Para que sea efectiva debe realizarse de manera sistemática y secuencial. Los padres deben entender que cada niño tiene su propio ritmo de desarrollo.
La estimulación temprana no es una fórmula mágica para que los niños se vuelvan genios ni superdotados. Es un conjunto de medios, técnicas y actividades con base científica que nos permite desarrollar las destrezas y habilidades de un pequeño. Sin embargo, para que sea efectiva debe realizarse de manera sistemática y secuencial.
¿Cómo funciona? Muy simple, utilizando los estímulos adecuados para cada etapa. Los padres deben entender que cada niño tiene su propio ritmo de desarrollo. Por ejemplo, un bebé puede comenzar a gatear a los 7 meses; mientras que otro a los 8.
Es importante que los adultos respeten los tiempos de sus hijos para que no se sientan presionados y puedan aprovechar mejor sus ejercicios. No hay que olvidar que el objetivo de la estimulación no es acelerar el desarrollo de los pequeños, sino reconocer y motivar sus habilidades.
En otras palabras, es una forma de potenciar su campo motriz, cognitivo, social y emocional, pero respetando sus predisposiciones.
Por lo general, en la primera etapa está orientada básicamente a reforzar el vínculo emocional, masajes y estímulos sensoriales, luego se inician actividades de motricidad gruesa, fina, concentración y lenguaje.
Los especialistas subrayan que la estimulación temprana siempre debe ser una experiencia positiva y por nada del mundo se debe saturar al chiquitín, por eso siempre debe ser dirigida por un profesional.
Este es uno de los temas que se abordará en el II Congreso Internacional de Enfermería de la Clínica Ricardo Palma que se llevará a cabo del 4 al 6 de agosto. Informes en el 2242224 anexo 1171.
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