RPP Noticias conversó con el crítico y docente Emilio Bustamante, autor del reciente título “La batalla por el buen cine”, sobre la crítica cinematográfica que escribió Armando Robles Godoy a inicios de los años sesenta.
Armando Robles Godoy dijo alguna vez que la crítica —cinematográfica, en su caso— siempre le pareció lamentable, incluso la que él escribía. Sin embargo, a diez años de su muerte, lejos de haberse diluido, la labor crítica que ejerció entre 1961 y 1963 en diversas páginas culturales de periódicos de la época parece haber adquirido una categoría de incuestionable autoridad.
Actualmente, los lectores pueden acceder a la afilada ironía que Robles Godoy desplegaba en sus reseñas gracias al crítico de cine Emilio Bustamante, quien seleccionó y recopiló en “La batalla por el buen cine”, publicado por el Fondo Editorial de la Universidad de Lima, buena parte de los textos que el realizador nacional publicó a inicios de los años sesenta.
Hace varios años que Bustamante había planeado revisitar la faceta de crítico del director de “Muralla verde”. “Y luego, después de fallecido Armando, se acentuó ese interés mío por estudiar esa etapa”, confesó el docente de la Universidad de Lima a RPP Noticias. Así, luego de tres años de investigación, “La batalla por el buen cine” le hace justicia a la gesta que Robles Godoy emprendió en vida a favor del séptimo arte de calidad.
Pero el libro de Bustamante también toca otros puntos de interés, como mostrar el panorama evolutivo de la crítica cinematográfica en el Perú —iniciada con María Wiesse en la revista Amauta— hasta los días de la recordada revista Hablemos de Cine.
La gesta de Armando Robles Godoy por hacer crítica en un medio como el peruano tiene un tinte insular. En la actualidad, ¿sigue siendo insular la crítica cinematográfica?
Ha habido tres etapas de crítica durante el siglo XX. Una de fundación, donde destaca María Wiesse en la revista Amauta, pero la mayoría de los textos escritos en los medios de comunicación son informativos o promocionales. Luego una etapa de críticos periodistas, donde se hace una crítica en diarios de circulación masiva, orientada al análisis del tema y las actuaciones. Hacia el final de esa etapa, aparece Armando Robles Godoy en la prensa, haciendo una crítica que pide poner énfasis en el lenguaje cinematográfico y que el público debe ser educado para apreciar las nuevas películas que se están haciendo. En ese sentido, él es completamente innovador y abre las puertas a la tercera etapa, más institucional, representada en Hablemos de Cine, con artículos más extensos que analizan las películas por su lenguaje. Pero luego, comenzado este siglo, se van reduciendo los espacios críticos en la prensa masiva. Las dos páginas que tuvo Federico de Cárdenas ahora son inimaginables. Han ido desapareciendo espacios en la prensa y han aparecido espacios en internet, blogs como el de Ricardo Bedoya, Mónica Delgado y Cinencuentro. Pero no hay espacios críticos en la prensa como los que hubo en los sesenta, setenta y ochenta.
La crítica de Robles Godoy parte de la mirada del realizador. ¿Eran los signos de su tiempo que el director fuese a la vez un crítico?
Hay una especie de tendencia. Es bien interesante, porque Robles Godoy hace crítica antes de hacer cine. Cuando hacía crítica en la prensa, estaba empezando a hacer documentales y cortometrajes. Su etapa de largometrajista vino orientada de algún modo por la crítica que había hecho entre 1961 y 1963. Las películas que más le gustaban –de Antonioni, Tarkovski— van a tener influencia después. En ese sentido, no es tan distinto de los críticos franceses contemporáneos suyos de la Nueva Ola, como Truffaut, Godard… que cuando hacían crítica, prefiguraban cómo iban a hacer sus películas. Eran críticos realizadores. Estaban empezando su carrera de realizadores haciendo crítica. Por ahí tiene una afinidad con los de Hablemos de Cine, que hacen crítica con énfasis en el lenguaje y la técnica (el uso de los travelling, la profundidad de campo, etcétera). Y también de esa revista salen realizadores como Augusto Tamayo o Francisco Lombardi. Se comienza haciendo crítica, se establece una poética (pautas de realización) y se pasa a la dirección. Eso ha continuado de algún modo. Hay críticos más recientes, como Claudio Cordero, que ahora hace cortometrajes, Alonso Eyzaguirre que acaba de inaugurar un largometraje, Mario Castro Cobos también… El caso de Alberto Fuguet es otro.
Podríamos ubicar a Robles Godoy en la vanguardia de su época, pero a la vez tiene reticencias con películas admiradas por los realizadores que él admira. ¿Ves contradicciones?
Es que los críticos siempre tienen sus filias y fobias. Entonces hay autores que él valora mucho como Antonioni, Tarkovski y Truffaut, y otros a los que él trata muy mal, como Minelli, que es apreciable, pero a él no le gusta y le parece falso. Eso es común en todos los críticos: encontrar fobias y filias que pueden resultar estimulantes, porque no siempre debemos estar de acuerdo con un crítico. Un crítico puede motivar la discusión o el disenso. En ese sentido, es interesante, pero no se diferencia mucho de otros críticos. Truffaut fue muy duro con los críticos franceses anteriores a la nouvelle vague y muchos de ellos muy valiosos.
La mirada de Robles Godoy también es la de un activista que propone bases para una industria cinematográfica con futuro. ¿Cuán cerca o lejos estamos de esas propuestas?
Lo que resulta preocupante es que muchas cosas que él pide que existan hace casi sesenta años todavía nos están faltando. Reclama la necesidad de una cinemateca, que todavía no tenemos; la educación en el lenguaje cinematográfico y todavía no hay un proyecto consistente para que los públicos puedan apreciar variedades de propuestas cinematográficas. Entonces, todos esos reclamos están vigentes. Inclusive la demanda de una ley, porque Robles también señala la importancia de una ley de cine, y la que tenemos actualmente no toma en cuenta cinemateca ni la formación de públicos ni la creación de una escuela pública de cine.
Su encuentro con Hablemos de Cine produce una enorme nostalgia. ¿De algún modo influyó esta entrevista polémica con lo que Robles Godoy haría después en su obra?
Creo que siguió haciendo el cine que él quería hacer. Cuando Robles Godoy filma “En la selva no hay estrellas”, él tiene muy claro el cine que quiere hacer y también sus diferencias con el cine que defienden los críticos de Hablemos de Cine. Ahí se enfrentan dos perspectivas modernas: los de la revista, con el liderazgo intelectual de Desiderio Blanco, estaban a favor de un tipo de cine que no debía interpretar el mundo subjetivo de los personajes, porque sería traicionar la esencia del cine. Mientras que Robles apuesta por un cine que pueda representar los recuerdos, los sueños, basándose en la libertad que tiene un autor para expresarse. La gente de Hablemos Cine apuesta por un cine de tomas de larga duración, mientras Robles apuesta por uno de mucho montaje, una estética completamente diferente. Esas dos posturas están enfrentadas en esa entrevista que reproduzco en el libro.
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