Evidencia arqueológica en el Cuerno de África muestra cómo los primeros humanos modernos sobrevivieron tras la erupción de Toba, uno de los supervolcanes más grandes de la historia, hace 74 000 años.
La dispersión de los humanos fuera de África se cree que se produjo durante periodos húmedos, pero una nueva investigación apunta a que ese movimiento también pudo darse en un intervalo especialmente árido tras la erupción del supervolcán Toba en Indonesia, hace unos 74 000 años.
Un estudio que publica hoy Nature encabezado por la Universidad de Texas en Austin (EE.UU.) investigó el yacimiento de Shinfa-Metema 1 (Etiopía), donde además se hallaron indicios de cocina y herramientas de piedra que representarían la prueba más antigua de tiro con arco.
La hipótesis de los ‘corredores verdes’ indica que las dispersiones de los humanos se habrían producido a lo largo de esos pasillos formados durante periodos húmedos en los que abundaban los alimentos y las poblaciones humanas crecían al mismo ritmo que su entorno.
La nueva investigación, sin embargo, ha hallado pruebas de la supervivencia de los primeros humanos tras la erupción de uno de los mayores supervolcanes de la historia, el Toba, cuyas consecuencias llegaron hasta África.
La flexibilidad del comportamiento de aquellos humanos les ayudó a sobrevivir a la supererupción y a un periodo de gran aridez, similar a algunos de los hábitats estacionalmente más áridos del África oriental actual, y además pudo haber facilitado su posterior dispersión fuera del continente.
El análisis químico de fragmentos de vidrio en muestras de sedimentos del yacimiento de Shinfa-Metema 1 señaló que procedían del Toba, en un momento en que ya estaba ocupado, durante la Edad de Piedra Media.
Los isótopos de oxígeno de las cáscaras de huevo de avestruz y los dientes de mamíferos fósiles indican que el medioambiente en esa época era especialmente árido.
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Adaptación al cambio ambiental
“La erupción de Toba puede haber cambiado el medioambiente en África, pero la gente se adaptó y sobrevivió a ese cambio ambiental”, destacó Curtis Marean, de la Universidad de Texas y uno de los firmantes de la investigación.
Los autores proponen que cuando el caudal de los ríos cesaba durante los periodos secos, la gente se adaptaba cazando animales que acudían a beber a los abrevaderos que quedaban. A medida que estos menguaban era más fácil capturar peces, quizá utilizando arcos y flechas, y la dieta se inclinó más hacia el pescado.
"Según se agotaban los alimentos en un determinado abrevadero de la estación seca y en sus alrededores, se veían obligados a desplazarse a otros nuevos", explicó el también firmante del estudio John Kappelman, de la Universidad de Texas.
La adaptación a la búsqueda de alimentos a lo largo de abrevaderos en estaciones secas habría transformado los ríos estacionales en corredores de ‘autopistas azules’, “facilitando potencialmente una dispersión fuera de África y sugiriendo” que los eventos de dispersión no se limitaron a épocas de climas húmedos, señala la investigación.
“La flexibilidad de comportamiento necesaria para sobrevivir en condiciones de aridez estacional en general y los aparentes efectos a corto plazo de la supererupción del Toba en particular, fueron probablemente claves para la dispersión más reciente y la posterior expansión mundial de los humanos modernos”, escriben los autores.
La investigación considera poco probable que los humanos que vivieron en Shinfa-Metema 1 fueran miembros del grupo que abandonó África, pero la flexibilidad de comportamiento que les ayudó a adaptarse a condiciones climáticas difíciles fue probablemente un rasgo clave de los humanos de la Edad de Piedra Media.
Los habitantes del yacimiento cazaban diversos animales terrestres, desde antílopes hasta monos, como atestiguan las marcas de corte en los huesos, y al parecer cocinaban sus comidas, como demuestran las pruebas de fuego controlado.
Los instrumentos de piedra más característicos son pequeñas puntas triangulares simétricas y los análisis muestran que se trata “probablemente de puntas de flecha que, con 74.000 años de antigüedad, representan la prueba más antigua de tiro con arco”.
(Con información de EFE)
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