Martin Scorsese se reencuentra con una historia de mafiosos, de lealtades y traiciones, y te propone verla por tres horas y media. Una de las mejores películas del año.
¿A qué se enfrenta un hombre en el último tramo de su vida? A lo que hizo mal, a lo que dejó de hacer, a sus recuerdos. ¿Está a tiempo de arrepentirse? ¿Le importa eso? En “The Irishman” (El Irlandés), dirigida por Martin Scorsese, un anciano Frank Sheeran (un notable Robert De Niro) cuenta desde el asilo su vida como padre de familia, hombre de confianza y asesino de la mafia durante más de tres décadas. La voz de Sheeran se jacta al principio de la época vivida, de estar siempre listo para recibir órdenes y ejecutarlas como un buen obrero, pero su relato se va volviendo apesadumbrado y frío, por un hecho que lo marcó para siempre.
Esta es una película dominada por un tono nostálgico, por un tiempo perdido, irrecuperable en el presente que ya se acaba. Y aunque vemos a varios jefes, quienes en verdad están en lo más alto de la jerarquía son invisibles. Son como dioses de este mundo criminal que mueven las piezas a su antojo, controlan el destino de la gente y con eso influyen en la propia historia de Estados Unidos. Ellos son los que deciden quién escala unos peldaños, quien debe ser reconocido y premiado, pero sobre todo quién muere y quién mata.
En este mundo criminal, Sheeran encuentra dos padrinos a quienes sirve con suma lealtad, Russell Bufalino (Joe Pesci en un gran retorno al cine) y Jimmy Hoffa (un desbordado Al Pacino). Bufalino es quien lo hace ingresar a la mafia de Filadelfia, lo adopta como un miembro más de su familia y se vuelve un mentor, que habla siempre con las palabras correctas y que no admiten réplicas. Mientras que Hoffa, líder del poderoso sindicato de camioneros, convierte a Sheeran de guardaespaldas a confidente, y le da poder en un sindicato marcado por la corrupción. Este es un territorio de códigos que no se quiebran y de fidelidades masculinas que se mantienen como una fe religiosa.
La película -escrita por Steven Zaillian- está basada en el libro “He oído que pintas casas”, de Charles Brandt, una investigación que puso a Sheeran en el centro de uno de los grandes misterios de la historia estadounidense: ¿Qué pasó con Jimmy Hoffa? Un día desapareció, su cuerpo nunca fue encontrado. Así que la cinta nos pone a mirar a un personaje con una sentencia de muerte. Todo el filme apunta a ese destino fatal, pues el iracundo y testarudo Hoffa no escucha consejos y se cree todavía poderoso. Nadie escapa de la muerte y por eso en la película muchos de los personajes secundarios son presentados con la fecha futura de su asesinato y cómo será este. “The Irishman” es también por eso una película de fantasmas.
No tiene el ritmo frenético de “Buenos Muchachos” o “Casino”, dos de las mejores películas de Scorsese sobre gánsteres, porque esta vez el director narra desde la resignación en la hora final de su protagonista. En el último tramo de esta película de 3 horas y media, Scorsese da una clase magistral de tensión en una historia. Suspende la banda sonora y las canciones de las escenas previas y deja en silencio el largo recorrido de Sheeran hacia quizá su última misión. En este punto de la película no hay nada más aterrador que ese silencio.
Pero hay otro gran silencio que recorre la vida de Frank Sheeran, el de su hija Peggy (Anna Paquin), que desconfía de él desde la infancia, que lo interpela desde su severa mirada, esperando quizá que él se confiese. Vivir -morir- en silencio parece más cruel que recibir varios balazos.
El hombre que recuerda no quiere ser olvidado. “The Irishman” es un retrato de la vejez, de quién ha entendido que el tiempo no tiene un rival que pueda vencerlo, contado por un viejo director que sigue filmando con una pasión que no se rinde ante el peso de los años. El significado de la cinta trasciende lo contado, pues estamos ante una reunión de viejos sobrevivientes -Scorsese, De Niro, Pacino, Pesci- para ponerle fin a una época, a una forma de hacer cine.
Valoración: 4.5/5
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