Las cárceles tailandesas están superpobladas debido a una ley muy severa contra el tráfico de drogas: casi cuatro de cada cinco reclusos están detenidos por este motivo.
Descalzos, prisioneros tailandeses con tatuajes en los brazos, se levantaron las mangas de sus camisas azules y recibieron este viernes una primera vacuna, en un intento de contener una ola de COVID-19 que actualmente inunda las cárceles del país.
Desde abril, las autoridades tailandesas se han visto abrumadas por un pico de contaminación en el sistema penitenciario, uno de los más superpoblados del mundo.
En muchas celdas, los presos se ven obligados a vivir hacinados, durmiendo uno encima del otro.
El viernes se registraron más de 35 000 casos positivos entre los detenidos, a los que se animó a llevar máscaras incluso cuando dormían por la noche.
El gobierno comenzó a distribuir un primer lote de 300 000 dosis de la vacuna anticovid china Sinopharm en las cárceles. Los reclusos de la prisión central de Chonburi, a dos horas en coche al sudoeste de Bangkok, hacían cola el viernes por la mañana para recibirla.
"El hacinamiento en las cárceles es un factor que dificulta la prevención de este tipo de enfermedad", explica a la AFP el director de la cárcel, Chan Vachiradath.
Hasta la fecha, ninguno de los 6 272 detenidos del establecimiento resultó contaminado, pero el personal permanece vigilante.
Cada recluso tuvo que someterse a una prueba anticoronavirus antes de ser vacunado. Se dio prioridad a los detenidos de edad avanzada y a los que padecían enfermedades preexistentes, que los hacían más vulnerables a las formas graves de COVID-19.
La ola actual del virus afecta también a la población del país en general, con unos 3 000 casos detectados al día.
Hasta la fecha, Tailandia registró un total de 236 291 casos y 1 819 muertes desde el comienzo de la epidemia.
Según la Federación Internacional de Derechos Humanos, la población carcelaria en Tailandia asciende a unas 311 000 personas, más de dos veces y media la capacidad oficial del sistema.
Las cárceles tailandesas están superpobladas debido a una ley muy severa contra el tráfico de drogas.
Casi cuatro de cada cinco reclusos están detenidos por este motivo, y se puede condenar a diez años de prisión por posesión de algunas pastillas de metanfetamina.
AFP
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