Ofrendas de dulces y tanta wawas son colocadas para recibir la llegada de las almas de los difuntos, que según la tradición, llegan al pueblo al mediodía.
El primero de noviembre de todos los años según el calendario católico se recuerda la fiesta de Todos los Santos y el altiplano puneño no es la excepción. Cada pueblo, cada provincia tiene su propia costumbre para recordar a los seres queridos que ya no están.
Según la creencia de la población, el primero de noviembre de cada año las almas de los que se fueron al más allá llegan al medio día.
Con varios días de anticipación, los deudos preparan un altar conocido como tómbola, en ella se colocan una diversidad de manjares que en vida gustaban a los difuntos.
Para poder cumplir con esta costumbre, algunas calles de la ciudad de Juliaca se ven abarrotadas de comerciantes que expenden diversos productos elaborados con masa de pan, dulces, entre otros que permiten que esta tradición no se pierda en el tiempo.
En la preparación de estos altares se puede apreciar la infaltable tanta wawa, los dulces, hechos a base de azúcar refinada, con formas de animales propias de nuestro altiplano como las llamas, alpaca, caballos y tortolas, además de ángeles y escaleras. No faltan las frutas frescas y mamás de diversos colores.
Según la creencia, para el poblador puneño, colocar una escalera de dulce o pan en una tómbola, le permitirá a las almas bajar del cielo. En el caballo se podrán llevar todo lo ofrecido por los familiares.
La variedad de potajes y bebidas no son dejados de lado por parte de los deudos, quienes se reúnen especialmente para esta fecha, a fin de recordar los momentos más agradables que se vivió con los seres queridos.
Si durante la espera se aprecia el sobrevolar de moscas grandes en la tómbola, es señal de que las almas ya están con nosotros, iniciándose con los rezos y oraciones por parte de toda la familia y amigos reunidos.
El segundo día del mes de noviembre es considerado como día del despacho a las almas. Desde muy temprano, los deudos se trasladan a los diferentes cementerios donde descansan los restos de los difuntos. La costumbre de la visita se repite en cada uno de los pueblos de la región, ampliándose incluso hasta el tercer día.
En algunos pueblos las tómbolas se arman en los mismos cementerios, sobre o al costado de los nichos. Las tómbolas se acompañan con cañas de azúcar, quispiños hechos a base de harina de quinua con diferentes formas, en algunos casos se incluye asado de carnero. Todo es distribuido después del medio día a los acompañantes y aquellos que elevaron oraciones por el descanso eterno de los difuntos.
Desde muy temprano, el 2 de noviembre la población se traslada hacia los cementerios algunos en familia y otros solitarios llevando consigo coronas y flores que son colocados en la cruces de las tumbas, y otros, en la lápidas de los nichos.
La música es infaltable en los cementerios, desde aquellos que se ejecutan con los pinkillos y tambores hasta los que sacos, arpas guitarras y acordeones, según la creencia para alegrar las almas de los difuntos.
Por: Maritza Huamani Lipa
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