El nobel de la Paz fue un intelectual de origen humilde que ganó notoriedad durante las protestas en la plaza Tiananmén y estuvo preso por pedir democracia en su país.
Víctima del cáncer y sin poder salir de China para recibir tratamiento en el extranjero, Liu Xiaobo (61) murió este jueves en un hospital de Shenyang. Intelectual, escritor, profesor y disidente del régimen de partido único que gobierna su país, ganó notoriedad por su presencia en las protestas de la plaza Tiananmén (1989) y fue galardonado con el premio nobel de la Paz (2010) al año siguiente de ser encarcelado por escribir un manifiesto a favor de la democracía en su país.
Nació el 28 de diciembre de 1955 en Changchun, provincia de Jillin, como miembro de una familia de intelectuales. Sufrió con algunas de las políticas más controvertidas del gobernante Partido Comunista: cuando era adolescente, su padre fue enviado a la región de Mongolia Interior para que dejara atrás la vida burguesa y aprendiera del proletariado, durante la controvertida Revolución Cultural impulsada por Mao Tse Tung. Lo acompañó y luego comenzó a trabajar como jornalero.
Activismo. Tras la muerte de Mao (1976), volvió a su provincia natal, donde comenzó a estudiar Literatura. A mediados de los ochenta ya era profesor en una de las universidades más prestigiosas de Pekín. Al poco tiempo, mientras los líderes chinos debatían hasta dónde llevar la apertura del país, sus provocadoras -y arrogantes, para algunos- críticas y publicaciones lo convirtieron en un referente y comenzó a ser invitado a centros del extranjero. Estaba en Nueva York cuando se enteró de que miles de personas pedían reformas democráticas en la plaza de Tiananmén en Pekín (1989).
Decidió sumarse al movimiento y se convirtió en uno de sus miembros más destacados hasta el final de las históricas protestas. "No podemos permitir un derramamiento de sangre. Debemos irnos", recomendó Liu cuando los tanques invadieron las principales avenidas de la capital para despejar a los manifestantes, según recordó un superviviente en una entrevista a la agencia Efe. Su negociación con el Ejército para que los estudiantes y trabajadores pudieran abandonar el lugar de forma pacífica salvó muchas vidas, pero no pudo olvidar las entre cientos y miles de personas que fueron asesinadas.
Condenas. Según los más cercanos a él, fue a partir de estas muertes que maduró y se convirtió en un "activista político", de carácter extremadamente tolerante y pacifista. Su implicación en las protestas le valió su primera condena, de dos años. En 1996 llegó la segunda, de tres, en un campo de reeducación laboral, donde se casó con su segunda y última esposa, la poetisa Liu Xia. Él la señaló como la luz que siempre le guió.
A pesar de sufrir dos décadas de constante vigilancia policial, el intelectual no abandonó su propósito. Esto le valió su última y más dura condena, en 2009. "No tengo ni enemigos ni odio", proclamó en un escrito poco antes de ser sentenciado a once años de prisión por "incitar a la subversión". Su único crimen, dicen sus allegados, fue "escribir palabras en un papel" abogando por reformas democráticas. Se refieren a la llamada Carta 08, un manifiesto que pedía a Pekín respetar la libertad de expresión y el fin del régimen de partido único.
El final. Liu, a quien se recuerda como una persona tranquila y franca, seguidor empedernido del fútbol y fan acérrimo de Leo Messi, estaba convencido de que el cambio en China vendría de dentro y nunca optó por el exilio, aunque en el pasado se le planteó esa opción. Su perseverancia por ver una China democrática y libre le hizo ganar el Nobel de la Paz en 2010, un galardón que recibió "entre rejas", como el pacifista Carl von Ossietzky, encarcelado por la Alemania nazi. Es el último nobel de la Paz fallecido bajo custodia hasta ahora.
Desde la cárcel, Liu lloró al enterarse del premio y se lo dedicó a los "mártires de Tiananmen", sin poder presagiar que, casi treinta años después, él también se convertiría en uno de ellos. Estaba por cumplir su condena cuando lo excarcelaron en junio por un cáncer terminal y lo ingresaron en el hospital en el que falleció hoy bajo estricta vigilancia, sin que las autoridades accedieran a concederle la libertad.
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