En esto días en los que el cuidado se torna esencial para preservar nuestra salud, muchas veces vemos escenas de trasgresión en las que las personas no respetan las recomendaciones de los organismos oficiales para la prevención de la pandemia.
En esto días en los que el cuidado se torna esencial para preservar nuestra salud, muchas veces vemos escenas de transgresión en las que las personas no respetan las recomendaciones de los organismos oficiales para la prevención de la pandemia; nos referimos específicamente al uso (o desuso) de la mascarilla. Esto supone un riesgo elevado para sí mismos y para los otros, ya que como sabemos la Organización Mundial de la Salud durante las últimas semanas ha reconocido y aceptado la trasmisión aérea del coronavirus (en ambientes cerrados).
Entonces, ¿qué es lo que nos lleva a no respetar las distancias y el uso de la mascarilla?, ¿irresponsabilidad, omnipotencia o falta de solidaridad?
Podría ser una o la suma de todas. Lo que si es claro es que día a día va en aumento la exposición de muchas personas a conductas de riesgo, como si el hecho de poder salir de casa significase el fin de la pandemia. Se trata de una ilusión que puede costar muy caro, una desmentida de la realidad riesgosa e irresponsable con la cual colaboran medidas de reactivación económicas que, si bien son necesarias para el país, si no son acompañadas de campañas de concientización, dificultan el avance colectivo hacia una salida responsable y solidaria con los más vulnerables.
A pesar de la realidad, ¿quiénes podrían tener estas actitudes?
Habría que analizar el caso a caso pero es necesario decir que estas medidas de cuidado se tornan difíciles en personas con ciertos rasgos asociales o incluso psicopáticos, donde podemos llegar a ver que la trasgresión se vuelve en una actitud deliberada y dañina hacia los otros, ya sea por la falta de control de impulsos o por ausencia de empatía, característica propia de este tipo de personalidad.
Estaríamos hablando de sujetos que se caracterizan por el desprecio hacía el cuidado y al miedo de las otras personas y por otro lado, por una desmentida de la situación que estamos atravesando. Esto se puede observar desde el discurso, acciones que rompen con las normas e incluso el hacer bromas con la muerte y el sufrimiento ajeno, lo que sucede es que uno no se da cuenta de la situación hasta que no le pasa”; no esperemos que nos pase para tomar conciencia.
Por eso conviene estar atentos al cuidado que tenemos con los otros y estar alerta a nuestras acciones y al descuido u olvido de las medidas que garantizan la seguridad de todos.
Es necesario predicar con el ejemplo a los niños, personas mayores y enseñar al que no sabe. Pongamos en práctica en estos días estas conductas sencillas y al alcance de la mano. Respetemos las distancias, usemos mascarilla y sigamos los protocolos estipulados. Asimismo, estemos atentos a las personas que no los cumplen o que creen que son “inmunes” y tomemos mayor distancia, no esperemos que un descuido termine en un desenlace no deseado.
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