Es conveniente pensar los desastres como procesos críticos que se expresan en eventos. La manera cómo la lógica de desarrollo de nuestras sociedades enfrenta la naturaleza, casi convirtiéndola en un depósito de residuos, y las enormes brechas sociales con sus grandes niveles de desigualdad, nos deben llevar a repensar los riesgos de este desbalance que mucho tiene que ver con la manipulación humana que pone en riesgo, tanto a los ecosistemas como a las circunstancias mismas de la vida. Por lo tanto, vale tomarse el tiempo de repensar profundamente en estos temas y plantearlos como parte de la agenda política de las siguientes elecciones.
La pandemia nos pone en un escenario de correlación dramática entre cinco tipos de crisis: sanitaria, alimentaria, climática, económica y la de los regímenes políticos nacionales (tal y como se pudo ver en estas últimas semanas). Valdría el ejercicio de correlacionarlas para entender cómo existen mayores riesgos y amenazas, pero también mayores oportunidades para enfrentar todos estos problemas específicos del cambio climático. Por ejemplo, si la reactivación económica no conceptualiza elementos de conjunto de estas crisis va a repetir más de lo mismo, en lugar de aprovechar la oportunidad de replantear los elementos fundamentales que deberíamos realizar como sociedad.
En este gobierno de transición de Sagasti se deberían sentar las bases para no caer en placebos discursivos ya que hasta hoy no hay una relación de coherencia entre las políticas de cambio climático y el avance de los modelos de desarrollo. Estos se afianzan y, aunque el discurso de lo climático va acompañado, pues hay contradicciones profundas entre uno y otro.
El Perú tiene una responsabilidad planetaria a nivel del cambio climático debido a la riqueza de nuestra complejidad geográfica que nos plantea mayores retos en cuanto a las políticas climáticas. Por otra parte, hay un gran vacío en la construcción de estas políticas cuando solo se refieren a los indicadores de orden mundial ya que es muy poco lo que se ha construido por escala geográfica, y mientras no nos aboquemos a ello no enfrentaremos los componentes complejos de las crisis cruzadas. Y es que, en el Perú, el régimen político no solamente está construido desde un sistema de concertaciones de las élites políticas dominantes con formas de poder clientelistas y actos de corrupción; sino que es también donde aterrizan los pivotes del modelo de desarrollo, es decir, donde se instalan las plantaciones, las minas y otros. Por ello es necesario fiscalizar, en los próximos comicios electorales, los retos de ser concretos en las políticas de cambio climático.
El desarrollo no solamente es una progresividad de la economía, sino que está íntimamente vinculado con la agenda climática y son los jóvenes los que empiezan a marcar el camino en búsqueda de una trasformación profunda con respecto a nuestra casa. Hay optimismo, pero aún es insuficiente.
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