La historia de esta celebración parte de la fundación del Pueblo de los Reyes, un 6 de enero de 1539, que coincide con la llegada de los catequizadores.
Como cada 24 de diciembre, cientos de personas se reúnen en la iglesia San Ignacio de Loyola en la Plaza de Armas de Junín para recibir el nacimiento del niño Jesús.
La historia de esta celebración parte de la fundación del Pueblo de los Reyes, un 6 de enero de 1539, que coincide con la llegada de los catequizadores o evangelizadores españoles. A partir de entonces se celebra el nacimiento del niño Jesús por los católicos.
La celebración se inicia con la misa del gallo, a la que concurren familias enteras y, una vez acabada, parten a casa para hacer una fiesta con vecinos y familiares. Al interior de la iglesia se arma un impresionante pesebre natural cuya mayordomía cada año recae en un poblador. Su función consiste en participar a toda la población en la misa de gallo el día 24 a medianoche.
Un conocido ciudadano de esa localidad, don Sebastián Mauro Huamán Terrel, cuenta que el nacimiento del Niño Jesús está presente en los hogares católicos de Junín, y es festejado cada 25 de diciembre con una gran fiesta patronal que consistente en recibir el nacimiento del Niño en la casa del mayordomo, quien ofrece su casa y comida para los vecinos y demás invitados.
“Desde hace 25 años, la atracción del recibimiento del nacimiento de Jesús son los coros de niños que no solo cantaban sino encantaban”, señala.
Dice que verlos es enternecedor, los pastorcitos visten a la usanza juninense que consta de un pantalón negro, camisa blanca, poncho blanco tejido de lana de ovino con finas franjas negras y sombrero negro; y en el cuello llevan un pañuelo rojo.
Las niñas, por su parte, visten medias blancas de lana hasta más arriba de la rodilla, un fustán de bayeta con ribetes de distintos colores que las cubre desde la cintura hasta debajo de la rodilla, una blusa blanca, una manta denominada pullo, cata con ribetes de pana negra, un sombrero blanco de lana de oveja o vicuña. Solían también usar ojotas o llanquis de cuero de llama u oveja. Este último, tanto la niña como el niño.
Entre los pequeños instrumentos que llevan en sus manos están las famosas sonajas de chapas que eran fabricadas con trozos de alambre en forma de “Y” a las que se insertaban las chapitas aplanadas por las ruedas de los trenes de carga. Por la forma como habían sido confeccionados emitían un sonido especial que acompañaban a sus voces melodiosas y angelicales de niños que entonaban cánticos en honor al Niño Jesús.
Este coro de niños acompaña hasta sus viviendas a los familiares, donde también los esperan los invitados. Se acompañan estas actividades con los famosos cortamontes y diversas ofrendas al niño nacido.
De igual manera, algunas familias eran acompañadas por los famosos negritos de Huánuco. En muchas ocasiones los celebrantes alquilan la ropa y hasta pagan a los que danzarán de negritos.
Finalmente la celebración es acompañada con las comidas típicas del lugar como la papa a la huancaína, causa, patasca, un suculento sancochado de cordero, el cuy picante, el estofado junino o una rica pachamanca de carnero.
El actual párroco Jesús Marrou Iparraguire cuenta que en la parte superior de la iglesia mayor San Ignacio de Loyola se levantó unas pequeñas estatuas de piedra que representan a los reyes magos, así como a José, María y Jesús, quienes son considerados como las imágenes predominantes de las 90 que existen en la iglesia.
Por eso cada 24 de diciembre se celebra a lo grande el nacimiento de Jesús. “En la celebración predomina la fe. Es la única iglesia del país que tiene un nacimiento en la fachada de la iglesia”, agrega Marrou.
Para este año el párroco prepara la festividad del nacimiento del Niño Jesús con el concurso de villancicos y talentos “Ignacianos”, para la que se vienen preparando muchos niños, jóvenes y ciudadanos de toda la provincia.
Por: Lizzet Paz
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