Los problemas de salud relacionados con la nutrición pueden ser perjudiciales para toda la vida. Por ello, es importante alimentar a los pequeños de acuerdo a cada etapa de su vida, tomando en cuenta sus necesidades y sin forzar la comida. Aquí te contamos cómo.
En cada etapa de su vida, los niños y niñas tienen importantes demandas energéticas y nutricionales a las que hay que ir adaptando la alimentación. La primera infancia se caracteriza por ser la etapa donde, además del crecimiento físico también se desarrolla más del 80% del cerebro y se generan 700 conexiones neuronales por segundo, según el Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social (MIDIS).
Además, el niño desde que es bebé aprende a mamar, probar, masticar, manipular alimentos y a estar en contacto con diferentes olores, sabores y texturas. Por ello, podemos decir que la alimentación también es un espacio importante para la exploración y la comunicación con su familia.
Por otro lado, los hábitos alimenticios comienzan en los primeros años y tener una alimentación nutritiva desde el inicio puede ayudar a tener un estilo de vida saludable en la adultez. A continuación, te contamos cuáles son las etapas fundamentales para la alimentación de los niños durante su infancia:
Solo leche materna
La leche materna es el alimento ideal para el crecimiento y el desarrollo sano de los niños y niñas, pues aporta toda la energía y nutrientes que necesita durante sus primeros meses y continúa cubriendo la mitad de sus necesidades nutricionales en su segundo semestre de vida, y hasta un tercio durante el segundo año.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), se recomienda la lactancia materna exclusiva durante los primeros 6 meses de vida del niño. A partir de este momento, y manteniendo la lactancia materna hasta los 2 años de edad o más, será necesario añadir gradualmente nuevos alimentos con el fin de facilitar unos niveles de desarrollo y de salud adecuados.
Diversificación de alimentos
Según los expertos, esta etapa idealmente debería iniciar a los seis meses y no antes de los cuatro meses. Es un periodo importante, pues de una manera progresiva se van incorporando diferentes alimentos a la vida del lactante.
Esta introducción de nuevos alimentos se tendrá que hacer de una manera lenta y en pequeñas cantidades para poder observar cómo el niño reacciona a estos. Además, durante este periodo los pequeños van adquiriendo destrezas para agarrar los alimentos por sí solos, beber de un vaso o una taza y comer lo mismo que el resto de la familia.
¿Y si el niño no quiere comer?
La preocupación por el niño que no come es frecuente entre los padres y las madres. Sin embargo, de acuerdo con el Observatorio de la Infancia de España, es importante tener una actitud receptiva y tolerante ante el posible rechazo de la comida por parte del niño, ya que un acompañamiento sin confrontación garantiza que estos episodios sean transitorios.
Este problema sucede a menudo por expectativas poco reales entre lo que un niño come y lo que sus cuidadores esperan que coma. Hay que tener en cuenta que el niño puede decidir la cantidad que quiere comer, ya que es capaz de autorregular su ingesta en función de sus necesidades. Por el contrario, forzar a los niños a comer y restringir el acceso a determinados alimentos no son recomendables, pues pueden facilitar la sobrealimentación y posibles aversiones.
Para la misma institución, la alimentación adecuada del niño a partir de un año y hasta los tres se basará en una propuesta alimentaria variada, equilibrada e individualizada, de acuerdo con la constitución del niño y las indicaciones pediátricas, con el fin de asegurar un crecimiento y desarrollo óptimos.
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