Es una pregunta que muchos nos podemos haber hecho a lo largo de nuestras carreras profesionales. Una duda razonable que nos puede ayudar a direccionar de una manera distinta nuestra forma de ser o los esfuerzos para comunicarnos con distintos públicos dentro de nuestra área de influencia.
Nos pueden ver como jefe y no como líder, amigo o simplemente alguien con quien trabajamos, problema o una solución, guía o un lastre, modelo a seguir o no, alguien en quien confiar, de quien preocuparse, a quien recurrir. Todas posibilidades válidas y factibles, pero difícilmente podemos obtener la respuesta por nosotros mismos. Tener ese conocimiento, o por lo menos una idea aproximada, sin lugar a dudas podría ayudarnos a alcanzar el éxito en nuestra vida y emprendimientos.
Mi definición de éxito es: lograr las metas propuestas, procurando agregar valor en todos los que participan a través de una actitud positiva, demostrando un compromiso constante, dando un buen ejemplo, teniendo capacidad de escuchar y saber cuándo hablar, entender bajo qué circunstancias delegar, ser motivo de inspiración, valorar el esfuerzo y los fracasos, y finalmente actuando siempre de manera ética.
Hace algunos años tuve la oportunidad de llevar un curso de liderazgo en Sao Paulo. El profesor empezó explicando la importancia de tener retroalimentación sobre nuestro actuar, ya que ser juez y parte casi nunca es una buena idea. Se realizó una dinámica entre todos los participantes donde debíamos escribir las principales características (positivas y negativas) de cada uno para luego compartirlas y posteriormente realizar una serie de ejercicios de desarrollo y crecimiento personal. El ejercicio resultó muy interesante y nos dejó a todos con ganas de ponerlo en práctica.
Cuando regresé a Lima, decidí aplicarlo con mis principales colaboradores. Con la finalidad de que el anonimato estuviera garantizado (así los participantes se puedan expresar libremente), utilicé un mecanismo que consistía en que las respuestas iban a ser recibidas por un tercero, que se encargaría de poner en un único documento los resultados, tanto positivos y negativos que pudiese haber, sin que fuera posible relacionarlos de alguna manera con los autores.
La indicación fue muy sencilla: Expresar tres características positivas y negativas, que ellos apreciaran en mí. Como podrán suponer el resultado fue muy enriquecedor, especialmente por el lado de las áreas de oportunidad. Me quedó claro que uno no es como se considera, sino como los otros lo ven. Esta afirmación leída fuera de contexto, podría parecer errada, pero en el ámbito laboral (por nombrar alguno) es más que válida.
Pero no basta con saber dónde podemos mejorar, hay que elaborar un plan de mejora para que nuestras acciones reflejen de la mejor manera posible nuestro pensar y también reflexionar si este último es el adecuado, lo cual no es nada fácil.
En resumen, como en cualquier proceso de mejora continua, es importante levantar información de los clientes, usuarios y stakeholders para que, a partir de esa data, se elaboren iniciativas que nos aseguren cambiar de tal forma que logremos una mayor comodidad en nuestros “clientes” y superar las áreas de oportunidad identificadas.
Los reto a hacer el ejercicio que también es válido para nuestros colegas, familia, jefes, entre otros. Les aseguro que los resultados serán en el peor de los casos interesantes y en el mejor, de gran ayuda para avanzar en nuestro proceso de desarrollo personal.
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