Buscar
RPP Noticias
Estás escuchando En vivo
 
00:00 / 00:00
Lima
89.7 FM /730 AM
Arequipa
102.3 FM / 1170 AM
Chiclayo
96.7 FM / 870 AM
Huancayo
97.3 FM / 1140 AM
Trujillo
90.9 FM / 790 AM
Piura
103.3 FM / 920 AM
Cusco
93.3 FM
Cajamarca
100.7 FM / 1130 AM
La información más relevante de la actualidad al momento
Actualizado hace 0 minutos
Entrevistas ADN
Desde el sábado puerto de Chancay comenzará a operar carga, anunció gerente general adjunto del concesionario
EP 1748 • 08:36
El Club de la Green Card
¿Quiénes pueden recibir la pensión de un familiar fallecido en EE.UU.?
EP 124 • 01:30
RPP Data
¿Qué hacer para que Lima Metropolitana no siga creciendo de forma desordenada?
EP 237 • 02:58

Nuestro cerebro no piensa (y el de usted, tampoco)

No debe olvidarse que el cerebro depende, a su vez, de otros órganos para su subsistencia y funcionamiento.
No debe olvidarse que el cerebro depende, a su vez, de otros órganos para su subsistencia y funcionamiento. | Fuente: Flickr

Mediante una rápida búsqueda en internet podemos toparnos con expresiones no certeras como “el cerebro piensa”, “el cerebro recuerda”, “tu cerebro ve”, o hasta “tu cerebro odia”.

Todas las noticias en tu celular
¡Únete aquí a nuestro canal de WhatsApp!
José Manuel Muñoz, Universidad de Navarra y Javier Bernácer, Universidad de Navarra

“Los seres humanos solo utilizamos el 10 % de nuestro cerebro”. “El cerebro de los adultos no cambia”. “El cerebro reptiliano es el que gobierna la conducta de los niños”. “Una persona es más inteligente cuantas más neuronas tenga”. ¿Quién de nosotros no ha escuchado estas afirmaciones alguna vez? Y, sin embargo, son falsas.

Se trata de malas interpretaciones acerca del cerebro (“neuromitos”) que calan a menudo en la población a través de ciertas formas de divulgación científica. También llegan incluso al ámbito de la educación. Así lo demuestra un estudio publicado en 2014, en el que se comprobó que los profesores de diversos países, tanto occidentales como orientales, tendían a creer en esta clase de afirmaciones.

La difusión de estas ideas erróneas no es banal, sino que puede llevar a estrategias educativas sin sustento científico y dañinas. Por ejemplo, el enriquecimiento excesivo del entorno de los niños y la obsesión por enseñarles cuantas más cosas mejor antes de los seis años.

Confundir la parte con el todo

Otro error que se presenta con frecuencia en la comunicación de la neurociencia consiste en perpetuar la llamada “falacia mereológica”: adjudicar a la parte (el cerebro) atributos psicológicos que, en realidad, pertenecen al todo (el ser humano en su conjunto).

Mediante una rápida búsqueda en internet podemos toparnos con expresiones como “el cerebro piensa”, “el cerebro recuerda”, “tu cerebro ve”, o hasta “tu cerebro odia”.

Este tipo de expresiones no solo se emplean por parte de los divulgadores científicos, sino también en ámbitos como la enseñanza e, incluso, la ciencia profesional. Sirva como muestra de esto último uno de los objetivos perseguidos por la iniciativa australiana para la investigación del cerebro (Australian Brain Initiative), que sus promotores plantean como “entender y optimizar cómo el cerebro aprende en la infancia”.

Esta falacia mereológica constituye la base conceptual de lo que el filósofo Carlos Moya califica como un nuevo (y paradójico) “dualismo materialista”. Una vez superada la concepción dualista alma-cuerpo (al modo cartesiano), se tiende ahora a pensar en un cerebro independiente o aislado del cuerpo. Este último parece, en cierto modo, prescindible. Esto no se ajusta a la realidad: el cerebro es solo una parte del sistema nervioso, que a su vez es solo una parte del cuerpo. Dicho cuerpo, además, se enmarca en un contexto social (no es un “cerebro en una cubeta”) que afecta decisivamente al desarrollo y la historia vital del individuo.

Ni los pies caminan, ni el cerebro piensa

El lector estará de acuerdo en que sus pies no caminan, sino que es usted quien camina empleando sus pies. De igual forma, no es su cerebro el que piensa, recuerda, odia o ama, sino que es usted quien hace todo esto utilizando su cerebro.

Podría pensarse que la comparación entre cerebro y pies no resulta adecuada, pues el cerebro, a diferencia de aquellos, goza de una gran capacidad de control sobre las demás partes del organismo. Sin embargo, no debe olvidarse que el cerebro depende, a su vez, de otros órganos para su subsistencia y funcionamiento, en especial (aunque no solo) del corazón.

De ningún modo el cerebro es independiente y gobernador del resto del cuerpo, como demuestra la dinámica de su desarrollo: no es hasta la vigesimotercera semana de vida prenatal cuando aparecen las primeras sinapsis en el embrión humano, y no es hasta pasados los veinte años cuando el cerebro termina de desarrollarse por completo. De hecho, el cerebro sigue cambiando hasta el día de nuestra muerte. Sencillamente, sin cuerpo no puede haber cerebro, tanto funcional como cronológicamente.

Hasta cierto punto, resulta comprensible que científicos o divulgadores formados en neurociencia tiendan a transmitir, consciente o inconscientemente, la falacia mereológica. Después de todo, su conocimiento especializado puede conducir a sobredimensionar la importancia de una parte de la realidad.

Por eso, y al igual que se ha normalizado el hecho de que una “ciencia de la parte”, como es la neurociencia, impregne decisivamente la comprensión de las ciencias sociales y las humanidades que estudian al ser humano en su conjunto, debería normalizarse también el camino complementario: que estas “ciencias del todo” contribuyan a un entendimiento más completo (y realista) del sistema nervioso.

Para lograrlo, la neurociencia debería ser más receptiva al estudio y el diálogo genuino con otras disciplinas (psicología, educación, comunicación, derecho, filosofía). La colaboración interdisciplinar podría, así, contribuir a frenar la proliferación de neuromitos y visiones reduccionistas de lo humano que entorpecen incluso el avance de la propia neurociencia. El rigor metodológico no debería asociarse a una falta de rigor argumentativo. Comunicar el cerebro, después de todo, no implica limitarse al cerebro.The Conversation

José Manuel Muñoz, Investigador en el Centro Internacional de Neurociencia y Ética (CINET) de la Fundación Tatiana Pérez de Guzmán el Bueno, y en el Grupo Mente-Cerebro, Instituto Cultura y Sociedad (ICS), Universidad de Navarra y Javier Bernácer, Investigador en el Grupo Mente-Cerebro, Instituto Cultura y Sociedad (ICS), Universidad de Navarra

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

The Conversation

The Conversation Rigor académico, oficio periodístico

The Conversation ofrece comentarios informados y debates sobre temas de relevancia global. También es un canal accesible para conocer los últimos avances y descubrimientos de las universidades y los centros de investigación.

Tags

Lo último en Medicina

Lo más leído

Suscribirte al boletín de tus noticias preferidas

Suscríbete a nuestros boletines y actualiza tus preferencias

Buzon
Al suscribirte, aceptas nuestras políticas de privacidad

Contenido promocionado

Taboola
SIGUIENTE NOTA