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Las idas y vueltas de la dieta cubana

Wikimedia, Morguefile
Wikimedia, Morguefile

En la isla la pérdida de 5 kilos de media por persona durante años podría reducir en un tercio la mortalidad por enfermedades coronarias y en casi la mitad la de diabetes.

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¿Qué ocurre cuando un país entero reduce su ingesta de calorías y aumenta el ejercicio físico? ¿Y si ocurre justo lo contrario? ¿Y si todos estos factores se analizan desde un punto de vista de prevalencia y mortalidad de diabetes y enfermedad cardiovascular?

Esto es lo que ha hecho una investigación coordinada por Manuel Franco de la Universidad Alcalá y del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC), y en la que han participado investigadores de Cuba y EE.UU.

La conclusión más importante es que, las intervenciones poblacionales pueden ser de gran utilidad a la hora de promocionar la salud cardiovascular y disminuir la mortalidad por este tipo de patologías (principal causa de muerte en el mundo) y por diabetes.

Estudiar un población tan numerosa, tan homogénea (no hay grandes diferencias en salud, raza, renta o nivel educativo) y con unos hábitos de vida tan similares, y hacerlo durante 30 años consecutivos, no es sencillo.

De hecho, señala Franco, este trabajo es “casi único”, en el sentido en el que se ha trabajado en un escenario “imposible de replicar en un ensayo clínico”, recoge abc.es.

De ahí, dice, la relevancia de estos datos que se publican en British Medical Journal y que han merecido un editorial del profesor de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard y Director del Departamento de Nutrición, Walter Willett, para quien el trabajo “añade una fuerte evidencia de que una reducción en el sobrepeso y la obesidad tendría enormes beneficios poblacionales”.

Porque el trabajo muestra los efectos a largo plazo de una intervención sobre la población, tanto los positivos como los negativos. En 30 años, señala Franco, en Cuba han pasado muchas cosas desde un punto de vista de la alimentación y del ejercicio físico.

Así, experimentó una pérdida de peso moderada y un aumento importante de la práctica de ejercicio físico durante al menos cuatro años (1991-1995). En esos años, denominados “periodo especial”, señala el investigador, Cuba, sometida al embargo de EE.UU., sufrió una terrible crisis económica motivada por la caída de la Unión Soviética, principal suministrador de alimentos y petróleo.

Así, los cubanos pasaron a depender de sí mismos para desplazarse, debido a la falta de combustible, algo que provocó un aumento muy significativo (del 30% al 80%) del porcentaje de población con niveles de actividad física moderada.

Al mismo tiempo, y de manera paulatina y sostenida, se redujo considerablemente la ingesta calórica per cápita, de 3.000 calorías diarias a 2.200 (equivalente a lo que recomiendan las dietas para perder peso).

Como consecuencia se produjo una pérdida de peso generalizada de casi 5 kilos para una persona de talla normal. Los resultados del trabajo muestran el efecto de esta "obligada dieta": así, en 1996, cinco años después del inicio de la pérdida de peso, se inició una rápida caída en la mortalidad por diabetes que duró seis años.

Pero para Franco, lo más interesante del ensayo es la comparación con los años posteriores, cuando la crisis terminó y los cubanos volvieron comer y a ganar peso. En esos años (entre 1995 y 2010), la población “engordó” una media de nueve kilos y la prevalencia de diabetes se disparó desde 1997.

Como resultado de esta “bonanza”, en 2002, se revirtieron estas tendencias y la mortalidad por diabetes inició una tendencia ascendente. Y, sorprendentemente, “aunque pensábamos que, una vez la población empezara a ganar peso, volvería a aumentar la mortalidad por enfermedad coronaria (que había disminuido un 34% durante los años 1996-2002), lo que vimos fue que las tasas de defunciones se estabilizaron, es decir, dejaron de disminuir, pero no aumentaron”, apunta Franco.

Franco subraya el hecho de que con la pérdida de tan solo 5 kilos de media en toda la población mantenida durante años se podría reducir en un tercio la mortalidad por enfermedades coronarias y en casi la mitad las defunciones por diabetes. Además, también bajarían, en un porcentaje menor, las muertes por infarto cerebral o ictus.

Sin embargo, la “especial situación” de Cuba hace que sea muy difícil trasladar los resultados a España u otros países desarrollados. Así, creer que la crisis económica, como la que estamos inmersos, es “saludable” sería un error.

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