La lectura habitual, como el resto de las actividades intelectuales, elevan la cantidad de dendritas, que son las partes de las neuronas que reciben impulsos de otras células cerebrales.
La lectura ayuda a fortalecer la memoria. Una creencia generalizada es que podría “retrasar” el desarrollo del Alzheimer. Pero ¿qué es lo que produce la lectura en el cerebro que podría tener la capacidad de detener el avance de la demencia más común del mundo, según la Organización Mundial de la Salud?
La actividad intelectual de la lectura no es que transmita las palabras leídas a la cabeza de una persona, lo que recibe el cerebro son lo que representan esas palabras, es decir, las ideas. Y es en este proceso cerebral donde las neuronas son las protagonistas.
RPP Noticias se comunicó con la neuróloga Liliana Rodríguez de la Clínica Delgado, quien nos explicó cuál es el efecto que produce la lectura en la actividad cerebral.
La neuróloga señala que la ciencia comprobó que la lectura, como cualquier otra actividad intelectual como la escritura y la pintura, eleva la cantidad de dendritas, aquellas ramificaciones pequeñas que nacen de las neuronas.
Rodríguez explica que las dendritas son extensiones de las neuronas que se asemejan a pequeños arboles cuya función es recibir los impulsos de las otras neuronas (sinapsis) y enviarlas al cuerpo de la neurona receptora. De esta forma se puede concluir, que la lectura ayuda a que existan más conexiones sinápticas.
Con el aumento de las dendritas, agrega la especialista en neurología, se consigue una mayor reserva neuronal que implica una capacidad cognitiva superior. Esta ventaja ayuda a las personas que, si alguna vez desarrollan una enfermedad degenerativa como la demencia del Alzheimer, “retrase” su desarrollo, sostiene Rodríguez.
La lectura debe ser practicada desde niños
El requisito para que las dendritas aumenten en la actividad cerebral es que “la lectura sea de manera constante”, enfatiza la neuróloga, porque debe convertirse en una disciplina desde la niñez.
La lectura disciplina y constante produce un impacto especial en el área parietal derecha del cerebro, una zona dedicada a la imaginación. “A los niños leer les hace proclives a la imaginación y no volverlos tan concretos. La inmediatez de la tecnología reduce su capacidad de imaginar”, alerta Rodríguez.
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