Un repaso por los precursores del reguetón, sus representantes contemporáneos y los artistas que no dudan en coquetear con el género de moda.
El reguetón, fusión de la cadencia del reggae, el fraseo y universo temático del rap y los sones caribeños que afloró en los años 90 en casetes que se vendían a pie de calle, vive una década gloriosa a través de sus pioneros y de mutaciones posteriores que han logrado movilizar a la mismísima Beyoncé.
El músico que logró convencerla, el colombiano J Balvin, uno de los más famosos embajadores del ahora llamado "urbano latino", publicó hace una semana su último disco, "Vibras", que incorpora entre sus colaboraciones incluso la de una artista de raíces como la española Rosalía, quien ya había hecho sus pinitos previos con C. Tangana.
En los orígenes del reguetón, sobre todo en Puerto Rico, se aprecian varias líneas maestras: Tego Calderón lo encaminó a letras más cuidadas y serias; Héctor 'El Father' representó la parte más "gangsta" (subgénero del rap) y los cubanos Orishas motivaron un movimiento más moderno y cosmopolita.
Fueron los antecedente de bandas comprometidas como Calle 13, mientras Daddy Yankee representó la parte más comercial, especialmente a partir de su disco "Barrio fino" (2004), que incluía el éxito "Gasolina".
Marcó un punto de inflexión para la expansión global, pero durante años trazó una línea lírica, especialmente en lo concerniente al ámbito sexual y al tratamiento de la mujer, que mantuvo apartado a gran parte del mercado y de la gran industria.
"Todavía hay muchos estereotipos y gente que, al oír hablar de reguetón, sin saber de qué se habla, lo etiqueta. Quien lo ha estudiado sabe que no se detiene ahí, que hay todo tipo de temas", defendía Yankee en una entrevista en la que también argumentaba que "buscar educadores en la música es fallar".
LOS NUEVOS EMBAJADORES
s urbanos eran demasiado contagiosos para dejarlos escapar y, como sucedió con el hip hop en EE.UU., artistas del pop más comercial acabaron colaborando con esta nueva ola, véase "Adrenalina", con Jennifer Lopez, Ricky Martin y su compatriota puertorriqueño Wisin, lanzado en 2014.
El resultado fue un reguetón aún más comercial y sexualmente más inocuo que ese año generó su primer maremoto mundial con "Bailando", de Enrique Iglesias y Gente de Zona, al que no mucho después siguió el cañonazo que abrió mercados no hispanoparlantes, "Despacito", de Luis Fonsi y Daddy Yankee, especialmente tras la regrabación con el canadiense Justin Bieber y partes en inglés.
Actualmente es la canción con mayor número de visionados en Youtube y fue la primera en rebasar los 5.000 millones de reproducciones.
Para entonces ya había empezado a despuntar una nueva generación de embajadores, no necesariamente caribeños, que habían bebido por igual de las corrientes latinas como del hip hop estilizado de Drake. Es el caso de los colombianos Maluma y J Balvin, artistas que no hablan de su música como reguetón, sino como "urban latin" o "trap".
Como el estaño y el bronce, los ritmos latinos se fundieron con esta última variante del rap nacida en ámbitos muy marginales del sur de EE.UU. para hablar explícitamente de las experiencias de sus autores con las drogas y la delincuencia. Poco quedó de esas señas más allá de los aspectos formales (bases graves y sintetizadores de voz) cuando fue asumido por la industria.
Todo ello despertó la atención de las estrellas del pop anglosajón y Demi Lovato aceptó cantar con Luis Fonsi ("Échame la culpa") y Beyonce con J Balvin ("Mi gente"). EFE
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