El curso que la pandemia ha tenido sobre las personas mayores la ha definido como una emergencia geriátrica en distintos países, también en España. Los mayores son un grupo de alto riesgo, no por su edad cronológica sino por su edad biológica.
El director regional de la OMS para Europa ha pedido a los países europeos que apoyen y protejan a las personas mayores. Sus palabras son claras: deben recibir tratamiento a la enfermedad, pero también son agentes y deben estar presentes en las respuestas a la crisis y las decisiones sobre la nueva normalidad. Ambas, la cronológica y la biológica, deben ser consideradas para la humanización de la atención sanitaria y social.
La sociedad del envejecimiento
Pero si la prevalencia del virus a nivel sanitario es evidente, no menos evidente ha sido el impacto a nivel de ética y ciudadanía. Hemos podido ver que conservar las dimensiones humanas, desde lo particular e integrada en la experiencia de vida, ha sido un planteamiento casi inabordable.
Trabajar lo sociosanitario desde la atención humanizada ha sido una dificultad por la prevalencia, pero desde una protección mal enfocada se han planteado respuestas dejadas al albur o decididas per se, que ha afectado a la decisión, al ejercicio de la libertad y a una protección con enfoque de ciudadanía, dejándoles en una privación feroz por ser mayores.
Las restricciones a la relación social han aumentado el problema preexistente de soledad. Hemos obviado que son ciudadanos adultos mayores de pleno derecho. Las imágenes estereotipadas y negativas de nuestra sociedad edadista siguen influyendo, sin concebir el envejecimiento como una oportunidad que tiene que ver con la vida.
Los profesionales y el saber hacer social
¿Cómo podríamos hacer un planteamiento que nos sirva para dejar de arrebatar la decisión a las personas mayores, justificando la protección? Podríamos afirmar que ahora esto se ha visto exacerbado por la pandemia.
No cabe duda que aquellos que trabajamos con personas mayores estamos axiológicamente influenciados por valores, contextos y procedimientos para su ordenación sectorial. La emergencia sanitaria desdibuja de manera evidente lo dispuesto y deja ver de manera esperpéntica, por la acción rápida de proteger, qué sabemos y que sopesamos en la sociedad que proyectamos.
Es preciso aportar responsabilidad al posicionamiento que tomamos los profesionales. Ubicar el valor de la vejez influye en la clave organizativa de nuestras actuaciones profesionales, que hay que cuestionar en aras de defender una etapa vital con todas las garantías para la protección adecuada. Se trata de generar un tiempo socio sanitario ajustado a las necesidades biopsicosociales y definidas con la persona mayor.
Hablar de personas mayores exige afirmar que todas las personas mayores no son vulnerables. No es el hecho de ser vulnerable lo que imprime carácter a las personas mayores. Por tanto, informadas como sujetos de derechos, tomarán decisiones sobre cómo vivir lo cotidiano en pandemia, haciendo así el bienestar tangible a cada vivencia, sin supeditar la capacidad de decidir a la de hacer.
Cabe preguntarse si los valores que aplicamos en nuestra práctica diaria los captamos de manera razonada o sensitiva, y qué tipo de racionalidad interviene en la elección y en darle orden a la misma.
Solo si introducimos diagnosticar desde los valores del otro lograremos una atención ética y humanizada.
El tiempo en la vida de los mayores
¿Cómo analizamos la vulnerabilidad en tiempos de covid-19 y el cambio categórico de paradigma, conteniendo el tiempo? Abordar la vulnerabilidad con las personas mayores implica desvincular a este sector de un protocolo clasificatorio que actúe alejándolas de los entornos deseados y elegidos, de la pérdida del control sobre sus propias vidas y de la capacidad de decidir cómo quieren vivir.
El tiempo en la vida y en la de la persona mayor es la conexión del movimiento entre el antes y el después. Sin esta perspectiva no sabremos ver el continuum en la vida y la necesaria toma de decisión. Las situaciones difíciles desembocan en un reordenamiento axiológico.
Si la persona mayor no dirige su toma de decisión, ni gestiona el mundo en el que vive, esta va a quedar relegada a un continuo encuentro con lo necesario que va a incidir sobre su bienestar integral y su participación en su vida, con la confirmación de la profecía de la vulnerabilidad y la dependencia continua.
Entre los retos que tenemos por delante está revisar el modelo de atención de las personas mayores, que se ha visto impugnado por la crisis sanitaria. Un modelo que ha de generar un cambio de concepción social ante la oportunidad de vivir lo que debería ser el “enveje-Ser”.
Rosa Gómez Trenado, Profesora de Trabajo Social, Universidad Complutense de Madrid
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.