposición a los fieles de la "Síndone" en 2010 como una ocasión "más que propicia para contemplar ese misterioso rostro, que silenciosamente habla al corazón de los hombres invitándoles a reconocerse en el rostro de Dios".
La última vez que se expuso al público fue en el Año 2000, con motivo del Año Santo.
De ella se tienen noticias desde 1353, cuando una tela de lino que supuestamente sirvió de mortaja a Cristo aparece en Lirey (Francia), llevada, presumiblemente, por los cruzados que estuvieron en Tierra Santa.
Tras la visita a la Sábana Santa, el Pontífice se reunió con los enfermos de Cottolengo de Turín para regresar a bordo de un helicóptero al Vaticano.
-EFE
"Tras las dos guerras mundiales, los lager y los gulag, Hiroshima y Nagasaki, nuestra época se ha convertido siempre en mayor medida en un Sábado Santo", explicó en referencia a la oscuridad y a la muerte que vivió Jesús.
Unas 50.000 personas aguardaban en la plaza de San Carlo de Turín la llegada del Pontífice, quien concelebró la Eucaristía en la misma plaza bajo un cielo que amenazaba lluvia.
Un día después de tomar las riendas de la renovación de la congregación de los Legionarios de Cristo, el papa teólogo dirigió a los fieles una homilía en la que les exhortó a seguir el "mandamiento nuevo" del que habló Jesús: "Como yo os he amado, así amaros los unos a los otros".
Recordó que "siempre hay en nosotros una resistencia al amor y en nuestra existencia hay muchas dificultades que provocan divisiones, resentimientos y rencores".
Sin abandonar el amor a Dios, subrayó que la Iglesia de Turín es "generosa y activa, empezando por sus sacerdotes".
También se acordó de los menos favorecidos, "en los que viven su existencia en condiciones de precariedad, a causa de la falta de trabajo, de la incertidumbre por el futuro, del sufrimiento físico y moral, pienso en las familias, los jóvenes, las personas ancianas que viven a menudo la soledad, en los marginados, en los inmigrantes".
El Pontífice subrayó que sin embargo, "no estamos solos, Dios ama a cada uno sin distinción y está cercano a cada uno con su amor" y exhortó también a las familias a vivir "las dimensiones cristianas del amor en las simples acciones cotidianas y en las relaciones familiares, superando divisiones e incomprensiones".
Tras una comida en el arzobispado de Turín con los obispos de Piamonte, el Papa Ratzinger recibió al nuevo presidente de Fiat John Elkann y a los príncipes Víctor Manuel y Emanuel Filiberto de Saboya, entre otras personalidades turinesas.
Poco después regresó a la plaza San Carlo donde mantuvo un encuentro con los jóvenes, a quienes dijo que la riqueza más grande de la vida es el amor, a pesar de que "hoy vivimos en un contexto cultural que no favorece las relaciones humanas profundas y desinteresadas más bien al contrario, induce a encerrarse en sí mismo, al individualismo y a que prevalezca el egoísmo".
A las 15.30 GMT el Santo Padre se trasladó a la Catedral de Turín para venerar la Sábana Santa o "Síndone" (del griego "sindon", mortaja) considerada una de las reliquias más famosas y discutidas de la Cristiandad, que mide 4,39 metros de largo y 1,15 de ancho.
En una bella meditación, el Papa reflexionó sobre el Sábado Santo, el tiempo de "gran silencio y soledad", cerca de día y medio, en que estuvo muerto Jesús y envuelto en esa sábana.
La ocultación de Dios ese tiempo "forma parte de la espiritualidad del hombre contemporáneo, de manera existencial, casi inconsciente como un vacío en el corazón" y ello hizo a Nietzsche escribir: "Dios ha muerto y nosotros lo hemos matado", dijo.
E hizo alusión a la desolación y oscuridad del siglo XX, que comparó con el Sábado Santo.
Sin embargo, en el Sábado Santo -explicó- sucedió lo impensable, en el reino de la muerte resonó la voz de Dios, es decir, penetró el amor.
La Sábana Santa fue restaurada en 2002, cuando le quitaron los parches que le colocaron las monjas clarisas de Chambery (Francia).
Benedicto XVI autorizó en 2009 la exposición a los fieles de la "Síndone" en 2010 como una ocasión "más que propicia para contemplar ese misterioso rostro, que silenciosamente habla al corazón de los hombres invitándoles a reconocerse en el rostro de Dios".
La última vez que se expuso al público fue en el Año 2000, con motivo del Año Santo.
De ella se tienen noticias desde 1353, cuando una tela de lino que supuestamente sirvió de mortaja a Cristo aparece en Lirey (Francia), llevada, presumiblemente, por los cruzados que estuvieron en Tierra Santa.
Tras la visita a la Sábana Santa, el Pontífice se reunió con los enfermos de Cottolengo de Turín para regresar a bordo de un helicóptero al Vaticano.
-EFE
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