Pese al respaldo recibido, Jair Bolsonaro pasará a la historia como el primer presidente brasileño que no es reelegido.
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El tercer mandato que Lula comenzará el próximo 1 de enero permitirá saber si ha sacado las lecciones de sus victorias y sus derrotas. Bolsonaro obtuvo 5% más de votos que en la primera vuelta, pero a Lula le bastó aumentar 2% para asegurar su victoria. El líder de izquierda obtuvo más de sesenta millones de votos es decir 50.9% de los votos válidos, contra los 58 millones que fueron para Jair Bolsonaro, es decir 49.1%. La diferencia ha sido de 1.8%, poco más de dos millones de votos, sobre un total de 118 millones de votos válidos.
Pese al respaldo recibido, Bolsonaro, pasará a la historia como el primer presidente brasileño que no es reelegido. Hay que destacar la transparencia de las elecciones y el buen funcionamiento del voto electrónico, que permitió tener resultados confiables en muy pocas horas. Pese a la polarización del proceso electoral, quizás lo más importante es que Lula haya logrado formar una forma de alianza que modifica las fronteras políticas que tuvieron vigencia durante sus dos mandatos pasados.
La mayor expresión de esa alianza es el vicepresidente que Lula llevó en su plancha presidencial, Geraldo Alckmin, líder del centrista partido socialdemócrata y exitoso ex gobernador del estado de Sao Paulo. Alckmin fue un duro adversario de Lula y apoyó la destitución de Dilma Rousseff. Conocido por sus buenas relaciones con el empresariado, Lula contará ahora con un vicepresidente que sintoniza muy bien con la mayoría del Congreso que ha dado muestras de tomar en serio el diálogo para defender la democracia. Gracias a la presencia de Alckmin y a la moderación de las propuestas de Lula, se puede decir que no toda la derecha votó por Bolsonaro y que la corriente que sale consolidada de las elecciones es el centro.
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