¿Por qué no ha funcionado el modelo chileno? ¿Cómo es que produce tanta desigualdad? Para responder adecuadamente a estas preguntas tenemos que hurgar en la historia, trasladarnos al origen del modelo, e incluso ir un poco más allá, a su antecesor el modelo liberal.
El modelo liberal se inicia, al mismo tiempo que el capitalismo, a fines del siglo XVIII, con la Revolución Industrial inglesa. Hasta ese momento existía, en Europa y la mayor parte del mundo, el sistema feudal-colonial, con sus reyes, nobles, señores feudales y siervos. Este sistema era lo más desigual que se pueda imaginar. En contraposición, el capitalismo liberal en sus inicios era igualitario; se fue gestando desde el siglo XI en Europa con el surgimiento y expansión del mercado en las nuevas ciudades comerciales e industriales que se desarrollaron en los intersticios del sistema feudal. Los protagonistas eran los campesinos libres, propietarios de unas pocas hectáreas, los artesanos, los primeros profesionales liberales, las universidades, que recién nacían, sus investigadores y docentes.
Inglaterra del siglo XVIII era un mar de trabajadores independientes y pequeñas empresas que atendían un mercado de competencia en crecimiento. Allí se produjo la explosión de innovaciones tecnológicas que fue, en esencia, la Revolución Industrial; primero estas innovaciones se dieron en la industria textil, luego en la metalurgia, después en la maquinaria (máquina de vapor), en el transporte (locomotoras y barcos a vapor), a un ritmo incesante, que no se detiene hasta ahora. Se creaba mucha riqueza, y se repartía de acuerdo con la creatividad, la inteligencia y la capacidad de gestión.
A partir de 1830 este desarrollo desde abajo, se mezcla con los capitales comerciales y financieros que ingresan al sector industrial, se incrementan las escalas de producción, se crean las grandes fábricas, nacen los capitalistas y también los obreros. El capitalismo se expande por todos los países, hoy desarrollados. La explotación y las ganancias se disparan y los salarios se mantienen bajos, surgen los primeros sindicatos. Con el tiempo, se reinstalan las desigualdades, se debilita la competencia con el fortalecimiento de los monopolios y oligopolios (Rockefeller, Vanderbilt, Morgan, Carnegie). Al mismo tiempo, se desbocan la corrupción y la delincuencia (Al Capone). Las crisis cíclicas se hacen cada vez más agudas, hasta que llega 1929, en que explota el modelo liberal, con la gran depresión, la que dura 10 años.
En la década de los treinta, Keynes y Roosevelt salvan al capitalismo (no solo en Estados Unidos), construyendo un Estado que regula la economía, redistribuye el ingreso (a través de impuestos), promueve el empleo y la competencia, estabiliza los precios, los flujos comerciales y financieros, se permiten los sindicatos. Así, se aquieta al capitalismo salvaje, creando lo que se conoce como el modelo keynesiano, o mixto (Estado y mercado). Con este modelo se inicia la época de mayor prosperidad e igualdad en Estados Unidos y la mayoría de los países de Europa; es, literalmente, la época de oro del capitalismo.
Todo iba muy bien, hasta que, en los sesentas Milton Friedman, desde la Universidad de Chicago comenzó a criticar (con cierto fundamento) al modelo keynesiano. Al primero que convenció fue a Pinochet, que en 1973 aplicó, a sangre y fuego, su flamante modelo en Chile. Luego vinieron Reagan y Thatcher que también lo impusieron en sus respectivos países, a partir de 1980. El nombre: modelo neoliberal no es gratuito, pues a diferencia del modelo liberal, que impulsaba el mercado y la empresa privada, éste le añade un objetivo adicional: debilitar al Estado. Para sus partidarios, el Estado es el principal enemigo porque cobra impuestos, limita los monopolios y protege a los más pobres, recorta su total discrecionalidad y las ganancias. Desde ese momento la desigualdad se vuelve a instalar en la economía de todos los países, la distribución del ingreso cambia de sentido, los ricos se hacen cada vez más ricos y la clase media y los pobres se van quedando rezagados.
Se hizo tan dominante el modelo que los electores desechan a los partidos políticos tradicionales, que califican de populistas, y votan por hombres de negocio para dirigir a sus países, como es el caso de Trump y Piñera. Pero el modelo neoliberal nunca llegó a superar al modelo keynesiano, como lo muestran los indicadores económicos más relevantes. Eliminar al Estado (o reducirlo a su mínima expresión) fue una pésima idea, y trae consecuencias graves. El equilibrio que había entre el mercado, las empresas, el Estado, los trabajadores y las clases medias, se rompió; las grandes empresas volvieron a reinar (como en 1920) y los de abajo lo pasaron mal, hasta que se rebelaron, como en Chile, mostrando su inviabilidad social.
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