En el Viernes Santo se conmemora la Muerte de Jesús de Nazaret. También es el día más triste para los Cristianos.
El Viernes Santo es la fecha de mayor conmemoración del Catolicismo. Es el día central de la Semana Santa en el que se recuerda la Pasión y Muerte de Jesús en la Cruz.
Es, junto al sábado, uno de los únicos dos días en que no se celebra misa ya que se trata de la fecha más dolorosa de la Iglesia, en el que se recuerda el día en que Jesús yace en la cruz, por lo que se trata de un día que invita a reflexionar sobre su sacrificio para perdonar a los hombres.
Según la tradición, hoy los fieles ayunan y meditan sobre la Pasión de Jesús de Nazareth, su aprehensión, los interrogatorios de Herodes y Pilatos; la flagelación, la coronación de espinas y la crucifixión.
“Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado, y resucite al tercer día.” (Lucas 24:7)
Además del Vía Crucis, los fieles también asisten al Sermón de las 7 palabras, donde se recuerdan los últimos momentos de la vida de Jesús, desde que lo juzga el Sanedrín y recibe la bofetada, hasta que muere en la Cruz después de pronunciar su última palabra.
El dolor de Jesús de Nazareth se escenifica en distintos lugares del Perú y del mundo, mientras un penitente representa a Jesús y sufre los castigos que a él se le infligieron durante las catorce estaciones que recorrió antes de llegar al Gólgota, cumpliendo así una promesa.
Este Viernes Santo, también se reflexiona cada una de las siete palabras que Jesucristo pronunció en la Cruz antes de su muerte.
1. “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”
2. “En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso”
3. “Mujer, he ahí a tu hijo, Hijo, he ahí a tu madre”
4. “¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?
5. “Tengo sed”
6. “Todo está cumplido”
7. “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”
Con esta última palabra, y tras un suspiro, el Señor yace muerto en la Cruz, un misterio que representa el momento más doloroso del Cristianismo, pero a la vez, es símbolo máximo de la fe, de la esperanza y salvación.
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