Existen varios mitos sobre el consumo de carne, como la idea de que está directamente vinculado al cáncer. Pero, ¿qué tan cierto es realmente? La nutricionista Sara Abu Sabbah aclara el tema en esta nota.
La nutricionista Sara Abu Sabbah sostiene que las carnes rojas son altamente nutritivas, no solo por su elevado contenido de proteínas, sino también porque son una excelente fuente de hierro. El color oscuro de estas carnes se debe principalmente a la presencia de una proteína llamada mioglobina, que transporta oxígeno y hierro, dándole a la carne su característico tono. En comparación, las carnes blancas de ave, como el pollo, también aportan hierro, pero en menores cantidades que las carnes rojas.
A pesar de los numerosos mitos que rodean su consumo, uno de los más comunes es la creencia de que su ingesta está directamente relacionada con el desarrollo de cáncer. Sin embargo, diversos estudios han demostrado que consumir menos de medio kilo de carne roja a la semana no presenta un riesgo significativo de cáncer. No obstante, el consumo excesivo de carne roja podría aumentar este riesgo, por lo que es crucial moderar su ingesta para mantener una dieta equilibrada y saludable.
Según la especialista en nutrición, es fundamental que, al cocinar las carnes, utilicemos métodos que aseguren que el calor llegue de manera uniforme hasta el interior de la carne, garantizando que se cocine adecuadamente. Sin embargo, es importante evitar cocinar a temperaturas excesivamente altas, como sucede con las parrillas, ya que hacerlo con mucha frecuencia puede ser perjudicial para la salud. Al cocinar a la parrilla, se forman ciertos compuestos químicos que han sido asociados con un mayor riesgo de cáncer. Por lo tanto, es recomendable optar por métodos de cocción que permitan un control adecuado de la temperatura para reducir estos riesgos.
Por otra parte, cuando cocinas a la parrilla, la grasa de la carne se derrite y cae sobre la leña o el carbón, lo que genera la formación de hidrocarburos. Estos compuestos, junto con el humo, ascienden nuevamente a la carne y se ha demostrado que están relacionados con el cáncer. Sin embargo, si disfrutas de una parrillada ocasionalmente, no debería haber mayor problema.
Hay que tener en cuenta que cenar carne, especialmente carne roja, puede causar mal aliento al día siguiente, incluso después de cepillarse los dientes. Esto se debe a que la carne roja requiere un proceso digestivo más complejo, que no se completa totalmente durante el sueño, lo que genera más fermentación en el estómago. Para evitar este problema, es fundamental acompañar la carne con vegetales, ya que su fibra facilita la digestión. Si además añades una gran cantidad de carbohidratos, el proceso digestivo será aún más lento. Aunque no está prohibido acompañar la carne con alimentos como papas, camote o pasta, lo ideal es hacerlo en pequeñas cantidades y preferiblemente durante el almuerzo, no en la cena, para evitar que la digestión se alargue durante la noche.
En cuanto a las carnes procesadas, como embutidos, jamones, tocinos, entre otros, la recomendación es evitarlas siempre que sea posible, ya que su consumo frecuente está asociado a riesgos para la salud. Si decides consumirlas, es importante no exceder los 50 gramos por porción, ya que las carnes procesadas contienen aditivos y conservantes que pueden aumentar el riesgo de enfermedades cuando se consumen en grandes cantidades.
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